Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Este 21 de diciembre entra el solsticio de invierno en el hemisferio norte del planeta. Además, la fecha coincide con la noche más larga experimentada por los pobladores de esta zona de la Tierra.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), centro público de investigación perteneciente al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el invierno comenzó en México a las 15:48 horas del día mencionado, zona centro –21:48 en el Tiempo Universal Coordinado o UTC, por sus siglas en inglés–.
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Además de caracterizarse por el descenso de las temperaturas, situación que comenzó desde finales del mes de octubre, en esta época del año también ocurre un cambio de inclinación en el eje del globo terráqueo, lo que provoca que los rayos del sol se proyecten directamente sobre el hemisferio sur e indirectamente en el hemisferio norte.
Por este motivo es que también ocurre el cambio de estaciones, la cual coincide con el verano en la porción baja del planeta –es decir, de la línea del Ecuador hacia la Antártida–.
Otra de las particularidades del invierno, igualmente por la inclinación del eje de la Tierra, son los días cortos en comparación con las noches, las cuales presentan una duración mayor.
De aquí también proviene la designación de solsticio (del latín solarium y stitium, sol detenido o parado) por la diferencia en la duración de los periodos de tiempo.
Según Jaime Klapp y Salvador Galindo, miembros del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, dependiente de la Secretaría de Energía, el término “se refiere al hecho de que el Sol parece no cambiar de trayectoria durante varios días alrededor de las fechas correspondientes (al evento)”.
En el caso de México, y coincidente con la estación del año, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) prevé la aparición de 51 frentes fríos en el territorio nacional durante la temporada invernal, misma que se extenderá hasta mayo del 2023.
Celebración del invierno en culturas antiguas
De manera general, en las culturas orientales y occidentales, el invierno era considerado como el nacimiento del Sol. En algunas civilizaciones, incluso, el astro se representaba como un niño recién nacido.
En cuanto a las celebraciones asociadas por la llegada de la estación están las fiestas dionisiacas o Dionisias –en particular las Rurales o Rústica– y las Leneas, de origen griego y en honor al dios Dioniso, cuyo marco era la fertilidad/prosperidad y en las que había un carácter de alegría general.
Para la antigua Roma, en este periodo, estaban las Saturnalias o Saturnales, festivales realizados entre el 17 y 25 de diciembre en los que las personas decoraban sus casas con plantas y velas en señal de la nueva venida de la luz. Además, aprovechaban para dar regalos a sus seres queridos, a semejanza con el festejo actual de la Navidad.
Del mismo modo, los Saturnales hacen alusión al dios Saturno –correspondiente con el titán Cronos de la mitología griega, padre del dios Zeus–, encargado del tiempo, la agricultura y las cosas sobrenaturales.
Por este motivo, la sociedad romana consideraba importante mantener contento a su deidad principal durante el periodo en que la “tierra moría”.
Además, en la tradición judeo-cristiana, está el nacimiento de Jesús de Nazaret, que también coincide con el 25 de diciembre y es el origen de la Navidad, fecha importante en el cristianismo.
Otra de las festividades es el Yule, que se remonta a los pueblos nórdicos con una fusión de la mitología germana y los rituales tradicionales de estos grupos que habitaron en la zona –llamados paganismo nórdico–.
Con una duración de 12 días, el Yule se dedicaba a la fertilidad, a los solsticios y a la familia. Asimismo, era un tiempo para recordar a los ancestros, amigos ausentes al igual que procurar la hospitalidad de los viajeros.
Finalmente, en el caso del hemisferio sur y de las culturas andinas, está el Willka Kuti o el retorno del sol, celebrado el 21 de junio, inicio del invierno austral y que marca el cambio del ciclo agrícola de la región.
Durante el Willka Kuti, las personas aún acostumbran ir al Kalasasaya o templo de las piedras paradas de Tiahuanaco, localizado al oeste de Bolivia, espacio en el que esperan el amanecer para extender las manos y recibir los primeros rayos del sol.