Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- El domingo 8 de enero, los jóvenes habitantes de Nuevo San Juan Parangaricutiro se lanzaron cientos, por no decir que miles de dulces en plena plaza central del pueblo. Esa curiosa batalla, que parecía salirse de control, es parte del ritual que envuelve a la tradicional Competencia de los Kúrpites, fiesta que combina creencias religiosas del catolicismo con lo más arraigado de la cosmogonía purépecha.
Un año antes, este municipio con menos de 18 mil habitantes fue nota nacional cuando circularon videos en redes sociales de grupos de la delincuencia organizada que no precisamente se atacaban con dulces, sino con armas de alto poder para disputarse un territorio en la frontera con Uruapan. Aquel 10 de marzo, desde las primeras horas del día hubo enfrentamientos de civiles contra civiles, de civiles contra la Guardia Nacional y de militares que trataban de evitar el paso de los llamados “Monstruos”, como se conoce a los vehículos que simulan ser tanques de guerra. Al final, hubo 32 detenidos y cuatro personas muertas, de acuerdo a las cifras oficiales.
Ese capítulo de violencia tendría réplicas el 12 de junio y el 3 de julio; en la primera fecha solo fueron disparos frente a la estación de bomberos, sin un solo herido, pero luego habría dos muertos cuando hombres armados de diferentes cárteles se encontraron en la ranchería de Agua Chiquita.
Ya en el arranque del 2023, la comunidad que resurgió a partir de una explosión volcánica en la década de los 40 parece olvidarse de aquellos sucesos. En un domingo soleado, donde la temperatura rompe la barrera de los 30 grados, se ha colocado una improvisada estructura que parece no resistirá el peso de cientos de espectadores, que sin embargo lucen confiados y expectantes por el inminente arranque de la competencia de Los Kúrpites, programada para las dos de la tarde; ni un minuto más, ni un minuto menos, pues así lo dicta la tradición.
Antes de eso, decenas de turistas se dan tiempo para visitar el templo del Señor de Los Milagros, esa iglesia construida para darle las gracias a quien acompañó a los habitantes que lograron sobrevivir a la furia del Paricutín. Los más creyentes, y quienes piden algún favor o dan las gracias por lo concedido, ingresan bailando rumbo al altar, como lo hizo un sacerdote que en 1870 suplicó un milagro que lo sacara de la postración. Cuando eso ocurrió, se puso a bailar de gusto y desde entonces esa peculiar danza es imitada por los católicos e incluso por los más escépticos, por si acaso la cábala funciona.
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De vuelta a las calles todo es fiesta y alegría: como números previos a la competencia estelar, niños y adolescentes se suben al escenario para demostrar que ya dan sus primeros pasos que los podrán convertir en un futuro no muy lejano en quienes compitan por la máxima gloria local. Un profesor de nombre Felipe Contreras Anguiano se siente orgulloso de haber instruido a sus alumnos; en entrevista, asegura que la Danza de los Kúrpites nunca se va a perder, porque es lo que les da identidad, de ahí que se transmita de una generación a otra.
No hay tiempo para discursos políticos
Por ahí de la 1:45 arriba un invitado de honor. Se trata del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, que es anunciado en el altavoz y recibe discretos aplausos, para después ser condecorado con una escultura alusiva a la competencia. No hay tiempo para mayores discursos; el alcalde Jesús Antonio Espinoza Rochín agradece el apoyo del mandatario para enseguida regresar a sus asientos y alistarse para vivir la experiencia. Para este punto las gradas de madera están atiborradas, pero la mayor parte del público está a ras de piso, rodeando la enorme tarima en espera de que arriben las cuadrillas de los barrios que siempre se enfrentan con la danza: el barrio de San Miguel y el barrio de San Mateo. Hay porras organizadas, pancartas que transmiten ánimo y dos locutores que llevan horas hablando, pero que no se rinden porque lo mejor está por venir.
Lo del domingo es el plato estelar, pero la fiesta ha comenzado desde el 6 de enero, cuando las orquestas invitadas entran al pueblo y acompañan a los “Kúrpites bonitos”, como se conoce a los jóvenes solteros que serán quienes protagonicen el concurso. Para el 7 habrán de llevar la danza a la casa de las novias y esa misma tarde arriban los “Kúrpites feos”, hombres casados que parodian al ritual.
Cuando el reloj casi marca las 14:00 horas llega la primera cuadrilla: son los vecinos de San Miguel, cientos de jóvenes armados con dulces de todo tipo que lanzan al público. Una vez acomodados ven llegar a los de San Mateo, que hacen lo propio: regalar los caramelos a la tribuna, y cuando están frente a frente, con el escenario como muralla, empieza una tormenta de “dulzazos” lanzados con más furia, como si una de esas paletas pudiera causar una herida. Hay quienes de forma literal le ponen “pecho a las balas”, gritando a los oponentes que sean más precisos, más fuertes, que esto apenas está por comenzar.
En ese punto de ebullición el respetable observa cómo suben los participantes que en los roles estelares encarnan a la Maringuía (en representación de la Virgen María) y a Tarepiti (San José) con sendas máscaras espectaculares hechas con madera de aguacate, complementadas con un vestuario armado con chaquira, cristal, canutillo, cascabeles y pedrería de fantasía.
Es hora de atestiguar una danza única, donde la habilidad con los pies es el arma principal para tener el voto del jurado, compuesto por expertos en la materia. La música es interpretada en vivo por dos orquestas de Cherán, quienes ofrecen pirekuas en sonecito, jarabes y abajeños. Los duelos se dan en distintas combinaciones, mezclando a uno y otro barrio, pero el definitivo es el que confronta a los Tarepitis, ya que de ahí habrá de salir el ganador absoluto.
El niño perdido
Los Kúrpites, o “los que se juntan”, es la representación de una danza cuyo origen se remonta al siglo XVI. En la Revista de Historia, Geografía y Cultura Andina, el investigador Hilario Topete Lara recuerda la raíz católica de la tradición: “Cuando Cristo tenía 12 años de edad y fue llevado por sus padres a la ciudad de Jerusalén para asistir a las fiestas de Pascua, el niño se perdió y sus padres notaron su ausencia cuando ya iban de regreso en las afueras de la ciudad. José y María tuvieron que regresar en busca del hijo, hallándolo en plena conversación con los doctores de la ley, quienes quedaban desconcertados de su talento y las respuestas que daba”.
De esta forma, la danza está dedicada a los Tres Reyes Magos, simbolizados por los Kúrpites que ayudan a la Maringuía y el Tarepeti en la angustiosa búsqueda del niño. Sin embargo, el mismo Topete Lara se adentra en cada detalle de esta fiesta y lanza varias preguntas que no tienen respuestas claras: “¿Por qué la danza es ejecutada sólo por hombres? Si Jesús y María fueron personajes únicos, ¿por qué en San Juan existen dos josés y dos marías dentro de la danza y, además, tienen que competir entre sí?”. Otro misterio es de los propios Reyes Magos, personaje central que sin embargo no aparecen en la danza.
Cervezas y Kúrpites feos
A medida que transcurre el tiempo los ánimos entre barrios se intensifican. Nadie querrá perder, aunque desde el inicio de la contienda se recuerda que no hay posibilidad de empate. Dentro de la plaza no hay venta de cerveza, pero alrededor de ella el líquido se consume como agua y se bebe en la vía pública, sin que ninguno de los policías se inmute o haga advertencias a pobladores y turistas.
Aún no ha terminado la competición, pero en la calle principal arriban los Kúrpites feos que lo mismo aluden al travestismo que a los antihéroes del narcotráfico; uno de ellos porta una máscara del Chapo Guzmán y simula disparar con una R-15 de juguete, otro es un payaso de terror y uno más un personaje de cómic. Todos traen su lata de Victoria y otro con máscara de Blue Demon, una garrafa repleta de Charape.
A unos metros, la batalla entre San Miguel y San Mateo está a punto de definirse.