Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– Géneros mestizos que van del papel escolar al ensayo literario y de la poesía libresca a los eventos de spoken word, se perfilan como los predilectos entre las escritoras michoacanas que, pese a su formación académica, buscan desmarcarse de la escritura neutra y apuestan por "escribir con el cuerpo", llevando sus textos del ámbito poético al político.
Esta edición del Fin D, El Sol de Morelia platicó con la joven poeta Victoria Equihua, la docente y ensayista Yurisan Bolaños y la investigadora y dramaturga Gunnary Prado, sobre su trabajo creativo y las implicaciones de éste en un país convertido en una enorme fosa común, a raíz de la violencia imperante.
Poesía es subversión
Actriz de formación e impulsora de eventos “slam poetry”, Victoria Equihua descree que la poesía feminista sea un tópico literario y asegura que “no hay obra que no sea política”, en tanto la escritura abre “posibilidades de habitar otros mundos” y se convierte en “ese espacio para que nosotras comuniquemos, denunciemos y enunciemos”.
“Como creadoras sí hay una urgencia de nombrar lo que vivimos y una urgencia de protestar ante el día a día… es inevitable porque las situaciones nos están superando y los niveles de violencia que vivimos nos rebasan”, explica la ganadora del I Premio de poesía ciudad de Morelia, quien desde niña supo que su vocación sería la de “contar cosas”, gracias a tener libros en casa y una madre que leía para ella en voz alta.
A partir de su acercamiento a Rosario Castellanos, su comprensión de la poesía se resignificó y actualmente reconoce a Gloria Anzaldúa y David Meza, como dos referencias imprescindibles.
“Le he tirado mucho a repensar la poesía desde fuera de la academia, me gusta pensar que incluso quienes no estudiaron letras o quienes venimos de otra parte, podemos hacer poesía”, dijo la joven de Capula quien con 24 años advierte que el acceso a la cultura para los habitantes de barrios periféricos y comunidades alejadas, debe promoverse no sólo con bibliotecas, sino con actividades como los certámenes de “spoken poetry”. Es por ello que desde hace casi tres años organiza, junto al Colectivo Calandria, un slam de poesía para mujeres a fin de “regresar a la oralidad” y compartir “desde la palabra y la voz alta, nuestras creaciones y poemas”.
Ensayar desde lo cotidiano
Normalista y doctorante de Filosofía, Yurisan Bolaños Ruiz se considera lectora antes que escritora y, sin mayor empacho, asume su trabajo creativo como una exploración de la cotidianidad que no se suscribe a los moldes genéricos, por ello prefiere la ductilidad del ensayo.
Primero Cervantes y Flaubert, después Margerite Duras, Clarice Lispector y Marina Tsvetáyeva, llegaron para conformar su canon personal, gracias al registro autobiográfico y la honestidad de enunciación que ahí observa. “La escritura de las mujeres siempre ha tenido este rasgo de ser vivencial, yo siempre he creído que las mujeres escribimos mucho con el cuerpo”, señala.
En relación a la violencia exacerbada que experimentan las mujeres en la actualidad, la maestra rural advierte que “si hay diferencia respecto al género” y asegura que “escribir siendo mujeres es ya una postura política, ese apropiarse del espacio negado y luchar desde ahí”.
Colaboradora de la revista digital “Mil Mesetas” y estudiosa de Michel de Montaigne –padre y cultor del género ensayístico–, comenta que no le atraen tanto “los márgenes de la escritura académica”, como la escritura creativa, particularmente la ensayística, que –asegura– parte de “una voz, un abordaje personal para pensarnos desde nuestras peculiaridades”
Academia y dramaturgia
Para la actriz, directora y académica Gunnary Prado Coronado “el teatro es una disciplina que está parada en dos plataformas: lo literario y lo escénico”. De enfocarse a la dirección, su carrera se volcó a la academia y desde ahí combina el ensayo con la dramaturgia, escrita ex profeso para obras que ella misma monta.
Indagar sobre el teatro de Samuel Beckett, la llevó a estudiar un doctorado en Teoría literaria, a partir del cual se adentró en “las formas en las que Beckett piensa el texto para la escena”, hecho que le permitió trabajar el teatro y la escritura sobre éste, desde otros horizontes.
Reconoce que su paso por la academia la ha “descolocado un poco de la dirección escénica”. Sin embargo, eso la ha impulsado a seguir en trabajando en los dos ámbitos de manera conjunta.
Ante la militancia feminista, ella prefiere hablar como mujer desde la escena y señala que no se siente “lo suficientemente disciplinada para ostentar la bandera de algún feminismo, porque lo que tengo que decir sobre lo humano está en mis obras”.
“Durante mucho tiempo, la actividad teatral y dramatúrgica –en el contexto moreliano– estuvo hegemónicamente copada por varones, las mujeres aparecían como una excepción a la regla, y creo que yo pertenezco a una generación de tránsito a la que le costó mucho trabajo abrirse un espacio”.
