Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- La historia de cinco chicas banda, cinco amigas de un barrio bravo de la Ciudad de México que buscan sobrevivir en un entorno de violencia social durante los años ochenta, es la trama central de la película La diosa del asfalto, de Julián Hernández, una indagación fílmica sobre la lealtad y el poder.
La cinta, que forma parte de la Sección de Largometraje Mexicano del XVIII Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), puede considerarse una película de época que, con guion de Inés Morales basado en la experiencia de primera mano de Susana Quiroz, muestra en primer plano la historia de las Castradoras de Santa Fe, un grupo de chicas banda rescatado de las brumas de la memoria que ha sido generalmente relegado detrás de agrupaciones como Los Panchitos, conformado por hombres.
No obstante, la época que narra la película está tan cerca que acaso no sea tan notoria la estilizada y precisa reconstrucción que Inés Morales y el director realizan a partir de los personajes de Max (interpretada por Ximena Romo), Ramira (Mabel Cadena), Guama (Alejandra Herrera), Carcacha (Nelly González) y Sonia (Samantha Orozco), quienes se enfrentan a un mundo hostil, corrupto y machista en el que la supervivencia es una cuestión tan agobiante como cotidiana.
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Las líderes del grupo, Ramira y Max, se encontrarán frente a frente después de años de no verse tras el regreso de esta última al barrio, y terminarán por dirimir una situación insostenible para la primera de las dos amigas, lo que dará paso al recuerdo de sus días de adolescencia, cuando conformaron un grupo compacto y leal, unido por los intereses compartidos –como la música, a que se hace alusión desde el propio título de la realización–, pero también por las dificultades a las que tenían que poner cara, entre las que cada una de las jóvenes encontró su propio destino.
Sexto largometraje de Julián Hernández, con música de Jessy Bulbo especialmente escrita para el filme y con la inclusión de la pista Sácalo, de Cecilia Toussaint, La diosa del asfalto presenta un buen ritmo narrativo, un argumento sólido, bien llevado, que termina por desarrollar el arco de cada uno de los personajes principales, apoyados en otros tantos personajes secundarios que le dan a la película una sensación de verosimilitud, a pesar de que se trate de un relato cuya estética visual oscila a ratos entre el cómic, el arte pop y los escenarios y situaciones de un realismo sucio, de corte literario.