/ miércoles 6 de julio de 2022

Juan Carlos Doce, genio moreliano de la restauración y el diseño

Ha colaborado en proyectos del Hotel Cantera Diez, Hotel de la Soledad, Hotel Casa Vieja, Plaza U, entre otras

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Todo es luz. En el estudio de Juan Carlos Doce los objetos brillan con intención, nada es casualidad. Las lámparas de yoyos, trompos, baleros y tablitas se imponen colosalmente en una gigantesca mesa en la que uno se siente diminuto.

Lee también:Injusto no confiar en morelianos para diseño de nuevo skatepark: Daniel Vallejo

Alrededor, tiene varios cuadros de óleo en la que figuran músicos, artesanos y pescadores, así como un librero que funciona para complementar el espacio. Es ingeniero de la construcción, arquitecto, diseñador, animador 3D, músico y fotógrafo.

Luce tranquilo, su expresión no es la de alguien que se hizo viral por sus diseños de lámparas basados en juguetes tradicionales, mismos que ahora exporta a distintas partes del mundo.

“Después de terminar la escuela, yo veía que mis amigos empezaban a sufrir buscando trabajo y siempre decía que era algo que yo no quería hacer, yo buscaba dedicarme a lo que me gustara y me llenara. Entonces empecé a diseñar páginas de internet, maquetas virtuales, todo lo 3D y me fue muy bien”.

Esa inquietud natural lo llevó a introducirse en el mundo de la construcción, siendo el proyecto del Hotel Cantera Diez en el 2007, un trabajo que terminó por catapultarlo dentro de la ciudad al abrirle la puerta para convertirse en uno de los mejores restauradores de inmuebles antiguos, por los que ya nadie apostaba un peso.

La metodología que utiliza antes de comenzar una restauración consiste en visitar el lugar, argumenta que eso le otorga una experiencia única, pues hay ocasiones en las que los espacios le generan una sensación horrible de abandono y es ahí donde comienza su labor: generar la metamorfosis a través de sus ideas y creatividad.


De esta manera, es como ha intervenido el Hotel la Soledad (2008) y Casa Vieja (todavía en construcción), además de sus colaboraciones en casas habitación, la Plaza U (junto a Ciudad Universitaria) y espacios como el Centro Cultural Allende 637.

Dentro de su portal de internet presume sus estudios universitarios, así como el ser uno de los pioneros en utilizar la tecnología 3D en la capital, animaciones en computadora y sus múltiples cualidades como arquitecto.

Sin embargo, en su larga lista de actividades como creador menciona la necesidad de cumplir con una característica más: “Volver a las cosas que me hacían feliz”.

“No niego que es padrísima la construcción, pero por dedicarme a ello, poco a poco me fui olvidando de viejos placeres como tocar el piano, tomar fotografía y hacer esculturas; estoy en una etapa en la que quiero recuperar eso”.

Es sincero cuando comparte que, de un tiempo para acá, tiene la inexplicable pasión por volver a alocarse y divertirse, como cuando Juan Carlos Doce todavía estaba lejos de ser el restaurador de hoteles del Centro Histórico y plazas comerciales.

A esta altura nada complementa a Juan Carlos, ni las lámparas que provocaron que noticieros nacionales lo buscaran para solicitar una entrevista ni tampoco las llamadas que provenían de países como Australia y Hong-Kong para pedirle que por favor envíe sus piezas a precios justos.

Para tratar de explicarlo a las miradas que pudieran pensar que lo tiene todo, indica que lo que pretende es poder sentarse una tarde cualquiera a diseñar sin tener la presión de un cliente.


“Que si quiero hacer unas bocinas locas lo pueda hacer, si otro día me apetece una escultura pues adelante, lo mismo con la fotografía y con todo porque se está pasando rápido la vida, se me va el tren”.

En esa revolución creativa y multifacética que forma parte de su personalidad, explica que tomó consciencia cuando comenzó a trabajar y subió a una especie de rueda de la fortuna que no ha podido detener en ningún momento y a la cual, asevera, ya es justo meterle freno de mano.

Doce aclara que su mirada como arquitecto sigue intacta. Relata que cuando camina la ciudad no puede evitar en pensar e imaginar todos los diseños de restauración que aplicaría en cada uno de los edificios que a su vista se atraviesan, sobre todas de aquellos que se encuentran en su límite de vida.

Añade que estando cerca de los cincuenta años, su ambición se ha vuelto más simple.

En esta voracidad de vida a la que se ha sujetado por décadas, asegura que lo único que quiere es montar una barrera para poder rescatarse a sí mismo a través de la obtención de tiempo y volver a tener la capacidad de aprender como cuando no sabía absolutamente nada del mundo.

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Todo es luz. En el estudio de Juan Carlos Doce los objetos brillan con intención, nada es casualidad. Las lámparas de yoyos, trompos, baleros y tablitas se imponen colosalmente en una gigantesca mesa en la que uno se siente diminuto.

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Alrededor, tiene varios cuadros de óleo en la que figuran músicos, artesanos y pescadores, así como un librero que funciona para complementar el espacio. Es ingeniero de la construcción, arquitecto, diseñador, animador 3D, músico y fotógrafo.

Luce tranquilo, su expresión no es la de alguien que se hizo viral por sus diseños de lámparas basados en juguetes tradicionales, mismos que ahora exporta a distintas partes del mundo.

“Después de terminar la escuela, yo veía que mis amigos empezaban a sufrir buscando trabajo y siempre decía que era algo que yo no quería hacer, yo buscaba dedicarme a lo que me gustara y me llenara. Entonces empecé a diseñar páginas de internet, maquetas virtuales, todo lo 3D y me fue muy bien”.

Esa inquietud natural lo llevó a introducirse en el mundo de la construcción, siendo el proyecto del Hotel Cantera Diez en el 2007, un trabajo que terminó por catapultarlo dentro de la ciudad al abrirle la puerta para convertirse en uno de los mejores restauradores de inmuebles antiguos, por los que ya nadie apostaba un peso.

La metodología que utiliza antes de comenzar una restauración consiste en visitar el lugar, argumenta que eso le otorga una experiencia única, pues hay ocasiones en las que los espacios le generan una sensación horrible de abandono y es ahí donde comienza su labor: generar la metamorfosis a través de sus ideas y creatividad.


De esta manera, es como ha intervenido el Hotel la Soledad (2008) y Casa Vieja (todavía en construcción), además de sus colaboraciones en casas habitación, la Plaza U (junto a Ciudad Universitaria) y espacios como el Centro Cultural Allende 637.

Dentro de su portal de internet presume sus estudios universitarios, así como el ser uno de los pioneros en utilizar la tecnología 3D en la capital, animaciones en computadora y sus múltiples cualidades como arquitecto.

Sin embargo, en su larga lista de actividades como creador menciona la necesidad de cumplir con una característica más: “Volver a las cosas que me hacían feliz”.

“No niego que es padrísima la construcción, pero por dedicarme a ello, poco a poco me fui olvidando de viejos placeres como tocar el piano, tomar fotografía y hacer esculturas; estoy en una etapa en la que quiero recuperar eso”.

Es sincero cuando comparte que, de un tiempo para acá, tiene la inexplicable pasión por volver a alocarse y divertirse, como cuando Juan Carlos Doce todavía estaba lejos de ser el restaurador de hoteles del Centro Histórico y plazas comerciales.

A esta altura nada complementa a Juan Carlos, ni las lámparas que provocaron que noticieros nacionales lo buscaran para solicitar una entrevista ni tampoco las llamadas que provenían de países como Australia y Hong-Kong para pedirle que por favor envíe sus piezas a precios justos.

Para tratar de explicarlo a las miradas que pudieran pensar que lo tiene todo, indica que lo que pretende es poder sentarse una tarde cualquiera a diseñar sin tener la presión de un cliente.


“Que si quiero hacer unas bocinas locas lo pueda hacer, si otro día me apetece una escultura pues adelante, lo mismo con la fotografía y con todo porque se está pasando rápido la vida, se me va el tren”.

En esa revolución creativa y multifacética que forma parte de su personalidad, explica que tomó consciencia cuando comenzó a trabajar y subió a una especie de rueda de la fortuna que no ha podido detener en ningún momento y a la cual, asevera, ya es justo meterle freno de mano.

Doce aclara que su mirada como arquitecto sigue intacta. Relata que cuando camina la ciudad no puede evitar en pensar e imaginar todos los diseños de restauración que aplicaría en cada uno de los edificios que a su vista se atraviesan, sobre todas de aquellos que se encuentran en su límite de vida.

Añade que estando cerca de los cincuenta años, su ambición se ha vuelto más simple.

En esta voracidad de vida a la que se ha sujetado por décadas, asegura que lo único que quiere es montar una barrera para poder rescatarse a sí mismo a través de la obtención de tiempo y volver a tener la capacidad de aprender como cuando no sabía absolutamente nada del mundo.

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