Ni la cuarentena lo detiene: Ángel Pahuamba no para de producir obra

El pintor de Cherán, Ángel Pahuamba inició su proyecto artístico y ni la llegada de la contingencia sanitaria hizo que dejara su serie de creaciones sin terminar

Josafat Pérez | El Sol de Morelia

  · sábado 1 de agosto de 2020

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- La contingencia sanitaria frustró un sinnúmero de proyectos artísticos en la entidad que obligó a gran parte del ámbito artístico a mudar a las plataformas digitales y así, hacer frente a las condiciones impuestas por la pandemia

Ése no es el caso de Ángel Pahuamba, pintor cheranense que aprovechó el confinamiento para darle salida a la serie de cuadros denominados "Cherán anapu, entre danzas y puntadas”.

Aunque el proyecto se inició hace un par de años, comentó el pintor en entrevista para El Sol de Morelia, fue hasta el invierno pasado que puso manos a la obra para continuar la serie que fue concluida durante la cuarentena y presentada en CAM Galería de la Ciudad de México, desde el pasado viernes 17 de julio.

Para realizar las telas que componen la exposición, Ángel involucró a las mujeres de su familia que se dedican al bordado en el municipio de Cherán, junto con las que realiza obras pictóricas intervenidas con bordados y así “hacer una revaloración de los procesos artesanales”.

"Pienso que el trabajo del artesano siempre es menospreciado y desvalorado. Aunque la parte estética nos parece bonita, buena, pues nunca le damos como el mérito que debería tener un producto artesanal, al igual que una obra de arte”, advirtió.

Respecto al proceso de colaboración con bordadoras, en este caso con su mamá Eva Velázquez Cortés y sus hermanas Alicia Pahuamba y Eva Rosas, el pintor dijo que ellas “pueden ver aplicado su oficio a otra actividad”, lo cual promueve cambios en “los medios que adoptan para desarrollar su quehacer artesanal".

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“El proceso es interesante porque yo pinto y ellas bordan sobre eso, luego me regresan los cuadros bordados y vuelvo a pintar. Las obras ya terminadas cambian mucho porque ellas interpretan de diferente forma el trazo –y al fraccionar los colores y simplificar trazos y pinceladas–, se logra algo interesante”, explicó.

El proyecto para llegar a las pinturas intervenidas que conforman "Cherán anapu, entre danzas y puntadas”, surgió antes de la pandemia de Covid-19, pero se fortaleció durante el aislamiento obligado que trajo consigo la contigencia sanitaria.

Al llegar la cuarentena obligada en todo el país, la inauguración se demoró un par de meses más, refiere Pahuamba, aunque reconoce que les procuró un poco de más tiempo “para concluir los bordados y definir los formatos”.

Con una sonrisa honesta y afable, Ángel platica sobre las limitaciones que deben sortear aquellos cuya vocación es el arte o las artesanías, al no contar con un ingreso asegurado y depender de la venta de sus creaciones.

También un tanto descreído reconoce que el confinamiento no se vivió de la misma manera en las comunidades indígenas, como en las ciudades que a su consideración están más expuestas a la paranoia generada por la desinformación.

“En las comunidades no ha sido tan alarmante porque ahí todavía la mayoría de las familias tenemos la fortuna de contar con un pedazo de tierra, una parcela, y eso también ayuda un poquito”, explica al subrayar que en Cherán se detectaron apenas un par de casos de contagio, pero llegados de afuera.

“Cuando menos hay tortillas y sal. Entonces, es una ventaja respirar y estar vivos”, dice animoso.

Pahuamba suele contar la anécdota de que en un momento de su vida iba para abogado, pero la formación musical brindada por su padre ya le había abierto otro camino. El dilema era proseguir el designio paterno o hacer una carrera universitaria.

“Como a los 12 años dejé la música y tomé la decisión de estudiar, entonces vi que en el Conservatorio podía tomar algún taller en mis ratos libres, pero luego pasé por Guillermo Prieto -edificio de la entonces Escuela Popular de Bellas Artes- y volví a escuchar música, así fue como conocí la pintura, gracias a las notas musicales”, refiere al contar que sin nociones de dibujo o preparación previa alguna, se lanzó al ruedo de las artes visuales y entró al propedéutico de la Universidad Michoacana en 1999.


Recuerda que durante los últimos años de la carrera intentó abrirse camino vendiendo acuarelas en el Jardín de las Rosas en Morelia, las cuales podía vender en 200 y 300 pesos. De entonces a la fecha, su trabajo ha evolucionado técnica y formalmente, lo cual también le ha retribuido en el aspecto económico.

“Apenas hasta ahora estoy viendo resultados. Ya hay más gente que me ubica… yo creo que no me ha ido tan mal, no me quejo”, dice al margen de los efectos de la pandemia, pues ésta “a todo mundo nos pegó”.

En ese sentido, señala que La Cabrona, galería que dirige dentro del centro cultural El Gran Calavera, en Pátzcuaro, sí resintió la poca afluencia de turismo extranjero “porque nuestro mercado está dirigido sobretodo a este público”, advirtió.

“Más vale hacer concha, como dice mi padre, y esperar”, cuenta entre risas al comentar que actualmente sólo abre sábados y domingos, mientras el resto de la semana lo aprovecha para trabajar, consciente de que las ventas “van a tardar un poquito en volver”, dice.

¿Qué significa ser artista de Cherán?, ¿crees que tu obra pueda leerse y contemplarse desde una óptica crítica?, se le pregunta al artista, quien responde con humildad que sí, ya que le gusta “jugar un poquito con ciertos análisis” de lo que observa en su entorno social y asegura que no puede sustraerse de representar “los momentos actuales, desde lo político y lo social”.

“Me gusta hacerlo así porque, si no, puede que la obra caiga en un mero asunto de contemplación y, a veces, eso me genera cierto vacío en los contenidos, respecto a mi trabajo”, dice para luego explicar que ha optado por incluir algunos textos en sus cuadros a fin de propiciar “una conexión más directa con el espectador”.

“Cuando hay un lenguaje escrito, me parece que puede haber una comunión más estrecha”, advierte.

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Siempre empiezo con un cafecito

Al ver sus cuadros poblados con personajes extravagantes, máscaras de diablos, animales fantásticos, hombres danzantes y calaveras, cualquier turista podría pensar que ese tal Pahuamba es un bohemio desaforado que derrocha sus horas entre la fiesta y el estudio.

Sin embargo, ese estilo personalísimo impregnado en sus pinturas es fruto de una rutina que no perdona la taza de café al inicio del día.

Ese momento, reconoce, es la actividad esencial que le da paso a las primeras tentativas en el bastidor al que llega sin dibujo previo, sólo mancha sobre mancha hasta que la obra, dice, “me va dando ciertas direcciones: hacia dónde va y qué es lo que quiere ser”.

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Desde la mañana hasta las tres o cuatro de la tarde, el joven cherarense Pahuamba interrumpe su jornada sólo para comer y retoma el trabajo que no termina sino hasta las diez de la noche.

“No tengo como un horario muy estricto, pero si ando inspirado soy muy clavado y se da el caso de que en un mismo día puedo terminar algo”, dice al explicar que ha concluido cuadros de esa manera, quedándose hasta las tres de la mañana sin parar.

Rodeado de cuadros de todos tamaños, Pahuamba muestra una a una sus obras que albergan tonos intensos y llamativos a cualquier vista.

Ataviado con pantalón de mezclilla y una camiseta de estampado, Pahuamba no deja de sonreir frente a su obra.