/ domingo 15 de marzo de 2020

Hasta Bogotá llega la pasión rojiamarilla

Favian Esneyder Delgado lleva su atracción por los colores de Monarcas hasta el país sudamericano, donde ha utilizado el nombre para armar un equipo que lucha contra la marginalidad

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Todo comenzó con una goleada. Corría el año 2010 y el equipo de Tomás Boy enamoraba a puro futbol. Esa tarde, en la que los muchachos del "Jefe" se dieron un festín de seis goles ante Querétaro, Favian Esneyder Delgado Quiroga quedó maravillado ante lo que veía desde su televisor, allá en el barrio de Guacamayas, en Bogotá, Colombia.

Los colores le llamaron. Cuatro años después de aquel partido, Favian concluyó sus estudios en Ciencias del Deporte y decidió iniciar con un proyecto que buscaba rescatar a los chicos de su barrio a través del futbol. Encontrar en medio de la marginalidad de Guacamayas, un pretexto para ser otros. La memoria se le activó y no dudó en nombrar a aquel primer equipo como Monarcas Bogotá.

El primer cuadro del club apenas alcanzaba los 12 niños, todos hijos de vecinos y amigos del barrio. Pero el mínimo en la cifra no apaciguó a nadie y vino lo más emocionante: encontrar esas réplicas de uniformes que fueran como las del equipo michoacano.

El barrio donde nació el proyecto es un lugar con un contexto social bastante difícil y muchos de los chicos están en constante vulnerabilidad en cuanto a delincuencia y drogas, pero desde nuestro proyecto hemos podido alejarlos de esas vivencias y llevarlos a soñar y tener esperanza, incluso ahora la idea es que uno de los chicos que hace siete años empezó con nosotros entre a estudiar Educación Física para que sea el próximo profesor de Monarcas Bogotá

La iniciativa solitaria de Favian se convirtió con el tiempo en un trabajo colectivo de hinchas rojiamarillos, que situados en la parte alta de Bogotá, insisten en combatir el “no futuro” como la única opción de los que ahí crecen.

"Acá era muy normal que llegaran a drogarse a la cancha mientras veían a los niños entrenar y muchas veces quienes llegaban a drogarse eran familiares de los jugadores, por eso inclusive dentro de Monarcas Bogotá hay un papá que se encarga de aquellos chicos que tienen familia pero que en el modo práctico es como si no la tuvieran".

Si bien hay casos de éxito, chicos que lograron encontrar salidas por medio del deporte, Favian también reconoce que existen otros a los que la realidad social los superó. Niños que formaron parte de Monarcas Bogotá en sus inicios y que en la actualidad viven bajo el yugo de las drogas o que inclusive hacen del robo su sustento diario.

“Pero en eso influye mucho la familia porque casi todos vienen de hogares disfuncionales, algunos arrastran el tema de las drogas desde hace tiempo atrás, ya sea porque los padres, el tío, el hermano o el primo eran adictos”.

Y es que en Guacamayas el micro tráfico de sustancias está a la orden del día, pues se tienen expendios de drogas en varios puntos del barrio y los jóvenes se convierten en dealers para distribuirlas en los parques de la zona.

Esta situación obligó a que Monarcas Bogotá abandonara la cancha inicial en la que comenzaron los entrenamientos. Cuenta Favian que el ambiente ya se encontraba demasiado contaminado y era imposible que los niños pudieran desarrollarse, por lo que optaron por hacer del “Coliseo Cerrado” su nuevo espacio.


Aunque año con año los equipos al mando de Favian utilizan los uniformes y accesorios de Monarcas, hasta el momento ningún integrante de la directiva del club se ha puesto en contacto con ellos, por lo que temporada tras temporada se las ingenian para dar con la indumentaria rojiamarilla.

“Una vez hablamos con un señor que estaba a cargo de los Imperio Monarcas, lo que acá conocemos como filiales, pero nos explicaba que para poder formar parte de ellos y hacer uso del nombre y franquicia, teníamos que pagar casi siete mil dólares el primer año y dos mil 500 de forma anual; algo imposible para nuestros bolsillos”.

En este sentido, expone que sí les gustaría contar con un respaldo de Monarcas Morelia, no tanto por el lado económico, sino ser reconocidos de alguna manera para poder tener solidez y acceso a ligas como la de Bogotá, en la cual no han logrado competir hasta el momento.

Primer contacto

Meses después de que Monarcas Bogotá arrancó de manera oficial, el destino actuó: el equipo michoacano viajaría a Colombia para disputar un partido de Copa Libertadores frente al Independiente de Santa Fe. Favian no dudó en ponerse en contacto con los seguidores purépechas y hablarles sobre su proyecto.

Ramón Ponce, fue de esos aficionados que se habían pagado el viaje para poder ver al equipo jugar en Sudamérica.

Cuando me escribió no le creí, pensaba que era un trampa como para cazarnos, pero resultó que todo era cierto, que su escuela iba en serio

Junto a otros hinchas, decidieron organizarse para comprar 30 uniformes y poder llevárselos hasta Guacamayas. Dice que lo hicieron como un gesto de amabilidad por haber decidido portar los colores de Morelia en un lugar tan lejano.

Durante su instancia en Colombia, algunos aficionados michoacanos decidieron pasar el rato conociendo la parte turística que ofrecía la ciudad. A Ramón le ganó más la curiosidad y no dudó en tomar el colectivo rumbo a Guacamayas.

Con guía personalizada, pudo conocer las calles y rincones de aquella zona, convivir con cada uno de los niños, hablar con ellos, palmar las historias de pobreza y al mismo tiempo de solidaridad que se han gestado entre los vecinos.

“Yo me encontré con un barrio muy marginado que se ubica en la periferia de la ciudad y la misma naturaleza del lugar donde se ha desarrollado el proyecto, lo ha llevado a ser más que una escuela de futbol, se ha transformado en una obra meramente social”.

Favian y sus 50 pupilos tratan de no perderse los partidos de Monarcas. Cuando las televisoras les hacen el milagro de transmitir los juegos, se mantienen al tanto. Gritan y sufren cualquiera que lo mira desde el estadio Morelos. Todo es futbol, futbol y más futbol.

Y es que en Monarcas Bogotá se enseñan los conceptos básicos del juego, la técnica y lo táctico. Pero a lo que más se le pone atención es al tiempo: a poder robarle la mayor cantidad de horas posibles a la marginación y a la desigualdad social, para que los niños se mantengan entretenidos con la pelota.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Todo comenzó con una goleada. Corría el año 2010 y el equipo de Tomás Boy enamoraba a puro futbol. Esa tarde, en la que los muchachos del "Jefe" se dieron un festín de seis goles ante Querétaro, Favian Esneyder Delgado Quiroga quedó maravillado ante lo que veía desde su televisor, allá en el barrio de Guacamayas, en Bogotá, Colombia.

Los colores le llamaron. Cuatro años después de aquel partido, Favian concluyó sus estudios en Ciencias del Deporte y decidió iniciar con un proyecto que buscaba rescatar a los chicos de su barrio a través del futbol. Encontrar en medio de la marginalidad de Guacamayas, un pretexto para ser otros. La memoria se le activó y no dudó en nombrar a aquel primer equipo como Monarcas Bogotá.

El primer cuadro del club apenas alcanzaba los 12 niños, todos hijos de vecinos y amigos del barrio. Pero el mínimo en la cifra no apaciguó a nadie y vino lo más emocionante: encontrar esas réplicas de uniformes que fueran como las del equipo michoacano.

El barrio donde nació el proyecto es un lugar con un contexto social bastante difícil y muchos de los chicos están en constante vulnerabilidad en cuanto a delincuencia y drogas, pero desde nuestro proyecto hemos podido alejarlos de esas vivencias y llevarlos a soñar y tener esperanza, incluso ahora la idea es que uno de los chicos que hace siete años empezó con nosotros entre a estudiar Educación Física para que sea el próximo profesor de Monarcas Bogotá

La iniciativa solitaria de Favian se convirtió con el tiempo en un trabajo colectivo de hinchas rojiamarillos, que situados en la parte alta de Bogotá, insisten en combatir el “no futuro” como la única opción de los que ahí crecen.

"Acá era muy normal que llegaran a drogarse a la cancha mientras veían a los niños entrenar y muchas veces quienes llegaban a drogarse eran familiares de los jugadores, por eso inclusive dentro de Monarcas Bogotá hay un papá que se encarga de aquellos chicos que tienen familia pero que en el modo práctico es como si no la tuvieran".

Si bien hay casos de éxito, chicos que lograron encontrar salidas por medio del deporte, Favian también reconoce que existen otros a los que la realidad social los superó. Niños que formaron parte de Monarcas Bogotá en sus inicios y que en la actualidad viven bajo el yugo de las drogas o que inclusive hacen del robo su sustento diario.

“Pero en eso influye mucho la familia porque casi todos vienen de hogares disfuncionales, algunos arrastran el tema de las drogas desde hace tiempo atrás, ya sea porque los padres, el tío, el hermano o el primo eran adictos”.

Y es que en Guacamayas el micro tráfico de sustancias está a la orden del día, pues se tienen expendios de drogas en varios puntos del barrio y los jóvenes se convierten en dealers para distribuirlas en los parques de la zona.

Esta situación obligó a que Monarcas Bogotá abandonara la cancha inicial en la que comenzaron los entrenamientos. Cuenta Favian que el ambiente ya se encontraba demasiado contaminado y era imposible que los niños pudieran desarrollarse, por lo que optaron por hacer del “Coliseo Cerrado” su nuevo espacio.


Aunque año con año los equipos al mando de Favian utilizan los uniformes y accesorios de Monarcas, hasta el momento ningún integrante de la directiva del club se ha puesto en contacto con ellos, por lo que temporada tras temporada se las ingenian para dar con la indumentaria rojiamarilla.

“Una vez hablamos con un señor que estaba a cargo de los Imperio Monarcas, lo que acá conocemos como filiales, pero nos explicaba que para poder formar parte de ellos y hacer uso del nombre y franquicia, teníamos que pagar casi siete mil dólares el primer año y dos mil 500 de forma anual; algo imposible para nuestros bolsillos”.

En este sentido, expone que sí les gustaría contar con un respaldo de Monarcas Morelia, no tanto por el lado económico, sino ser reconocidos de alguna manera para poder tener solidez y acceso a ligas como la de Bogotá, en la cual no han logrado competir hasta el momento.

Primer contacto

Meses después de que Monarcas Bogotá arrancó de manera oficial, el destino actuó: el equipo michoacano viajaría a Colombia para disputar un partido de Copa Libertadores frente al Independiente de Santa Fe. Favian no dudó en ponerse en contacto con los seguidores purépechas y hablarles sobre su proyecto.

Ramón Ponce, fue de esos aficionados que se habían pagado el viaje para poder ver al equipo jugar en Sudamérica.

Cuando me escribió no le creí, pensaba que era un trampa como para cazarnos, pero resultó que todo era cierto, que su escuela iba en serio

Junto a otros hinchas, decidieron organizarse para comprar 30 uniformes y poder llevárselos hasta Guacamayas. Dice que lo hicieron como un gesto de amabilidad por haber decidido portar los colores de Morelia en un lugar tan lejano.

Durante su instancia en Colombia, algunos aficionados michoacanos decidieron pasar el rato conociendo la parte turística que ofrecía la ciudad. A Ramón le ganó más la curiosidad y no dudó en tomar el colectivo rumbo a Guacamayas.

Con guía personalizada, pudo conocer las calles y rincones de aquella zona, convivir con cada uno de los niños, hablar con ellos, palmar las historias de pobreza y al mismo tiempo de solidaridad que se han gestado entre los vecinos.

“Yo me encontré con un barrio muy marginado que se ubica en la periferia de la ciudad y la misma naturaleza del lugar donde se ha desarrollado el proyecto, lo ha llevado a ser más que una escuela de futbol, se ha transformado en una obra meramente social”.

Favian y sus 50 pupilos tratan de no perderse los partidos de Monarcas. Cuando las televisoras les hacen el milagro de transmitir los juegos, se mantienen al tanto. Gritan y sufren cualquiera que lo mira desde el estadio Morelos. Todo es futbol, futbol y más futbol.

Y es que en Monarcas Bogotá se enseñan los conceptos básicos del juego, la técnica y lo táctico. Pero a lo que más se le pone atención es al tiempo: a poder robarle la mayor cantidad de horas posibles a la marginación y a la desigualdad social, para que los niños se mantengan entretenidos con la pelota.

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