/ sábado 6 de noviembre de 2021

Al saxofón se le celebra con música viva

En Morelia podemos encontrar una escena que vive y vibra con el saxofón

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En un sentido, podríamos afirmar que el saxofón es el hermano menor que nació con la idea de superar a su hermano, el clarinete. Cuenta la leyenda que Adolphe Sax (Bélgica, 6 de noviembre de 1814) estaba incómodo como clarinetista, pues encontraba muchos defectos acústicos y quería encontrar otro tipo de sonido, por lo que en 1840 se metió al taller de su padre y construyó lo que ahora conocemos como saxofón, en honor a su apellido, como suele suceder con los grandes inventos.

Bastantes años después, en la ciudad de Morelia podemos encontrar una escena que vive y vibra con el saxofón, no importa si es un salón donde se toca salsa, un foro alternativo con bandas de ska o un festival especializado en jazz.

“Hay tanto público para escuchar sax que incluso creo que está desperdiciado”, afirma Edgar Mutt, a quien sería difícil encontrar sin que esté cargando su instrumento, como sucede la mañana de un viernes en que nos platica sus inicios en la música.

Comenzó a estudiar en el Centro de Educación Artística Miguel Bernal Jiménez (Cedart) pero luego emprendió el camino a los talleres del Conservatorio de las Rosas, donde conoció al precursor del jazz en esta entidad: el maestro Juan Alzate. Desde entonces, Edgar no ha soltado el saxofón, pues dice que es una herramienta con la que puede hacer prácticamente cualquier género musical, desde lo más académico hasta lo más popular. También pasó por la Escuela Superior de Música y uno de sus profesores -relata con mucho orgullo- fue Alejandro Campos, quien lo terminó de pulir como antecedente a su licenciatura en la Facultad Popular de Bellas Artes.

El gusto por la música viene de su familia, donde recuerda que un día descubrió el solo de saxofón de la canción “Louis”, la balada pop interpretada por Franco de Vita. “Me voló la cabeza”, acepta, pero también enloqueció cuando en un Jazztival vio tocar a Antonio Sánchez con Scott Colley, comprendiendo que no podía dedicar su vida a otra cosa que no sea tocar el sax.

Ahora, con el Edgar Mutt Jazz Quartet toca en diferentes foros, pero no desdeña toda clase de géneros que tengan a este instrumento como uno de sus protagónicos. “El sax es tan versátil que lo puedes hacer sonar con música clásica y hasta con el reggaetón; su naturaleza es tan simple que se adapta a prácticamente todo, pero desde luego que el jazz es y será la casa del saxofón”, concluye.

A Fredy Santamaría Pérez el destino le decía desde su nacimiento que terminaría tocando el sax en la capital michoacana. Su cuna es Guerrero, y para ser específicos, una pequeña comunidad rural llamada Morelita. En ese entorno creció escuchando música latina, cumbias, salsa, mambo, intérpretes como Aniceto Molina, Los Socios del Ritmo y el Súper Show de los Vázquez.

Empezó como percusionista en bandas de viento, pero al momento de pensar en su futuro, se inscribió a los cursos de verano de bachillerato del Conservatorio de las Rosas, en cuyos patios sigue caminando en una licenciatura que está por concluir. “Juan Alzate ha sido mi mejor maestro, es quien me ha formado principalmente en el jazz, él me quitó todos los vicios que traía como músico de calle y sobre todo me tuvo mucha paciencia”, recuerda entre risas.

Para Fredy, el saxofón es su propia voz, porque si no eres un buen cantante, afirma, el instrumento se convierte en tu extensión, “en tu personalidad”. Además de tocar incesantemente en diferentes lugares, este saxofonista no pierde el piso y desde hace un par de años forma públicos infantiles en Guerrero, pues está consciente del bien que hace llevar arte a donde hay pobreza, donde el futuro se ve complicado.

Otro alumno del bachillerato en el Conservatorio de las Rosas es Damián “Capitán Colibri” Calderas, un enfant terrible que se apropió del saxofón para crear melodías bailables en bandas como Los Meketrefes y Dulcinea. “No me considero un gran solista del instrumento, de hecho siempre lo he tocado en ensambles; si me preguntas, soy un saxofoñero”, acepta sin el menor pudor desde algún lugar del Caribe mexicano, donde anda de gira tocando la flauta transversal.

Sobre los temas propios donde el sax es el héroe de la historia, Damián recuerda a “Roberto”, grabado con Dulcinea, donde se relata la historia de un joven amante de lo ajeno que encuentra su salvación en el ska. Además, en “Chichis de choco milk” hay un solo de saxofón a la par de su voz, lo que la posiciona entre sus rolas favoritas.

No importa si son académicos, skateros, salseros o jazzeros: en Morelia, encontrar a intérpretes del saxofón es parte de un panorama cotidiano y placentero.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En un sentido, podríamos afirmar que el saxofón es el hermano menor que nació con la idea de superar a su hermano, el clarinete. Cuenta la leyenda que Adolphe Sax (Bélgica, 6 de noviembre de 1814) estaba incómodo como clarinetista, pues encontraba muchos defectos acústicos y quería encontrar otro tipo de sonido, por lo que en 1840 se metió al taller de su padre y construyó lo que ahora conocemos como saxofón, en honor a su apellido, como suele suceder con los grandes inventos.

Bastantes años después, en la ciudad de Morelia podemos encontrar una escena que vive y vibra con el saxofón, no importa si es un salón donde se toca salsa, un foro alternativo con bandas de ska o un festival especializado en jazz.

“Hay tanto público para escuchar sax que incluso creo que está desperdiciado”, afirma Edgar Mutt, a quien sería difícil encontrar sin que esté cargando su instrumento, como sucede la mañana de un viernes en que nos platica sus inicios en la música.

Comenzó a estudiar en el Centro de Educación Artística Miguel Bernal Jiménez (Cedart) pero luego emprendió el camino a los talleres del Conservatorio de las Rosas, donde conoció al precursor del jazz en esta entidad: el maestro Juan Alzate. Desde entonces, Edgar no ha soltado el saxofón, pues dice que es una herramienta con la que puede hacer prácticamente cualquier género musical, desde lo más académico hasta lo más popular. También pasó por la Escuela Superior de Música y uno de sus profesores -relata con mucho orgullo- fue Alejandro Campos, quien lo terminó de pulir como antecedente a su licenciatura en la Facultad Popular de Bellas Artes.

El gusto por la música viene de su familia, donde recuerda que un día descubrió el solo de saxofón de la canción “Louis”, la balada pop interpretada por Franco de Vita. “Me voló la cabeza”, acepta, pero también enloqueció cuando en un Jazztival vio tocar a Antonio Sánchez con Scott Colley, comprendiendo que no podía dedicar su vida a otra cosa que no sea tocar el sax.

Ahora, con el Edgar Mutt Jazz Quartet toca en diferentes foros, pero no desdeña toda clase de géneros que tengan a este instrumento como uno de sus protagónicos. “El sax es tan versátil que lo puedes hacer sonar con música clásica y hasta con el reggaetón; su naturaleza es tan simple que se adapta a prácticamente todo, pero desde luego que el jazz es y será la casa del saxofón”, concluye.

A Fredy Santamaría Pérez el destino le decía desde su nacimiento que terminaría tocando el sax en la capital michoacana. Su cuna es Guerrero, y para ser específicos, una pequeña comunidad rural llamada Morelita. En ese entorno creció escuchando música latina, cumbias, salsa, mambo, intérpretes como Aniceto Molina, Los Socios del Ritmo y el Súper Show de los Vázquez.

Empezó como percusionista en bandas de viento, pero al momento de pensar en su futuro, se inscribió a los cursos de verano de bachillerato del Conservatorio de las Rosas, en cuyos patios sigue caminando en una licenciatura que está por concluir. “Juan Alzate ha sido mi mejor maestro, es quien me ha formado principalmente en el jazz, él me quitó todos los vicios que traía como músico de calle y sobre todo me tuvo mucha paciencia”, recuerda entre risas.

Para Fredy, el saxofón es su propia voz, porque si no eres un buen cantante, afirma, el instrumento se convierte en tu extensión, “en tu personalidad”. Además de tocar incesantemente en diferentes lugares, este saxofonista no pierde el piso y desde hace un par de años forma públicos infantiles en Guerrero, pues está consciente del bien que hace llevar arte a donde hay pobreza, donde el futuro se ve complicado.

Otro alumno del bachillerato en el Conservatorio de las Rosas es Damián “Capitán Colibri” Calderas, un enfant terrible que se apropió del saxofón para crear melodías bailables en bandas como Los Meketrefes y Dulcinea. “No me considero un gran solista del instrumento, de hecho siempre lo he tocado en ensambles; si me preguntas, soy un saxofoñero”, acepta sin el menor pudor desde algún lugar del Caribe mexicano, donde anda de gira tocando la flauta transversal.

Sobre los temas propios donde el sax es el héroe de la historia, Damián recuerda a “Roberto”, grabado con Dulcinea, donde se relata la historia de un joven amante de lo ajeno que encuentra su salvación en el ska. Además, en “Chichis de choco milk” hay un solo de saxofón a la par de su voz, lo que la posiciona entre sus rolas favoritas.

No importa si son académicos, skateros, salseros o jazzeros: en Morelia, encontrar a intérpretes del saxofón es parte de un panorama cotidiano y placentero.

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