El cine hecho por michoacanos

En 17 años de vida, el Festival Internacional de Cine de Morelia ha sido la plataforma para que distintos realizadores del estado nos cuenten historias bajo distintos formatos

Francisco Valenzuela | El Sol de Morelia

  · domingo 20 de octubre de 2019

Foto: Fernando Maldonado

Morelia, Michoacán (OEM-Infonmex).- En el 2003, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) nacía como un proyecto muy arriesgado que, sin embargo, era impulsado por tres personajes de mucho peso.

Por un lado, la especialista y promotora Daniela Michel, quien ya era reconocida por organizar las Jornadas de Cortometraje Mexicano en el entonces Distrito Federal; a ella, le acompañaba el empresario Alejandro Ramírez, propietario de la cadena Cinépolis, y Cuauhtémoc Cárdenas Batel, con sangre política innegable en las venas, pero que así marcaba el camino que elegía como forma de vida.

En ese primer festival donde la invitada más popular fue la actriz Salma Hayek, el FICM prometió ser una plataforma para impulsar a los nuevos cineastas mexicanos y un año más tarde incluyó una sección de competencia exclusiva para realizadores originarios o radicados en Michoacán. Al llamado acudieron todo tipo de voces: Pavel Rodríguez, Ricardo Benet, Paulina Velasco, Juan Paulín, Zimón Avellaneda y Manuel Cisneros, entre otros.

Entonces no sabíamos qué tan exitosa sería la apuesta por el FICM y mucho menos si se podía generar una camada de cineastas locales a futuro. Muchos años después la respuesta es afirmativa, pues el encuentro cinematográfico goza de cabal salud y se ha posicionado quizá como el más importante del país. En tanto, un grupo de realizadores se han tomado en serio la profesión cinematográfica, al grado de que algunos de ellos ya cuentan con largometrajes y reconocimientos en otros festivales.

JUAN PAULÍN LARA

De bajo perfil, un tanto tímido en el trato pero agradable en la conversación, Juan Paulín Lara es el cineasta michoacano con más participaciones en el FICM, la mayoría en el terreno de la animación. Comenzó desde la primera edición con Blanco y Violeta, un muy pequeño experimento de apenas dos minutos que fue producido por Solaris, que para ese entonces fungía como el mejor espacio para generar cine independiente.

En 2006 regresó para presentar Loby, ya con el sello que le acompaña hasta el día de hoy: películas animadas que él mismo escribe, dirige, dibuja, edita, musicaliza y produce. “Me gusta trabajar solo, encerrado en mi casa, ahí escribo los guiones y luego me aviento todo el trabajo hasta que queda listo”, ha confesado en diversas ocasiones.

Esta fórmula le ha resultado muy efectiva, pues desde ese encierro voluntario poco a poco se ha proyectado como un cineasta serio que ya ha participado en festivales como el CutOut Fest, el FIN Atlantic International Fest, el Firenze Film Corti Festival, el Festival de Cine de Madrid, el International Festival Glasgow, el Shorts México, el Monterrey International Film Festival, el Vetaras Film Festival y el Boston Latino International Film Festival, entre muchos otros.

La cuenta ronda las 60 palmas de participación en todo tipo de festivales, lo mismo en América que en Europa. Uno de sus cortos más exitosos es Tiempo en el bosque, con más de 20 invitaciones a festivales de carácter internacional.

Y si hablamos de tiempo, Paulín nunca lo pierde, pues apenas termina una producción cuando ya tiene al menos otros tres guiones terminados y listos para llevarse a cabo. Es, sin duda, una de las mejores promesas del cine de animación en México, y no nos extrañe que en un corto plazo lo veamos en producciones más ambiciosas.

ADRIÁN GONZÁLEZ CAMARGO

Su primera participación en el FICM fue con el corto Solicitamos asesinos, una comedia negra también producida por Solaris, fundada por Juan Pablo Arroyo. Adrián se mostraba juguetón con esta historia, pero lo de ser cineasta se lo tomó muy en serio. Tanto así que cursó un master en guionismo cinematográfico en la Universidad Estatal de California con la beca Fulbright-García Robles.

Pronto le apostó a la titánica tarea de dirigir un largometraje de ficción, algo que parecía imposible en el ámbito local, donde no hay estímulos institucionales ni de la Iniciativa Privada. Con toda la adversidad y con el apoyo de la productora michoacana Sinestesia, logró concluir Enero en 2013, la historia de dos amantes que deben huir después de perpetrar un crimen. Rodada en Erongarícuaro, la película muestra cómo las relaciones humanas pueden pudrirse de un momento a otro, pues el supuesto amor incondicional vaya que tiene fragilidades.

Entusiasmado con las producciones de largo aliento, González Camargo dirigió en mancuerna con Juan Alberto Malo el drama urbano Andrea en una caja (2014) en el cual vemos a dos mujeres enamoradas que no pueden llevar una vida sin reclamos.

A la par, el egresado de la Universidad Latina de América ha presentado en el FICM los cortometrajes Donde reside la esperanza y Lichtspiele, el documental 100 años nicolaitas en codirección con Alberto Zúñiga y para este 2019 le apostará a Una breve historia, ficción de dos jóvenes en problemas que parecen no terminarán bien.

Con su trabajo, Adrián ha tenido presencia en festivales como el ArchFilm Lund, en Suecia; el encuentro ecuatoriano El Lugar sin límites y el Cineautopsia, de Bogotá. Actualmente su nuevo largometraje, El origen de las princesas, se encuentra en fase de posproducción.

JUAN PABLO ARROYO ABRAHAM

La historia de Juan Pablo Arroyo se cuenta por dos vías: una como el impulsor de la escuela de cine Solaris; la otra, como director de ficciones y documentales con carga política y social. Durante la primera edición del FICM, Arroyo produjo varios cortos participantes y facilitó las instalaciones de la mencionada escuela para proyectar varias películas; además de organizar una charla con el polémico escritor y director colombiano Fernando Vallejo.

Su primera incursión como director participante fue con el documental El Coyotito (2007) donde siete artesanos de Tzintzuntzan muestran temor porque se oficio se pueda extinguir en el corto plazo. Continuando con temáticas sociales, Juan Pablo mostró en 2008 Clandestino, el crudo testimonio de cinco exguerrilleros que en la década de los 70 participaron en la llamada “Guerra sucia” en México. Ahí ganaría su primer Ojo, la escultura diseñada por Javier Marín con el que se premia a los ganadores del festival.

Egresado de la maestría en Dirección Cinematográfica de la Escuela Superior de Artes y Espectáculos TAI (Madrid), Arroyo ha dirigido 10 películas entre cortometrajes y documentales, pero su debut en el largo aliento fue con Día seis (2016) coescrito con Adrián González Camargo, con las actuaciones de Abril Cira, David Medel y Andrés Montiel.

La cinta tiene un muy largo recorrido por festivales de ciudades como Miami, Nueva York, Los Ángeles y Barcelona, ganando además en el Cosmocinema International Film Festival de Londres, el Nice International Film Festival de Francia y el Matera Voce Spettacolo de Italia.

MARIANO RENTERÍA GARNICA

Uno de los directores más finos a la hora de darle vida a la cámara es este joven michoacano que en 2010 obtuvo el Premio Estatal de la Juventud en la categoría de Arte y Cultura. Sus cortometrajes documentales se distinguen por el cuidado visual, por pulir cada detalle y salirse de las convenciones, ya que prefiere la poesía narrativa a la voz en off que cada vez es más obsoleta.

En 2012, el documental Aún nos queda el recuerdo participó en el Encuentro Cinelatino de Toulouse; la 52ª Semana de la Crítica del Festival de Cannes; el Festival de Cine Latino de San Diego y el Foro Documental BORDOCS en Tijuana.

Dos años después, El sudor de la agonía se presentó en el FIC Monterrey, el Festival Internacional de Cine de Edimburgo y la décima edición de DocsDF. El documental fue ganador del premio a Mejor Cortometraje en el 12º FICM y nominado a Mejor Dirección de Fotografía de Cortometraje en el Festival Internacional de Cine de las Artes Cinematográficas Camerimage, en Polonia. Otros de sus trabajos son Día uno (2015) La esquina del mundo (2016), Central transitoria (2017) y K’uaníndikua (2018).

En todos ellos se ve un ojo artesanal que narra lo que le ha tocado presenciar: una antigua terminal de autobuses tomada por artistas gráficos; un cine que guarda pura nostalgia entre sus muros; la belleza de atestiguar el alumbramiento de la vida y la inmensidad del mar y su relación con el diminuto ser humano.

En alguna conversación para quien esto escribe, Rentería Garnica apuntó que “el cine es una construcción visual y sonora que puede o no contar historias, pero sí debe hacer sentir”. Y sobre su preferencia por el documental, aduce: “No termino por dominar la dirección de actores, tal vez por eso no le he entrado a la ficción, pero claro que me gustaría hacerla”.

MUJERES EN EL FICM

Aunque menos numerosas en cuanto a participaciones, las mujeres michoacanas con presencia en el Festival han demostrado que la calidad no es una cuestión de género. Como ejemplo está la cinefotógrafa de origen español Anna Soler Cepriá, codirectora del documental Los días sin Joyce, en mancuerna con Agustín Oso Tapia, premiado como el Mejor Documental el IV Festival Internacional de Cine de Baja California. Además, es fotógrafa de los ya mencionados largometrajes Enero y Día seis.

Otras mujeres con buenas presentaciones en el FICM son Alba Sovietina Estrada, Yadira Arellano, Lubianca Durán (ganadora de la edición 11), Andrea Esquivel, Ana Ireri Campos, Magali Reyes, Alexa Gutiérrez, Karla Daniela Oceguera, Magda Cacari, Diana Cruz González y Lucy Luna. En tanto, Cristina Bustamante logró el premio a Mejor Guion Michoacano y en este 2019 participará con su cortometraje El Silencio de Dios.