/ martes 21 de enero de 2020

Femininjas, firme pese a adeudos federales

Actores no han podido cobrar honorarios que la federación les debe por el programa Teatro escolar

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- ¿Se puede vivir en paz cuando una compañera de escuela ha sido asesinada y su cuerpo abandonado en pleno parque? Esa es la interrogante que cunde entre los protagonistas de Femininjas, puesta en escena que el martes 21 de enero celebró sus primeras 40 funciones en el Teatro Ocampo de Morelia, motivo por el cual se develó una placa conmemorativa.

Escrita por Verónica Villicaña y dirigida por Everth Yamil García Islas, la obra elegida como parte del programa Teatro Escolar 2019-2020 es una acertada reflexión en torno a los feminicidios que no paran en México, pero también se detiene a analizar por qué desde la niñez y adolescencia no se tiene una comprensión plena de la violencia social, el acoso, el machismo y otras prácticas que en el peor de los escenarios concluye con crímenes que además tienen una alta probabilidad de quedar impunes.

La dramaturgia a cargo de Villicaña se concentra en una escuela secundaria donde los personajes son comunes: dos chicas que se preparan para la tardeada del año, un joven sin muchos amigos que encuentra en el lenguaje verbal (y el no verbal) una herramienta de autodefensa contra su soledad, y otro muchacho que se muestra más empático con los problemas que se van suscitando.

Hay además una profesora que imparte la materia de historia y toca el tema de la Segunda Guerra Mundial, donde más tarde la referencia del nazismo se contrapondrá en un debate sobre el movimiento feminista.

Con lenguaje actual y una escenografía sencilla que nos transporta al salón de clases y a un parque donde se recuerda a la mujer asesinada, Femininjas sobresale por un tratamiento inteligente que nunca cae en gastados estereotipos ni en lugares comunes.

El trabajo actoral también se desmarca de los muchas veces desgastados acentos anacrónicos que se repiten en obras juveniles, pues se nota un esfuerzo por lucir al natural, como si escucháramos las conversaciones de adolescentes que están por entrar a la segunda década del siglo XXI.

En ese sentido, es de destacar el esfuerzo de Sofía Herrera Sánchez y Selina Barreras Maciel, quienes caracterizan a las compañeras de clase frustradas porque de ahora en adelante les exigirán faldas largas y les habrán de prohibir salir de noche.

Lo mismo sucede con Luis Enrique Betanzo y Víctor R. Vieyra, dupla que hace buena química al integrar esa clásica pareja del chico malo y el chico guapo, ambos neutralizados cuando descubren que detrás de las apariencias existen verdades inevitables.

Destacada también la doble participación de Verónica Reyes, quien interpreta a la profesora de clases y a Alma, la chica que ama las patinetas pero que ha perdido el equilibrio que se supone ya tenía dominado, un papel pequeño en apariencia, pero clave para entender el mensaje de la obra.


Otro punto para el análisis es cómo esta puesta en escena lleva al espectador a diferentes estados de ánimo. Al tratar situaciones comunes como los chistes entre compañeros o los primeros intentos de romance, hay risas y expresiones de júbilo entre quienes ocupan las butacas, pero poco a poco la comedia se convierte en drama y en cierta desesperanza, pues como aduce uno de los personajes, en este país los crímenes nunca se resuelven porque no estamos viendo una serie policíaca gringa.

Por último, hay que destacar las herramientas coreográficas de la obra que recurren al baile urbano y las artes marciales. No se trata de recursos gratuitos, caprichosos, ni para el relleno; son, en cambio, elementos que cobran relevancia hacia la parte final de la función y donde todos los personajes se suman al clamor por ponerle un alto a la violencia, pues todos los ciudadanos merecemos caminar, bailar y divertirnos sin tener miedo.

La obra a cargo del grupo La Luciérnaga Teatro ha cumplido sus primeras 40 representaciones con buena aceptación del público, que en su mayoría se ha compuesto por alumnos de secundaria. Lo irónico es que a la fecha la producción no ha podido cobrar sus honorarios debido a la indiferencia de las autoridades culturales a nivel federal.

Pese a ello, se asegura que será cuestión de días para que la Secretaría de Cultura de Michoacán pueda por fin bajar los recursos enviados a finales del año pasado y así cubrir el pendiente con esta compañía michoacana.

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- ¿Se puede vivir en paz cuando una compañera de escuela ha sido asesinada y su cuerpo abandonado en pleno parque? Esa es la interrogante que cunde entre los protagonistas de Femininjas, puesta en escena que el martes 21 de enero celebró sus primeras 40 funciones en el Teatro Ocampo de Morelia, motivo por el cual se develó una placa conmemorativa.

Escrita por Verónica Villicaña y dirigida por Everth Yamil García Islas, la obra elegida como parte del programa Teatro Escolar 2019-2020 es una acertada reflexión en torno a los feminicidios que no paran en México, pero también se detiene a analizar por qué desde la niñez y adolescencia no se tiene una comprensión plena de la violencia social, el acoso, el machismo y otras prácticas que en el peor de los escenarios concluye con crímenes que además tienen una alta probabilidad de quedar impunes.

La dramaturgia a cargo de Villicaña se concentra en una escuela secundaria donde los personajes son comunes: dos chicas que se preparan para la tardeada del año, un joven sin muchos amigos que encuentra en el lenguaje verbal (y el no verbal) una herramienta de autodefensa contra su soledad, y otro muchacho que se muestra más empático con los problemas que se van suscitando.

Hay además una profesora que imparte la materia de historia y toca el tema de la Segunda Guerra Mundial, donde más tarde la referencia del nazismo se contrapondrá en un debate sobre el movimiento feminista.

Con lenguaje actual y una escenografía sencilla que nos transporta al salón de clases y a un parque donde se recuerda a la mujer asesinada, Femininjas sobresale por un tratamiento inteligente que nunca cae en gastados estereotipos ni en lugares comunes.

El trabajo actoral también se desmarca de los muchas veces desgastados acentos anacrónicos que se repiten en obras juveniles, pues se nota un esfuerzo por lucir al natural, como si escucháramos las conversaciones de adolescentes que están por entrar a la segunda década del siglo XXI.

En ese sentido, es de destacar el esfuerzo de Sofía Herrera Sánchez y Selina Barreras Maciel, quienes caracterizan a las compañeras de clase frustradas porque de ahora en adelante les exigirán faldas largas y les habrán de prohibir salir de noche.

Lo mismo sucede con Luis Enrique Betanzo y Víctor R. Vieyra, dupla que hace buena química al integrar esa clásica pareja del chico malo y el chico guapo, ambos neutralizados cuando descubren que detrás de las apariencias existen verdades inevitables.

Destacada también la doble participación de Verónica Reyes, quien interpreta a la profesora de clases y a Alma, la chica que ama las patinetas pero que ha perdido el equilibrio que se supone ya tenía dominado, un papel pequeño en apariencia, pero clave para entender el mensaje de la obra.


Otro punto para el análisis es cómo esta puesta en escena lleva al espectador a diferentes estados de ánimo. Al tratar situaciones comunes como los chistes entre compañeros o los primeros intentos de romance, hay risas y expresiones de júbilo entre quienes ocupan las butacas, pero poco a poco la comedia se convierte en drama y en cierta desesperanza, pues como aduce uno de los personajes, en este país los crímenes nunca se resuelven porque no estamos viendo una serie policíaca gringa.

Por último, hay que destacar las herramientas coreográficas de la obra que recurren al baile urbano y las artes marciales. No se trata de recursos gratuitos, caprichosos, ni para el relleno; son, en cambio, elementos que cobran relevancia hacia la parte final de la función y donde todos los personajes se suman al clamor por ponerle un alto a la violencia, pues todos los ciudadanos merecemos caminar, bailar y divertirnos sin tener miedo.

La obra a cargo del grupo La Luciérnaga Teatro ha cumplido sus primeras 40 representaciones con buena aceptación del público, que en su mayoría se ha compuesto por alumnos de secundaria. Lo irónico es que a la fecha la producción no ha podido cobrar sus honorarios debido a la indiferencia de las autoridades culturales a nivel federal.

Pese a ello, se asegura que será cuestión de días para que la Secretaría de Cultura de Michoacán pueda por fin bajar los recursos enviados a finales del año pasado y así cubrir el pendiente con esta compañía michoacana.

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