Morelia, Michoacán.- México tiene un personaje interesante que dio muchos inmuebles importantes para el país, desde palacios hasta haciendas, se trata de María Magdalena Catalina Dávalos de Bracamonte y Orozco de Trebuesto, tercera Condesa de Miravalle.
Tan solo 323 años de su muerte, la historia de la Condesa de Miravalle está rodeada de muchas leyendas sobre su maldad, su erotismo y sus riquezas. Era una mujer de la época colonial en la que dejó una huella imborrable en el oriente de Michoacán.
Entre las polémicas que rodea a la Tercera Condesa de Miravalle va desde desafiar las costumbres de la época, tener relaciones con un fraile y se excomulgada por la iglesia católica.
María Magdalena Catalina Dávalos de Bracamonte y Orozco de Trebuesto nació el 2 de junio de 1701 en la Ciudad de México, pero otros afirman que su nombre era solo María Magdalena Dávalos Bracamonte y Orozco de Trebuesto.
La Condesa fue dueña de 70 haciendas en Michoacán: Irimbo, Hidalgo, Tuxpan, Jungapeo, Benito Juárez, Susupuato, Tuzantla, Zitácuaro y otros, así como dueña de las Minas de Compostela, Mayarit, las minas de Tlalpujahua y algunas en Angangueo, Michoacán.
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En la Ciudad de México, le heredaron la hacienda de Tacubaya, ubicada en donde hoy en día son las colonias Condesa, Roma, Hipódromo y parte de Tacubaya.
Una de las leyendas que le rodea es que dicen que tenía tanto dinero que sus fiestas duraban hasta un mes. Mandaba traer en carruajes a gente que llegaba a la hacienda de Púcuaro o de Tuxpan.
La Condesa de Miravalle se casó en 1721 con Pedro Antonio de Trebuesto y Alvarado, él era de la orden de Alcantara, y tuvieron ocho hijos, dos mujeres y seis hombres y enviudó en 1731. Dicen que era una mujer hermosa, pero no existe algún retrato de ella que pueda confirmar eso, por lo que especulaban que era muy fea.
Otras de las historias que marca a la Condesa es sobre su maldad, pues los lugareños señalaban que hombre que le gustaba, lo conseguía, pero cuando se hartaba de él, mandaba matar una vaca, le quitaban el cuero y lo dejaban remojando una noche entera para después con el, envolver al amante y dejarlo en el Sol, pues hacía que el cuero se encogiera y por consecuencia el hombre moría de asfixia.
Lo que resulta algo de verdad está documentado en la biografía de Tuxpan, por el profesor Roberto Maya, en la que decía que la Condes de Miravalle herró a sus 300 esclavos. A los indios y servidores los usaba como bueyes y mató a muchos esclavos indios, criollos y españoles, pues le ayudaban a esconder sus tesoros y después eran envenenados y sepultados en esos mismos lugares.
También mató por mutilación, asfixia y envenenamiento a los hombres que le dieron placer, y de esos amantes que tenía, estaba un mal fraile llamado Fray Tomás Camata Estrada, quien era alquimista y le ayudó a enterrar su dinero y otros secretos.
Otro hecho que hizo la Condesa fue reclamar las donaciones que en vida hiciera su tío Don Francisco de Orozco y Tovar a las iglesias. Él fue su albacea durante 15 años al morir su mamá, y la iglesia que obtuvo muchos beneficios fue de la Catedral de Valladolid.
Sin embargo, por estas acciones, la llevaron a ser excomulgada bajo la orden del obispo de Valladolid, Anselmo Sánchez de Tagle, y al decir el profesor Roberto Maya, alguien que fuera excomulgado en esa época significaba estar maldito, es decir, que no podían recibir ayuda en caso de estar en lecho de muerte, ni tratar con ellos ni hablarles, es por ello que la Condesa se rindió y buscó la reconciliación con la Iglesia.
Su muerte ocurrió el 16 de abril de 1777, en su cama, en la hacienda de Santa Catarina, en Tuxpan. Fue envenenada por el fraile, quien presenció su muerte, y al verla sufrir, le pidió perdón en su lecho de muerte.
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Pero esto no es todo, su historia termina después de ser embalsamada y puesta en un ataúd en donde fue exhibida por casi 150 años en la cripta de los condes ubicado en la Iglesia de Santiago Apóstol, en Tuxpan. Después fue enterrada ahí mismo junto a su progenitora, en 1924.
Aunque se dice que sus restos fueron extraviados, o algunos afirman que fueron llevados a España o que sigue en Tuxpan.
El tiempo en que fue exhibida, varias personas llegaron a ver a la Condesa como algunos miembros del ejército francés, los hermanos López Rayón, y personajes de la Suprema Junta Nacional Americana.
Tras la muerte de la Condesa, se acabó la riqueza que había en México, ya que sus hijos decidieron vender sus bienes poco a poco y se fueron a España.
Dato curioso, la hacienda de Jaripeo que había una mina de oro, fue vendida a finales de siglo XVIII a Don Miguel Hidalgo y Costilla.