Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- La antigua ciudad de Pátzcuaro cuenta con diversos atractivos naturales. Al poniente se encuentra un volcán inactivo que se le conoce como el Estribo Grande y, antiguamente, como el Mirador Tariacuri.
Durante la década de 1930 se acondicionaron dos miradores en cerros cercanos a la zona urbana; uno de ellos está en ese cerro a dos 418 metros sobre el nivel del mar y a tres kilómetros del centro.
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Su edificación es una pieza clave de la infraestructura turística: ofrece un espacio rodeado de naturaleza desde donde se disfruta una vista panorámica única. Una guía de la década de 1930 describe el mirador como un “lugar rústico donde (el visitante) podrá realmente descansar y apreciar las vistas del lago que asombrarán su mirada”.
Entre los años de 1930 y 1932, el gobierno de Michoacán – en conjunto con el Ayuntamiento de Pátzcuaro– trazaron y acondicionaron el Mirador Tariacuri, cuyo nombre obedece al Cazonci –máximo gobernante del reino purépecha– que unificó y expandió el señorío.
Al fallecer, sus restos fueron colocados en una yácata (pirámide) que se encontraba donde ahora está la Capilla del Calvario, justo al inicio del ascenso al mirador.
Las autoridades locales de la época pusieron al tanto a don Lázaro Cárdenas, gobernador de Michoacán, sobre el proyecto y este mostró interés en apoyar la idea, lo cual quedó asentada en uno de los libro de Actas de Cabildo de 1932, donde dice que el mandatario dio instrucciones y aportaciones para la carretera que conducía a lugar, sumados a los recursos aportados por el municipal
Según la autobiografía, hasta ahora inédita, de Juan Tirado Valle, artista que se encargó junto con Guillermo Ruiz de la edificación del monumento a Morelos en la Isla de Janitzio, el Estribo fue concebido por el general Cárdenas como una posibilidad para construir en el sitio una estatua a don Vasco de Quiroga y luego a don José María Morelos.
El sitio siempre le gustó al exgobernador, quien instruyó que se mejorara y reforzara, además de que colocarse una explanada que tenía una inigualable vista hacia el lago, sus islas, cerros y encantadores pueblos de los que resaltan las cúpulas de las torres de las antiguas iglesias.
Sobre la plataforma se levantó un kiosco de cemento armado, único en Michoacán. También se construyó una pirámide, como ejemplo ilustrativo para los visitantes, de lo que edificaba antiguamente el pueblo purépecha.
El maestro Antonio Salas en su libro Pátzcuaro, Cosas de Antaño y de Hogaño, escribe: “…de allí arranca una escalera que hizo construir el mismo Sr. Gral. La cual lleva al cráter del volcán…”, dicha escalera cuenta, aproximadamente con 400 escalones, que lleva a la cúspide del cerro.
En las inmediaciones del espacio se han encontrado vestigios que indican la existencia de un grupo de personas del señorío purépecha. Al lado del camino que lleva al mirador se encuentra tallado en una piedra un tablero de K ́uillichi Chanakua, un antiguo juego practicado durante la época prehispánica.
La composición geológica del cerro está mayormente formada por arena y grava, lo que llevó a los propietarios a explotar las minas pétreas desde 1930 y terminó por generar deterioro ecológico grave de tal forma que el propio mirador corría peligro de desaparecer.
Un grupo ambientalista con la amplia simpatía de la sociedad promovió que se detuviera su explotación y se declarase como Área Natural Protegida. Después de diversas acciones de la sociedad civil, se logró dicha declaratoria mediante el decreto del 22 de septiembre de 1994.
La calzada de piedra se mantuvo por casi 80 años con reparaciones menores, pero entre 2016 y 2021 se inició una intervención a gran escala que mejoró las condiciones tanto del camino como de la explanada del mirador. El lugar cuenta también con condiciones ideales para recorrerlo caminando o en bicicleta, los más intrépidos tienen oportunidad de hacer vuelos en parapente o ala delta.
Últimamente, en las redes sociales se generó una polémica sobre si para llegar a la explanada del mirador –es decir, los últimos 300 metros– se debe caminar o permitir el acceso a los vehículos.
Este asunto seguro dará de qué hablar; lo cierto es que el lugar mantiene en sí su atractivo que llama a convivir con la naturaleza, a dar un vistazo a sus encantadores paisajes y al Lago de Pátzcuaro que ha inspirado y se niega a morir.
