Didier Dorval, un nómada francés en Pátzcuaro

Heredero de la vanguardia parisina, el artista divide su tiempo entre el arte y la hotelería

Josafat Pérez | El Sol de Morelia

  · domingo 3 de enero de 2021

Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– Fotógrafo viajero, diseñador y coleccionista, Didier Dorval es esencialmente un artista multifacético de formación autodidacta, que lo mismo pasa del dibujo a la escritura y del libro de artista a la escultura colaborativa, con la ductilidad y apertura propia de la avidez infantil por experimentar con las formas, los colores, los sentidos.

Entrevistado en la antigua Casa de la Real Aduana, un hotel-galería que administra en Pátzcuaro, el artista de origen francés platicó con El Sol de Morelia sobre su periodo formativo, la experiencia juvenil en el mayo del 68, su trabajo y también de cómo recaló en la ciudad lacustre para establecer “La Folia”, taller abierto a artistas y artesanos de la región, en el cual reparte su tiempo junto al quehacer hotelero.

Iniciado en la fotografía antes de cumplir la mayoría de edad, Dorval cuenta que siempre buscó allegarse a maestros de quienes pudiese aprender “haciendo”, y más allá de matricularse en alguna academia, sus inquietudes lo fueron acercando a círculos de artistas e intelectuales parisinos, con quienes trabó amistad y encontró campo fértil para desarrollarse. El pintor y escultor Jean Dubuffet fue uno de los más importantes, pues con él colaboró a finales de los 70’s en varios proyectos y cultivó una amistad, más allá de la relación discípulo-maestro.

“Siempre me decía que debía poner más fuerza y empeño en el arte… experimentando, rechazando la parte comercial, él sabía qué hacer y cómo hacerlo, evitando la referencia de otros y atajando los comentarios externos”, dijo en referencia al creador del “arte bruto”.

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A los 21 años, después de su contacto con Dubuffet, trabajó como decorador de teatros en Suiza. A la par de ello, conformó un grupo de artistas e intelectuales junto al pintor Hugues Pisarro y, desde entonces, buscó establecer “un lugar de encuentro para las artes” que pudo comenzar a materializar hasta el año 2001, en forma de hotel-galería y taller. Para entonces había viajado a Turquía y a Siria siguiendo los pasos del místico militar Charles de Foucauld, a tomar fotos y a “explorar la caligrafía de esos lugares”, además de adentrarse en sus culturas. También había recorrido su país por cuatro años para captar esculturas, paisaje, edificios y toda clase de patrimonio material e inmaterial, a partir de un proyecto comisionado por el escritor André Malraux, entonces ministro de cultura en Francia.

Estudiar de manera autodidacta con los filósofos Gilles Deleuze y Roland, a mediados de los setentas, abonó a su espíritu nómada y a su escritura, la faceta menos conocida de Didier.


“No creo en la revolución”

“No hay una revolución que cambie algo, siempre regresamos de Luis XVI a Napoleón”, comenta con sorna luego de explicar que él no estuvo en las barricadas de 1968 y, pese a encontrarse en medio del conflicto estudiantil, se dedicaba profusamente a trabajar en un laboratorio fotográfico para revelar sus fotos.

“Estaba trabajando y no teníamos transporte en París. Eran 2 ó 3 horas para llegar librando todo. Aquéllo era una violencia fuera de control, también con provocación de parte de ambos lados: estudiantes y trabajadores contra gobierno”, dice al subrayar que tampoco se interesó por documentar el mayo francés, pues más bien buscaba en la foto “la luz, la belleza y la combinación de movimiento, volumen, perspectiva”.

Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

Como fotógrafo, Didier Dorval trabajó haciendo publicidad y comunicación corporativa para Club Med, agencia turística de Francia, lo cual le permitió viajar por el mundo y conocer países en Asia y África, antes de establecerse en Toronto (Canadá) en 1986, donde estableció su propia agencia de publicidad.

“Cansado del sistema”, buscó dónde establecer su proyecto, de la mano de Gema, su actual pareja, y después de visitar ciudades mexicanas, ambos encontraron una casona en el centro de Pátzcuaro, que compraron y remodelaron entre el 2001 y 2003, para convertirla en “La Folia”.

Artista y hotelero, vocación compartida

“Ser artista es una vocación en el sentido de que no puedo imaginarme en otra cosa, además de ser hotelero. Siempre estamos ocupados con la casa, el jardín y los huéspedes, porque todo es arte, incluso estar hablando de arte con ellos, despertar su interés y curiosidad”, explica sonriente.

Se le pregunta por su día a día en ese museo donde habita, entre obras gráficas, esculturas, máscaras y pinturas de varios maestros del siglo pasado.

“Cuando no hay clientes trabajo más, cuando llegan ideas me levanto en la noche para anotar frases, dibujos, apuntes… si tengo la posibilidad de pasar directamente al papel es mejor para mí, para no dividir el tiempo entre la idea y la acción”, dice al dejar fotografiar un libro japonés lleno de dibujos eróticos y realizado con factura impecable.

“El placer principal del artista es ver la reacción, el resultado de una etapa o un proceso”, advierte.

Al llegar a Pátzcuaro hace dos décadas, lo capturó la vitalidad del arte popular michoacano y, a pesar de que observa la transformación y pérdida de algunas tradiciones, dice que hay mucha fuerza en el trabajo de artesano y artistas de esta tierra.

“Viviendo aquí yo puedo ver más y mi filosofía es evitar la repetición… descubrir, encontrar otra versión de hacer las cosas… Si hablamos de influencia y referencia, Michoacán es un lugar fuerte”.