Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En ocasiones, al caminar a través del jardín que está entre andador Nigromante y la calle Guillermo Prieto, es posible escuchar que alguien dice lo siguiente: “Oye ¿por qué se llama Las Rosas?” Y no es raro que la respuesta sea algo similar a “no sé, tal vez había rosales ¿o no?”.
También es posible que haya quienes tengan la duda pero no se animan a expresarla por temor a quedar como un ignorante.
Te puede interesar: ¿Conoces el edificio de la preparatoria 5? De tribunal militar a casa de estudios, esta es su historia
Ante esto, el guía de turistas Gabriel Chávez Villa, especializado en temas culturales, comparte sus conocimientos para aclarar las razones del nombre del espacio, convertido en la actualidad en un punto alto para el turismo en Morelia.
La ironía es que el origen del nombre con que se identifica al conservatorio y al jardín no tiene que ver con las plantas, sino con la historia.
Primero, el templo que se ubica frente al jardín, tiene la denominación de Las Rosas pues, como refirió Chávez Villa, “recordemos que entre las órdenes religiosas que llegaron a la Nueva España después de los encomenderos estaban los dominicos, que fundaron su convento en Valladolid en el siglo XVII. Ellos construyeron el templo dedicado a Santa Rosa de Lima, la primera santa de América, que era de Lima Perú”.
El guía contó que los dominicos construyeron un convento para hacer posible una costumbre extendida en la colonia y que ahora horrorizaría a feministas y progresistas, pues en aquella época se destinaba a las primogénitas a la vida eclesiástica desde niñas, algo para lo cual no les preguntaban.
De acuerdo con el relato de Chávez Villa, “eran niñas de las familias vallisoletanas, principalmente de las familias adineradas de hacendados o comerciantes, tristemente ingresaban desde pequeñas; los padres pagaban tres mil pesos en oro como dote y dentro había jerarquías: había monjas de velo negro y de velo blanco”.
Las primeras eran las de mayor estatus, mientras que las segundas hacían la servidumbre; es decir, se las ponía a limpiar, cocinar y hacer guardias por las noches, con una lámpara de vela, para cuidar el edificio.
Así fue la vida conventual entre los siglos XVII y XVIII, porque luego el edificio fue abandonado por un corto periodo, debido a que a las monjas fueron trasladadas de este lugar hacia lo que ahora es el Palacio Federal y el templo de Las Monjas, cuyo nombre real es Sagrario Metropolitano.
“Sabemos de este traslado por un cuadro de grandes dimensiones que ahora está en el Museo Regional del Estado (sobre la calle de Allende), ahí se puede ver cómo fue ese proceso”.
Lo curioso es, mencionó, que no se tiene el dato del autor o autora de este lienzo.
Más tarde, el convento fue transformado en escuela de niñas, donde se le enseñaba a las jovencitas a ser “buenas ama de casa, hacendosas y dedicadas a su marido”, a las que también se enseñaba un instrumento musical.
Chávez Villa agregó que a estas alumnas se les daba permiso de asomarse al balcón los domingos, días en que sus pretendientes acudían a verlas y arrojarles rosas.
Entonces, aquí está otro de los motivos por el que jardín y área circundante es conocida como Las Rosas, pues además del templo dedicado a Santa Rosa de Lima, a las alumnas de la Escuela de niñas les llamaban 'las rositas'.
Además, refirió que el uso del edificio como conservatorio de música inició desde 1743, por lo cual “es el más antiguo de América Latina”.
Lo que sí terminó fue la escuela de niñas, cerrada al consumarse la Independencia.
Ahora bien, anteriormente era costumbre que los cementerios estuvieran en los atrios de los templos, aunque el guía turístico añadió que en el jardín no estaba el panteón, sino que las tumbas se encontraban más bien del otro lado, por donde ahora está la calle Eduardo Ruiz y la antigua central camionera, mientras que el jardín siempre ha sido eso: un jardín.
El sitio empezó a adquirir su carácter como espacio de socialización para locales y visitantes entre los años 60 y 80 del siglo XX, pues como refirió Chávez Villa, con el crecimiento de la ciudad, los habitantes del centro comenzaron a dejar las casas y algunas fueron transformadas en negocios como hoteles y restaurantes.
“Pienso que a partir de los 80 es que se empieza a dar un boom en los cafés y hoteles, pero la Revolución ocurre después de que se retira a los ambulantes del centro histórico en el 2001”, finalizó.