Morelia, Mich (OEM/Infomex).- El Carnaval, “La fiesta de la carne”, por su significado etimológico, es una festividad que en Michoacán se celebra con música, baile y color, esto previo a la cuaresma.
La celebración comienza con antelación al Miércoles de Ceniza, fecha católica con la que se inicia la cuaresma, y al menos en Morelia, Charo y Tarímbaro celebran con grandes festivales de toritos de petate, así como en las comunidades indígenas de Corupo, Cherán, Nurio y Zacán ubicadas en la Meseta Purépecha.
Durante esta temporada, comparsas recorren las calles acompañados por músicos, así como personajes tradicionales como la maringuía y el apache bailan alrededor del torito de petate, atrayendo espectadores por diversos lugares, y algunos recaudando dinero por la danza.
Los mazahuas, en el oriente del estado, celebran el Carnaval con la danza de santiagueros y sonajeros, tradición de más de 400 años que se enmarca en torno al Señor del Monte, en el municipio de Tlalpujahua
En tanto, en Cuitzeo, municipio ubicado a unos 30 kilómetros de la capital michoacana “la fiesta de la carne” es celebrada con un desfile de mojigangas que ha ganado notoriedad
Se trata de un desfile en donde participan más de medio centenar de figuras de hasta 10 metros de altura realizadas con cartón, carrizo y papel y que son manejadas (como marionetas) por personas que bailan al ir avanzando.
La historia del Torito de Petate
El historiador investigador Jorge Amós Martínez Ayala, escribió en la extinta revista Rosa de los vientos un artículo titulado “Mitos y ritos del toro durante el carnaval en Morelia”, en el que menciona que la tradición “está profundamente vinculada a la leyenda del toro y al pensamiento tradicional bantú - una cultura africana”.
De acuerdo con Martínez Ayala, “los personajes y la anécdota central de la representación coinciden con festejos que se dan a lo largo del continente, desde el norte de Argentina hasta Santa Fe, de Nuevo México; sin embargo, existen muchas coincidencias con una representación que se hace en el nordeste de Brasil, donde se llama Bumba meu boi”.
El historiador refiere que los brasileños no han tenido problema alguno en reconocer en el torito la herencia africana, en específico de la región donde ahora está Angola, a diferencia de lo que ocurre con México, pues pareciera que lo africano es algo muy lejano en todo sentido.
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Incluso, en una entrevista anterior, el propio Martínez Ayala refirió que existe la creencia de que el torito de petate fue traído a Morelia por Vasco de Quiroga, “la gente de Morelia sabe que está en Copándaro, pero probablemente no sepan que está en Zamora, en la Meseta, en la costa, entre los mazahuas y otomíes; entonces se supone que el origen es local y se inventan historias como que Vasco de Quiroga la trajo, eso suena lógico si estás aquí –en Morelia-, pero ¿cómo explicas su existencia en Colombia, en el nordeste de Brasil o el norte de Argentina?”.
Entonces, para sostener la hipótesis del origen africano, Martínez Ayala describe las acciones que realizan los danzantes con sus mojigangas en el recorrido, al mismo tiempo en que las relaciona con el pensamiento bantú.
Primero, refiere que, en el recorrido, cuando el baile del torito se representa frente a la casa de un “compadre”, la danza termina con la muerte del personaje, para lo cual se coloca un machete en el testuz, “después de lo cual se levanta (pues se inclina para indicar que ha muerto) y comienza de nuevo a bailar”.
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Otro elemento es que se relaciona con la teofagia, es decir el rito religioso que consiste en consumir un alimento considerado divino. Para ello, Martínez Ayala expone lo que se realiza en lugares como Estación Queréndaro, pues ahí “se le colocan panes pegados al armazón de carrizo, los cuales se reparten entre los asistentes”.
Un tercer elemento es que el torito tiene identidad propia, es decir, “para los participantes el armazón de carrizos que representa al torno no es una mojiganga, es como si fuera un animal vivo’, con su registro ante la autoridad local”.
El historiador añade que, en narraciones y representación, el torito tiene una conexión con el agua y explica que “el último día se reparte el agua que bebe el toro o el agua del toro, que consiste en aguas de sabores para los niños, pulque, cerveza o ponche para los mayores. Se trata de una libación ritual que tiene carácter propiciatorio”.
Casi al finalizar, Martínez Ayala menciona que puede ver en la leyendas y música que tiene de trasfondo el torito como “una tradición viva y útil que nos explica el mundo, no de la manera solemne y rígida del cristianismo, sino mediante el sandungueo africano con el que seguimos, sin saberlo, al animal (al tótem), al ancestro que nos representa como grupo, como comunidad”.