Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– Inspirado en la Utopía del humanista inglés Tomás Moro, el “oidor” de la Segunda audiencia de la Nueva España y posterior “primer obispo” de Michoacán, defendió a los indígenas de los abusos cometidos por los conquistadores y, además de ser una figura señera para el proceso de evangelización, fundó en el siglo XVI instituciones que perviven hasta nuestros días.
En entrevista para El Sol de Morelia, Amaruc Lucas Hernández, profesor del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH- UMSNH) –cuya tesis doctoral versa sobre Juan de Medina Plaza, el fray agustino contemporáneo a Vasco de Quiroga–, señaló que la obra del llamado “Tata Vasco” comenzó con la fundación de los hospitales-pueblo de Santa Fe –el primero establecido en la Ciudad de México en 1532 y en Michoacán en 1533–, para luego dar paso al establecimiento del Colegio de San Nicolás en 1540 –cuya primera sede estuvo en Pátzcuaro– y años más tarde, la construcción de la Catedral, hoy Basílica de Guadalupe, también en la ciudad lacustre.
Explicó que el proyecto humanista de Don Vasco inició a partir de su labor como “oidor” de la Segunda audiencia –dijo– “cuando vio en carne propia a una sociedad indígena totalmente desquebrajada”, tras enterarse de las huellas que dejó Hernán Cortés en la ciudad de Tenochtitlan y las perfidias de Nuño de Guzmán en el reino de Mechuacan.
“Al estar la sociedad resquebrajada, eso le facilita la congregación de los indígenas”, dijo luego de explicar que la compra de tierras “con su propio dinero” en la parte norte del lago de Pátzcuaro, se logró gracias a que Don Pedro Cuiningari, el último gobernante de la región, estuvo de acuerdo en vender la extensión donde se estableció el hospital-pueblo de Santa Fe de la Laguna en 1533.
De ahí pasaron 5 años más para que el jurista nacido en 1470 en Madrigal de las Altas Torres, España, fuera nombrado obispo de Michoacán, tras adquirir los votos religiosos. Luego en 1940 fundó el Colegio de San Nicolás, institución que a decir de Lucas Hernández, “implementó una metodología muy sagaz poder evangelizar rápidamente a los purépechas”, pues mientras ahí se preparaban los hijos de españoles criollos, los indígenas podían ingresar sin tener posibilidad de ordenarse. Ese intercambio propiciaba que los europeos aprendieran la lengua purépecha y los nativos el castellano, logrando que el proceso de aculturación fuese más contundente.
Mito y personaje
Para nuestro entrevistado, oriundo de Santa Fe de la Laguna, el gran mito en torno a “Tata Vasco” es que a él se le atribuyen las credenciales de haber introducido las artes y oficios en la zona lacustre, lo cuál calificó como una interpretación errónea que, sin embargo, suele estar generalizada gracias a la “historia de bronce”.
“Es un mito que él vino a enseñar, más bien él trajo técnicas europeas las cuales fueron aplicadas en la Nueva España y logró dar cohesión a las comunidades a partir de los talleres de oficios. Por ejemplo, el cobre ya se trabaja desde antes de la llegada de los españoles, al igual que los telares, la herrería y la alfarería”, explicó.
A pregunta expresa sobre el actual proceso de canonización impulsado por la Iglesia católica –mismo que de alguna manera capitaliza la referida mitificación del personaje–, Amaruc Lucas Hernández aseguró que “como abogado y humanista hizo una gran labor en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, pero fue un ser humano común y corriente, con aciertos y debilidades”, razón por la cual señaló que la canonización tiene un sentido político e impositivo por parte de la Iglesia católica, además de que el personaje –dijo– “que yo sepa, no ha cumplido ningún milagro”.