Hace ya casi 25 años, el 1 de enero de 1994, cuando el país pasaba la resaca del Año Nuevo, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) declaró la guerra al Estado mexicano, reivindicando la lucha indígena en contra de la pobreza y las desigualdades sociales y políticas imperantes.
De pronto indígenas de distintas etnias chiapanecas, embozados, tomaron armados los municipios de San Cristóbal de las Casas, Altamirano, Las Margaritas y Ocosingo. El alzamiento se daba justo el día de entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, una de las joyas del gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari
Las informaciones iniciales fueron confusas, contradictorias. Era impensable para muchos que una guerrilla así pudiera darse en México. Parecían sólo rumores esparcidos por interesados dentro del propio poder político para empañar las cosas al Presidente. De pronto, la batalla se hizo realidad: combates armados en territorio nacional. Soldados mexicanos contra un ejército irregular del que se sabía muy poco.
Imágenes de enfrentamientos y muertos en ambos bandos comenzaron a publicarse la primera semana de enero. México había conocido grupos guerrilleros urbanos en la década de los 70 y algunos campesinos irregulares en la década de los 60 (Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas), pero nada como esto: un grupo militar uniformado y armado enfrentando de manera directa al Ejército.
El primer día del alzamiento, cuando aún el Ejército mexicano no reaccionaba, apareció como vocero informal del movimiento el que se identificó como Subcomandante Marcos, que iba a ser pieza de comunicación fundamental del zapatismo.
Sobrevinieron el fuego, los bombardeos, los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, como uno muy significativo y mediático en el mercado de Ocosingo, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo: milicianos zapatistas muertos, blandiendo fusiles de madera. Hipótesis iban y venían: siempre partiendo de amenazantes fuerzas extranjeras, campesinos manipulados, huecos tremendos e intencionales en la inteligencia del Estado mexicano, etcétera.
Algo, sin embargo, no checaba dentro de los esquemas de explicación tradicionales. La Declaración de la Selva Lacandona, documento que acompañó a la Declaración de Guerra, resultó un texto con una narrativa social e indigenista que se apartaba del típico discurso guerrillero latinoamericano socialista o comunista. De hecho, no apelaba a la toma del poder, sino a la destrucción del actual para dar paso a algo nuevo, más igualitario, donde todos tuvieran cabida, sin dejar ya nunca de lado a los indígenas. Ninguna referencia a Marx, Engels, Fidel Castro o el Che Guevara.
PAZ CON JUSTICIA Y DEMOCRACIA
Del desconcierto inicial se pasó de manera rápida al de una ofensiva militar donde la superioridad de fuego del Ejército mexicano hacía prever un sangriento desenlace pacificatorio, cuando se dio una movilización nacional civil en favor de la paz y no del exterminio de los rebeldes.
Enfrentado al dilema de aplastar por las armas el movimiento o de mostrar apego a los derechos humanos, el gobierno de Salinas nombra el 10 de enero a Manuel Camacho Solís como comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas, quien ofrece al EZLN paz con justicia y democracia.
El 12 de enero el presidente Salinas ordena el cese al fuego unilateral del Ejército en Chiapas. El EZLN considera el alto al fuego como un primer paso para iniciar el diálogo y cuatro días después el mandatario envía a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión su propuesta de Ley de Amnistía General. Es más, un mes después inician los Diálogos de Paz en catedral de San Cristóbal de Las Casas.
Termina la fase armada del conflicto y se entra a una nueva etapa de tensas negociaciones en la cual se conoce más del ideario de ese movimiento neozapatista, tendiente a la reivindicación de las autonomías indígenas y la defensa de su territorio, opuesto al que denomina rapiña capitalista e industrial que sólo busca el despojo de los pueblos originarios en favor de proyectos privados que en nada benefician a los más pobres.
Poco a poco se va dando a conocer la voz de los rebeldes, a través de los comunicados del Subcomandante Marcos, quien combina la narrativa social con la poesía y un toque de realismo mágico, que enamora a amplias capas de la izquierda mexicana. Sus textos son devastadores para el statu quo y pone en el mapa los derechos indígenas.
De paso también se va a dando a conocer la identidad del grupo armado: una zona del país con condiciones de pobreza extrema y discriminación e injusticias milenarias, a las que se adicionaron una célula guerrillera de las Fuerzas de Liberación Nacional que habían combatido efímeramente en los 70 en Nuevo León y el Estado de México, y comunidades eclesiales de base, orientadas por la Teología de la Liberación y la opción preferencial por los pobres dentro de la Iglesia católica. Un coctel que se maduró por más de 25 años y logró crear una base social de importancia.
Los diálogos entre el gobierno federal y el EZLN enfrentan diversas fases. Va quedando claro que los rebeldes buscan posicionar el tema de las autonomías indígenas y el reconocimiento constitucional a las formas de autogobierno.
LA MARCHA A LA CAPITAL
En 1995, ya con Ernesto Zedillo como presidente, las conversaciones de San Cristóbal se tensan hasta casi romperse cuando el gobierno da a conocer la identidad de quien para él es el Subcomandante Marcos: Sebastián Guillén Vicente, un profesor tamaulipeco que habría participado en el movimiento social de El Salvador y había dado clase de Diseño en la UAM-Xochimilco.
Aun así, los diálogos avanzan, aunque con lentitud. Finalmente, el 16 de febrero de 1996 el gobierno firma con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura, para comprometerse a modificar la Constitución nacional para otorgar derechos, incluyendo autonomía, a los pueblos indígenas de México y atender las demandas en materia de justicia e igualdad para éstos y para los pobres del país.
Para entonces, el EZLN ya se había vuelto referencia de las reivindicaciones de pobres y excluidos de todo el mundo. Chiapas se volvió el ombligo y santuario de todo movimiento alternativo y antiglobalización del planeta. Marcos es ya una súper estrella de la izquierda mundial.
Es también una etapa de lucha antiguerrillera y guerra de baja intensidad desplegada por el gobierno mexicano, que por un lado negociaba los derechos indígenas y por otro azuza conflictos intercomunitarios y genera tensiones para hostigar y desgastar a las comunidades zapatistas rebeldes. Pululan los grupos paramilitares, los enfrentamientos y las muertes. Ciclo que tiene su máxima y más sangrienta expresión el 21 de diciembre de 1997, cuando en Acteal un grupo irregular masacra a una comunidad religiosa indígena.
LOS CINCO CARACOLES
Los Acuerdos de San Andrés tenían que ser confirmados por el Congreso de la Unión,proceso que se alarga y amorcilla por años. No hay voluntad de la clase política mexicana para firmarlos y hacerlos valer. En el año de 1999 los zapatistas organizan una consulta nacional para validarlos, pero no pasa nada después.
En 2001 marchan a la Ciudad de México para exigir su promulgación. Logran apoteósicas presentaciones y gran despliegue de apoyo social, pero en septiembre de 2002 la Suprema Corte de Justicia entierra los acuerdos por considerarlos ilegales y contrarios al pacto federal. El Congreso emite una ley sustituta que saca de su contenido las demandas zapatistas fundamentales.
El EZLN pasa a una nueva etapa y organiza sus propios territorios conforme a su manera de entender la autonomía y el autogobierno. Funda cinco Caracoles, regidos por Juntas de Buen Gobierno. En 2005 da a conocer su Sexta Declaración de la Selva Lacandona en la que rompe con la intelectualidad de izquierda agrupada en partidos políticos como el PRD, movimientos como el de Andrés Manuel López Obrador, los medios de comunicación comerciales y ONG. Suma a su lucha los derechos de jóvenes, mujeres, homosexuales y lesbianas para reivindicarlos. No vuelve a hablar de tomar las armas, sino de vivir su autonomía.
Se comienza a saber cada vez menos de ellos. Marcos deja de emitir comunicados con frecuencia. Asiste a reuniones nacionales de autodefensa de las autonomías indígenas. En 2008 rompe incluso con los colectivos internacionales que le sirvieron de apoyo y ariete mundial. Se encierran en sí mismos. Sólo aceptan prensa marginal y de colectivos solidarios. La izquierda mexicana se enamora ahora del movimiento lopezobradorista y abandona al zapatismo como el movimiento de moda.
Hasta 2012 vuelven a realizar una marcha propagandística. Unos 40 mil zapatistas marchan pacíficamente hacia San Cristóbal de Las Casas y otras cabeceras municipales. Emiten el comunicado “¿ESCUCHARON? Es el sonido de su mundo derrumbándose…”. Después de eso, otra vez el silencio mediático, aunque el trabajo de las comunidades avanza. En febrero de 2016 dan a conocer el reporte “¿Y en las comunidades zapatistas?”, en el cual muestran avances en materia de educación y salud en las comunidades zapatistas, que no dejan de ser pobres, pero que logran sobrevivir a base de exportaciones agrícolas marginales, de autoconsumo y mediante autogestión gubernamental.
El 27 de mayo de 2017 vuelven a dar otro golpe mediático al elegir a la doctora rural María de Jesús Patricio, Marichuy, como su candidata a la Presidencia de la República, con un ánimo testimonial. En su discurso, 25 años después de haberse alzado, mantienen su argumentación a favor de los desplazados del crecimiento, de los discriminados, de los excluidos del desarrollo y a favor de toda forma de autogestión y autogobierno, en defensa de sus tierras y tradiciones.