Gertrudis, lanza fiel
Sofía Stamatio
María Gertrudis Teodora Bocanegra Lazo Mendoza pasó a los libros como Gertrudis Bocanegra. Fue una de tantísimas mujeres que hicieron posible la independencia de México. Y, como tantas otras, apenas se guarda registro de su vida. La historia ha tendido a ser mezquina cuando se trata de retratar el mundo femenino.
“Hay un vacío historiográfico que se ha empezado a cubrir en las últimas décadas por parte de la comunidad de historiadoras, sobre todo, y algunos compañeros historiadores también, que están tratando de volver la mirada hacia procesos del pasado desde la perspectiva de género”, indicó en entrevista Mariana Reyna, historiadora michoacana y docente de la Universidad Autónoma de México (Unam) en Morelia.
Parece una curiosa coincidencia que su nombre provenga del germano Gertrud, compuesto de ger (lanza) y trut (fiel, valioso), es decir “lanza fiel”. No pudo haber sido más adecuado, al herir como lanza el statu quo colonial y permaneciendo fiel hasta la muerte, a pesar de la tortura y el sufrimiento.
“Las mujeres siempre han tenido un papel sumamente relevante en los procesos de cambio social y de transformaciones en todas las épocas. En la Historia tradicional, la que nos enseñan en la primaria o secundaria, hay muy poco espacio para las historias de las mujeres”, señala Mariana Reyna.
Gertrudis, incendiaria
Gertrudis nació en Pátzcuaro, Michoacán, el 11 de abril de 1765. Criolla, fue la hija menor de comerciantes españoles de clase media. Ese mismo año, nació José María Morelos en la entonces Valladolid. Los dos fueron piezas clave en los inicios de la Guerra de Independencia.
Para Michoacán, la década de 1760 significó numerosos conflictos sociopolíticos. Las Reformas Borbónicas, la expulsión de los jesuitas, los altos impuestos fijados por la Corona y la detención de Felipe Neve, militar insurgente, fueron motivo de rebeliones que llegaron hasta las Casas Reales. En estas circunstancias agitadas nace y crece Gertrudis.
Desde temprana edad devoró cuanto libro se cruzó en su camino. Fue asidua lectora de autores de la Ilustración, como Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Diderot. De ellos absorbió ideales como la búsqueda de la felicidad, la soberanía de la razón, la libertad, el progreso, el gobierno constitucional, así como la separación del estado y la iglesia. Con esta formación, adherirse a la Guerra de Independencia fue natural para Gertrudis.
En 1784 se casa con un joven soldado realista del regimiento provincial, Pedro Advíncula de la Vega. Ella tenía 18 años y tuvieron tres hijas y un hijo. En 1810, una enardecida Gertrudis de 45 años convence a su esposo e hijo Manuel de enlistarse en las filas rebeldes al mando de Manuel Muñiz, mientras ella funge como correo insurgente entre Pátzcuaro y Tacámbaro, ocultando provisiones y cartas entre sus enaguas y enseres. Pedro y Manuel Advíncula mueren en la batalla de Puente de Calderón, el 15 de enero de 1811.
A pesar del dolor, en 1815 Gertrudis regresa a Pátzcuaro, dispuesta a hacer todo lo necesario por la causa independentista. Desde ahí se dedica a organizar a los insurgentes con el objetivo de tomar la ciudad. Aporta información, armamento, dinero y víveres, además de abrir su casa para llevar a cabo reuniones.
En una época donde las mujeres no podían acceder a sus bienes, donde su espacio se restringía al hogar o al convento, y ni hablar de participar en la vida política, resulta aún más admirable la convicción y el empeño de Gertrudis con la causa independentista. No sólo hizo temblar al régimen español fungiendo como espía, sino que también puso en jaque los roles tradicionales asignados al género femenino.
Gertrudis es delatada y entregada a las tropas enemigas en octubre de 1817. Es apresada y torturada durante días y de maneras inhumanas, pero ella se niega a confesar. Finalmente, se le condena a muerte y el 11 de octubre se ordena su fusilamiento al pie de un fresno en la plaza principal de Pátzcuaro, tras ser humillada públicamente. Ella, con el temple y fuerza que la caracterizaron, frente al pelotón y en su último minuto arenga a los soldados realistas a unirse al movimiento insurgente.
La lanza fiel, aún al pie de la muerte, sembraba semillas de libertad.
La falta de difusión
Para Mariana Reyna, quien también es activista feminista, las historias de las mujeres en las movilizaciones sociales, apenas se han logrado rescatar a través de la Historia Subalterna, una teoría nacida en los años setentas.
“Gracias a su propuesta metodológica comienzan a institucionalizarse los intentos de recuperar las voces de actores que habían sido silenciados antes, como las voces de las mujeres”, indica.
Puntualiza que estas transformaciones vividas en el campo historiográfico durante las últimas décadas del siglo XX “ahora toman mucha fuerza, con el auge de los movimientos feministas”.
Sofía Stamatio (CDMX, 1984). Activista feminista, comunicadora y madre.