Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Hasta antes del 2017, Magdalena Zurita creía que aquellos que realizaban mandas religiosas lo hacían simplemente para llamar la atención con acciones exageradas, pero cuando su hijo emigró hacia los Estados Unidos y quedó incomunicado en el desierto de Arizona, no le quedó de otra que recurrir a su fe.
A sabiendas de que la manda es un sacrificio a cambio de una petición, la cual puede resultar favorable o no, se dispuso a pensar en qué estaba dispuesta a hacer y al reflexionar que estar hincada era algo que le costaba trabajo, fue precisamente que decidió acudir al templo de rodillas.
“Para muchos puede parecer algo fácil, pero solo yo sé el sacrificio que me costó. Ese primer año estuve a punto de rajarme y eso que no llevaba ni la mitad del camino, pero al recordar que se me había cumplido el milagro de que mi hijo saliera del desierto bien librado, tomé fuerzas para continuar”.
Dos años más tarde, su padre enfermó, de tal manera que replicó la acción el 12 de diciembre y aunque cinco días después falleció, se dijo agradecida porque, aunque el dolor estaba presente, de alguna manera se “sentía bendecida”.
Magdalena Zurita no se considera una “excelente católica”, ya que no es de las que acude a misa cada ocho días ni tampoco se confiesa ante algún sacerdote, pero por alguna razón, refiere que le gusta mantener intacta su fe, pese a que en ocasiones los resultados no son los que ella quisiera.
“En mayo del año pasado por ejemplo dejé de tener contacto con mi hijo, no sabía nada de él, mientras a la par mi matrimonio comenzó a desestabilizarse a causa de las drogas, fueron meses en los que viví angustiada, pero me he dado cuenta de que es la Virgen la que siempre ha estado a mi lado, la que me dio fuerza para decir basta a una relación en la que ya no quería estar. De lo otro, afortunadamente en junio de este año me avisaron que mi hijo estaba preso en una cárcel de California y sé que para muchos eso no es una buena noticia, pero sé que por lo menos está vivo, con techo y comida”.
Ante el cuestionamiento de si habrá algún año en que deje de realizar mandas, la mujer de 52 años expone que esto sucederá cuando cumpla su última promesa: acudir un 12 de diciembre a visitar a la Virgen junto a su hijo, tal como lo hizo hace 27 años.
De acuerdo con la definición de la religión católica, la manda es una promesa que suele estar relacionada con la piedad popular o con las peregrinaciones; puede tener carácter penitencial, de petición de un favor o de agradecimiento por una gracia concedida.
Asimismo, según la historia clerical, las mandas nacieron a raíz de la supuesta aparición de la Virgen de Guadalupe entre los días 9 y 12 de diciembre de 1531 en el cerro de Tepeyac, pues cada año los grupos indígenas comenzaron a visitar el santuario frecuentemente para que sus súplicas fueran escuchadas y al mismo tiempo ofrecer sus penas.
La manda tiene un carácter de diálogo y supone la relación con lo sagrado; es decir, es una forma de relación entre la criatura y Dios, María, los santos canonizados u otros personajes honrados por el pueblo.
Por otra parte, se considera fundamental que la actitud de quien hace la manda sea de fe indigente, de sacrificio penitencial, de ofrenda generosa y de agradecimiento por el don recibido. Dicho en otras palabras, no tiene tanta importancia lo que se entrega, sino el significado de la ofrenda.
Dentro de las mandas populares que se practican en México, se encuentra el ir de rodillas hacia el templo, acudir descalzos, las ofrendas económicas y también están las que toman un carácter más radical como el dejar de comer y la abstinencia sexual.
En el país las mandas se pueden realizar a cambio de la mejora en la condición de salud propia o de familiares, por anhelar un mejor estatus económico y hasta por el suplicio de dejar de lado alguna adicción.
Si bien el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) arrojó que las personas adscritas a la religión católica descendieron un cinco por ciento con respecto al 2010, lo que se traduce en un total de 97 millones 864 mil 218 feligreses, la masificación de peregrinaciones durante el mes de diciembre sigue siendo una tradición latente.
Partiendo de los diferentes barrios de la ciudad o de manera individual, todos los días se observan a feligreses transitar por la Calzada de Fray Antonio de San Miguel con rumbo hacia el Templo de San Diego para cumplir con el acto que, según la ideología católica, se practica por devoción y no por obligación.
Regularmente por las tardes, es cuando comienza el desfile de devotos que acuden vestidas de guares o de Juan Diego. Algunos hacen el trayecto rezando, otros más acompañados del familiar por el que están ofreciendo su manda y hay quienes prefieren acudir en absoluta soledad.
En este sentido, el fray Jorge Aguilar, encargado desde hace siete de años de la iglesia de San Diego, afirma que le resulta imposible precisar una cifra sobre el número de creyentes que cada diciembre ofrecen una manda a la Virgen de Guadalupe.
Abunda que desde que inicia diciembre, prácticamente cada hora reciben grupos de peregrinos, ciudadanos devotos que se dan cita de distintos lugares, por lo que resulta complicado poder tener un conteo preciso de los visitantes.
“Han venido también escuelas completas, hemos recibido hasta 200 policías, también magistrados y gente que pensamos que son los que nunca vendrían. Entonces siempre que me preguntan sobre la cantidad de visitantes, o de personas que hacen mandas, no lo puedo calcular porque estaría mintiendo sobre la cifra”.
Quienes no optan por hacer un sacrificio físico, el Fray detalla que los fieles recurren a llevar ofrendas, mientras que otros aportan veladoras, alimentos que son repartidos durante el año a los que más lo necesiten.
“Cuando empiezan a surgir las mandas en tiempos de la Conquista, debemos recordar que los indígenas atravesaban tiempos muy difíciles, por lo que se avocaban a la Virgen Santísima. Aparte ella tiene una particularidad, como si imagen fue impregnada, tiene un imán que provoca una atracción espiritual muy profunda, eso hacía que la gente ofreciera cada vez más las mandas de rodillas”.
No obstante, el clérigo apunta que desde el catolicismo se ha estado exhortando a los fieles a que dejen de lado la práctica de acudir de rodillas, ya que se trata de un acto que atenta contra su integridad física, pero al no poder obligarlos a nada, detalla que han optado por colocar rampas alfombradas en la puerta de la iglesia.
“Nosotros no podemos quitarles esa devoción, pero también la costumbre, porque es algo que se ha ido heredando desde los tatarabuelos, entonces hay gente que no falla para venir a hacer su manda, su compromiso y el pedir sus necesidades; pero insistimos en que hay otras formas de ofrecer sus dolores, penas y tristezas”.
A decir de Jorge Aguilar, la mayoría de los que realizan una manda lo hacen por cuestiones de salud, pero también están las madres que están en la búsqueda de hijos desaparecidos o simplemente por encontrar la paz interior.
Al cuestionarle si va en ascenso la realización de mandas, expresa que se trata de algo variable, ya que durante la pandemia descendió dicha práctica, pero por la experiencia que le ha tocado vivir en este 2022, asegura que se ha presentado una alta afluencia de devotos que proyecta la profunda religiosidad del mexicano en general.
