Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- No es considerada una artesanía, pero la dedicación, creatividad y horas de trabajo que requiere la elaboración de una o más calaveritas de azúcar es una de las cosas que mantiene unidos a los integrantes de la única familia en Morelia que conserva vivo a éste de los ornatos representativos del Día de Muertos.
Patricia Gallegos Villa es parte de esa familia dedicada a conservar la tradición. Hace más de 30 años que se inició en este arte, fue su suegra, Antonia Hurtado, quien la enseñó y desde entonces combina su trabajo como administrativa en una escuela telesecundaria con el tiempo que se dedica a la creación del tradicional dulce.
“Aguantar las quemadas es lo más difícil del proceso de aprender a trabajar el azúcar” pero afirma que con el paso de los años ya ni se siente y es más la satisfacción de no dejar perder una tradición que los malestares físicos que el trabajo pueda representar.
Es una técnica que se ha pasado por generación, su suegra aprendió de su suegra y ella maneja por igual la azúcar refinada, ésa que da el brillo y la textura típica de las calaveritas y el azúcar glass, que se trabaja en frío y da paso a nuevas formas.
Recuerda que no hace más de 10 años que la azúcar glass, que se trabaja desde hace décadas en Guanajuato, comenzó a formar parte de la gama de figuras que se venden en el estado.
Es una forma de dar variedad a lo que uno oferta porque las ventas, conforme pasan los años si van a la baja
Desde mayo, cuando el ambiente es más cálido, inician el trabajo de las figuras y ya llegado el tiempo de las ventas la producción no cesa y se dedican a decorar las figuras que de manera previa ya se formaron con las técnicas de vaciado en moldes de barro.
Importación y pérdida de tradiciones, sus enemigos
Lo que antes era un buen negocio familiar y una oportunidad de sustento ha ido a la baja en la última década, lamenta Patricia, y son dos las causas principales que ella identifica.
Hay muchos que se dedican a vender, pero sólo a eso, no las hacen, sino que se van al Estado de México y las traen a vender en los mercados, y aunque tienen sus clientes arraigados, algunos que incluso les compran para revender en otros lugares como Pátzcuaro, la importación si les afecta.
En total son 13 puestos, algunos colocados sobre la avenida Lázaro Cárdenas y otros más en el portal del Instituto del Artesano en la explanada de San Francisco, los que la familia coloca durante dos semanas para ofertar sus productos.
“Pero esto ya no es lo mismo de antes, las tradiciones sí se han perdido”, menciona la entrevistada mientras sus manos, que parecen moverse por sí solas, dibujan coloridas flores en la parte superior del cráneo de azúcar que sostiene.
Dice que desconoce el origen de la calaveritas de azúcar, sabe solo lo que su suegra le cuenta y que ha aprendido en más de 60 años de elaboración de las figuras, pero se dice comprometida a trabajar para conservar la tradición que aún en las escuelas y lugares donde se montan altares va también a la baja.
“El gobierno no nos apoya”
Son sólo dos semanas las que se les permite vender sus productos afuera de una tienda de telas en la avenida Lázaro Cárdenas frente al Mercado Independencia “así nomas sin publicidad y sin apoyo más allá del permiso que nos dan porque somos parte de una unión de comerciantes”, acusa.
Patricia Gallegos considera injusto que el apoyo hacia este sector de ventas no sea igual al que se otorga a quienes comercian productos relacionados a los festejos patrios o a la temporada decembrina “para nosotros no hay ni un spot ni nada”.
Y más allá de no recibir apoyos lamenta que la labor que tan meticulosamente realizan a lo largo de varios meses y en la que vuelcan toda su imaginación no sea considerada una artesanía.
Si lo hacemos con las manos y de forma artesanal, para ninguna parte del proceso se ocupan máquina o herramientas que le quiten ese valor del trabajo manual
Es una manualidad, no una artesanía
En el Instituto del Artesano Michoacano (IAM) no considera una artesanía la elaboración de calaveritas de azúcar, sobre todo porque la base de la forma se obtiene de moldes y no de un diseño hecho en totalidad por las manos del creador, según lo declarado por el encargado del departamento de concursos, Eduardo Delgadillo Murillo.
En entrevista, comentó que sí se considera una manualidad, equiparable a las que hacen quienes venden cruces adornadas, ya que la única parte de la elaboración que se hace completamente a mano es la decoración, “no como las catrinas de barro que desde el moldeado y el diseño se hacen de forma artesanal”.
Sin embargo, dijo que el que no se trate de una artesanía no limita el apoyo que se ofrece a quienes se dedican a la elaboración y venta, por ello durante tres semanas -desde el 15 de octubre y hasta el 3 de noviembre- se les otorga un espacio de venta en el portal del Instituto.
De acuerdo con el sitio oficial de la Secretaría de Cultura, las calaveritas de azúcar son una representación de los cráneos que decoraban las ofrendas mesoamericanas en las que se hacía referencia a la muerte como el fin de un ciclo y el inicio de otro con la vida en otro plano.