Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Antes de que Samuel Molina acceda a contar su historia, lanza una última ronda de flechas hacia la diana. Acumula 100 disparos de los 200 que debe concretar en la jornada de entrenamiento, la cual llega a demorarse hasta seis horas en el campo de tiro con arco que se ubica en el Centro Deportivo Ejército de la Revolución (Cder).
Armado con su estuche de flechas y la playera nacional con la que compitió en los Juegos Paralímpicos de Tokio, el michoacano se pone serio y con habilidad magistral recorre la zona en su silla de ruedas con el objetivo de elegir el mejor lugar para conversar sobre el ayer, el hoy y quién sabe si el mañana.
Samuel Molina nació en el rancho Potrero Grande, perteneciente al municipio de Churumuco, donde desde sus primeros años aprendió todo sobre la ganadería y la agricultura. Arraigado al campo, afirma que hasta el día de hoy se siente orgulloso del conocimiento que adquirió bajo el mando de sus padres.
Autodefinido como aventurero, relata que a los 16 años decidió emigrar hacia Atlanta, Estados Unidos para trabajar, primero, en una empresa que instalaba fibras subterráneas, después en la construcción, siguiendo por la carpintería y hasta llegar a aprender todo lo relacionado con los planos de una casa.
En esas andaba Samuel en el año 2001, cuando un fatídico martes decidió ir con un amigo a comer a un restaurante, donde tomaron algunas cervezas antes de marcharse. A partir de ahí, reconoce que hay una historia que hasta el día de hoy le sobreviven los tintes de arrepentimiento.
“Yo tenía las llaves en la mesa del restaurante y mi amigo me pidió que lo dejara manejar, yo sabía que no debía permitirlo porque él tenía poca experiencia con autos, pero no dije nada. Salimos y en el trayecto me doy cuenta que estaba manejando a exceso de velocidad y justo en el momento que le pedí que bajara el ritmo, agarramos una curva recta que derivó en que perdiera el control del volante”.
Desde ese momento, abunda, perdió el conocimiento y cuando despertó ya se encontraba postrado y adolorido en una cama de hospital. El saldo fue desalentador: un automóvil totalmente destruido, un amigo con golpes en el cráneo y un Samuel Molina, a sus 21 años, con nula movilidad en sus piernas.
El deporte como salvavidas
A su regreso a México y tras haber aceptado que volver a caminar ya no era una opción, se encerró en su habitación por un prolongado periodo de cinco años. Víctima de la depresión, no tenía reparos en asegurar a sus familiares que su próximo plan era jalar el gatillo de la pistola para ponerle fin a su vida.
“Te diría que el suicidio es el camino fácil, pero la realidad es que siempre fui cobarde y no pude hacerlo; lo intenté en muchas ocasiones, pero, llegado el momento, nunca me atreví a accionar el arma”.
La situación comenzó a dar un giro cuando conoció a Agripina González, la mujer que actualmente es su esposa, pero al amor también se le complementó una sabia decisión: elegir el deporte como método de distracción. Aunque, en un inicio, la primera opción fue el baloncesto, al poco tiempo descubriría que su camino estaba entre los arcos y las flechas.
“Yo vivía en Apatzingán y un día vi a un profesor de nombre Juan Antonio Concha pasar con unos arcos, me acerqué a indagar y me invitó al campo de tiro con arco. Luego se realizó una exhibición donde terminé por enamorarme de este deporte por la manera en que disparaban los chavos”.
Fue en ese lugar, en el año 2017, donde la entrenadora Sandra Loza llegó a la vida de Samuel. Dentro del intercambio de ideas, le aseguró al novato deportista que si se esforzaba podía alcanzar la meta de participar en unos Juegos Paralímpicos.
Samuel Molina admite que en ese momento ignoró sus palabras, pero con el paso de los entrenamientos entendería que era con base a la disciplina y a “dejar la piel y sangre” como se podía crecer en el tiro con arco.
El resto, se trata de la historia que todos han visto en las pantallas: participación en los procesos para competir en Colombia, Holanda, República Checa, Dubai y los Juegos Paralímpicos de Tokio. Ahora mismo, el michoacano se encuentra intensificando entrenamientos rumbo a los Panamericanos de la especialidad que se disputarán en el mes de noviembre en Chile.
Con poco más de 40 años, el atleta se sincera y admite que el deporte lo sacó de las actividades ilegales en las que andaba inmerso, pues si bien le generaban un sustento, era consciente de que no era el mejor camino. En lo individual, el cambio fue todavía más radical, pues añade que logró comprender que su vida no se centraba en alguna extremidad del cuerpo, sino en su mente y en lo que ésta era capaz de plantearse como objetivos, metas y sueños.