Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En una entrevista para la revista Tierradentro, la escritora Sylvia Arvizú afirmó que escribir desde el encierro “significa lo mismo que pintar, cantar, coser una costura u hornear un pan. Significa una continuidad (…) significa seguir respirando, seguir existiendo. Que la vida no termina al cruzar el portón principal”.
Encerrada por defenderse de la violencia que ejercía su pareja, leyó tantos libros dentro de una prisión de Sonora que logró la transición a ser escritora y publicó Breve azul (2008), Mujeres que matan (2013) y Las celdas rosas (2018), actividad que le hizo ganar en múltiples ocasiones el Concurso Interpenitenciario de Literatura José Revueltas. Ya en libertad, le reveló a Los Angeles Times que “la literatura sana, enriquece, abraza, comprende, acompaña”.
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Fomentar el gusto por los libros entre las personas privadas de la libertad es una actividad que engrandece el alma, dice en entrevista para este medio el escritor Leopoldo González Quintana, quien desde hace dos meses comenzó a integrar al lado de Raúl Casamadrid el taller literario “Héctor Belascoarán Shayne”, como un homenaje al escritor Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica que visitó a los presos en Mil Cumbres para animarlos a devorar páginas impresas.
La actividad se impartirá en el penal de Alto Impacto y en el David Franco Rodríguez, donde los trabajos previos han consistido en inscribir a los alumnos, dar sesiones informativas y una sesión introductoria para que sepan que se trata de un curso-taller de lectura, escritura y literatura. Otros dos grupos se han constituido en el penal de Uruapan, tanto en el área varonil como la femenil.
De manera puntual, se van a revisar las obras de Taibo con su famoso detective, un treintañero que por un tiempo se dedicó a la ingeniería electromecánica, pero que después se especializó en investigaciones policiacas mediante un curso por correspondencia. Además de la saga, en el taller se analizarán las novelas históricas del nacido en Gijón, así como otras historias de ficción fuera del género negro. Algunos autores incluidos en el programa serán Octavio Paz y Jaime Sabines, entre otros escritores de habla castellana.
González Quintana afirma que se plantean dos objetivos: que los internos lean más y mejor, además, que se animen a escribir, que entreguen historias propias que puedan ser autobiográficas y a partir de ello se hará una selección con la mira de editar uno o dos libros de narrativa, poesía y ensayo.
“Los internos están ávidos de visitas del exterior y necesitados de lectura; saben que nosotros somos agentes que llevamos la cultura a los centros penitenciarios y eso les da mucho gusto. Los pocos libros que ya hemos compartido son muy bien asimilados; vaya, los reciben como si fueran hombres y mujeres esponja”, celebra.
A diferencia de un estudiante promedio que suele despreciar la materia de literatura, los internos lo ven como una oportunidad de contacto y de conocimiento del mundo exterior; “nos piden libretas, lápices, lo que se necesite para trabajar”. En total, 160 personas recibirán la capacitación, lo que entusiasma de sobremanera a González Quintana, coordinador de cultura en los Centros Penitenciarios del Estado.
Leer es un camino de regreso a la vida: Taibo II
En su apadrinamiento del taller, Paco Ignacio Taibo II le dijo a los presos de Mil Cumbres que leer es un camino de regreso a la vida. “No sé cuántos de ustedes estén aquí porque metieron la pata, porque se dejaron llevar por el lado oscuro, o cuántos lo estén por errores judiciales, pues no es raro que los inocentes estén adentro y los culpables afuera”.
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Para inculcarles el gusano de los libros, añadió que “leer cura todo, cura enfermedades, sacude telarañas para que no regresen, mata neuronas pendejas que uno tiene en la cabeza, te abre puertas, te dice que hay otro mundo posible, leer es una ventana fundamental para quien esté en prisión”.
Es conocido que libros cumbre de la historia han sido escritos tras las rejas por sus autores. Ahí están ejemplos como El Príncipe de Maquiavelo; Fanny Hill. Memorias de una cortesana, de John Cleland, y De profundis, de Oscar Wilde. En Lecumberri, el llamado Palacio Negro donde cayeron activistas políticos, se escribieron obras como El Apando, de José Revueltas; Se está haciendo tarde, de José Agustín, y Los días y los años, de Luis González de Alba.
“¿Por qué vivir un mundo cuando puedes vivir muchos mundos? ¿Por qué vivir una vida cuando puedes vivir muchas vidas?; la lectura es eso, la posibilidad de vivir otras vidas”, concluyó Taibo en su visita a Mil Cumbres.