En la Base Militar de Santa Lucía los trabajos no paran, ni siquiera por la pandemia. Cuadrillas de trabajadores asisten diariamente en dos turnos: diurno y nocturno, todos con cubrebocas y caretas, además de los tradicionales chalecos de color naranja, cascos y botas de protección. El tiempo apremia y el compromiso de que el aeropuerto Felipe Ángeles quede listo en marzo de 2022 sigue firme.
A poco más de un año del inicio de los trabajos de uno los proyectos insignia de la cuatroté, en una ceremonia que encabezó el presidente Andrés Manuel López Obrador, ocho de las obras que comprende el proyecto aeroportuario presentan retrasos conforme a lo programado.
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El cronograma de la Manifestación de Impacto Ambiental que marca los tiempos de construcción en la Base Militar de Santa Lucía agrega presión.
Según este plan, para septiembre debieron concluirse obras como el estacionamiento cubierto, las instalaciones de la Fuerza Aérea, las viviendas militares y la Torre de Control, las calles de rodaje o el sistema de iluminación y ayudas visuales de la pista central, la terminal de combustible, la red de distribución y el edificio de cuerpo de rescate.
En el lugar, entre polvo, tierra y grava, sobre una camioneta con camuflaje verde a cuadros, el capitán primero ingeniero constructor, Pablo Arturo Pérez González, explica lo que será la Torre de Control y apunta a una estructura de metal, en color blanco, a la que aún le falta la cabeza, la sala de control que administrará el tráfico aéreo desde sus 88 metros de altura.
“Esa torre es el fuste de la torre de control. Esa es la estructura, ahorita ya está a 72 metros, ya sólo falta ponerle propiamente lo que va a ser la cabina de los controladores. Va a tener capacidad para 14 controladores en la parte superior”, detalla el jefe militar.
La pista central, la más larga del país, ya tiene el concreto donde las aeronaves despegarán su vuelo. Es completamente lisa y asegura que cualquier vehículo se deslice sin sentir turbulencia alguna. Pero aún no cuenta con las calles de rodaje o la iluminación que requiere. Sólo concreto se alcanza a distinguir unos metros adelante por la poca visibilidad que deja el polvo que se levanta.
Alrededor transitan pipas, cisternas, tractores, camionetas e incluso algunos autos con los toldos “empanizados”.
En una parte se observan los materiales que se aprovecharán para la obra, en otras, obreros con chalecos naranjas que trabajan en el armado de las estructuras.
Las viviendas y las instalaciones de la Fuerza Aérea presentan avances en su estructura, pero aún no están terminadas. Los ingenieros militares calculan que estarán terminadas el año entrante.
El proyecto será una “pequeña ciudad militar” que albergará un hotel, un centro comercial con boliche y una sala de cine, viviendas en una unidad habitacional y su respectivo aeropuerto militar.
Aun con estos retrasos, Juan Carlos Figueroa Flores, teniente ingeniero constructor, asegura que el nuevo aeropuerto quedará concluido en la fecha preestablecida, es decir, en marzo de 2022.
El proyecto en su conjunto presenta un avance físico de 43.24 por ciento y financiero, de 30.34 por ciento, según cifras de la Secretaría de la Defensa Nacional.
“Todo este complejo va a representar una inversión de 75 mil millones de pesos y va a continuar funcionando el actual aeropuerto de la Ciudad de México. Nos estamos ahorrando 225 mil millones de pesos, porque se tomó una buena decisión”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en un recorrido que realizó el 16 de octubre pasado, un año después del banderazo de inicio.
El Aeropuerto Felipe Ángeles podrá dar servicio a 199.5 millones de pasajeros en su primera fase y contará con espacio para albergar hasta 16 aeronaves, ocho para vuelos nacionales, uno mixto y siete internacionales.
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