/ lunes 24 de abril de 2023

Crimen organizado recluta niños; hay cientos de miles en riesgo

Los menores son seducidos con dinero y estatus, sin embargo hay otros que son recluidos a la fuerza

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En México, niñas, niños y adolescentes son parte de las víctimas que cobra la delincuencia organizada, pues los incluyen como parte de su base social, con actividades que van desde la vigilancia hasta las ejecuciones. Las cifras son alarmantes y en vez de bajar, cada vez se encuentran más casos. Desde 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) detectó que miles de infantes son obligados a ingresar al narcotráfico desde los nueve años “para llevar mensajes, informar, robar, secuestrar y hasta matar”.

Entre las decenas de pacientes que atiende con regularidad, la psicóloga Erandi Gutiérrez Corona relata en entrevista que uno de los casos más complicados ha sido el de dos adolescentes internados en el Tutelar de Menores con sede en Morelia. A uno de ellos le faltan tres años para cumplir la mayoría de edad, pero ya tiene un expediente abierto por haber asesinado al menos a 15 personas. Pese a ello, en menos de 12 meses saldrá libre, pues en México solo se castiga con cárcel a partir de los 18 años.

En las sesiones de terapia, los jóvenes señalaron haber sido reclutados por el crimen organizado cuando tenían 13 años, y para convencerlos les prometían recompensas como unos tenis americanos, un primer paso para aspirar a un aparente estatus social. Comenzaron como vigilantes en poblaciones del municipio de Zamora, labor que en el argot del narcotráfico se le conoce como “halcones”. Pero rápidamente recibieron ascensos hasta participar en torturas y ejecuciones.

Barricadas de Pueblos Unidos, grupos civiles armados para la defensa de los aguacateros en Ario de Rosales / Foto: Archivo | El Sol Morelia


De acuerdo a un estudio de la Red de Derechos de la Infancia (Redim), se calcula que, en todo el país, entre 145 mil y 250 mil niños y adolescentes son susceptibles a ser parte de las células delictivas, mientras que la Unicef y la CIDH estiman que 30 mil ya participan como espías, combatientes, mensajeros y sicarios, además de que son explotados sexualmente.

Michoacán aparece entre las siete entidades con más casos, un top que encabeza el Estado de México, seguido por Jalisco, Chiapas, Puebla, Guanajuato y Veracruz.

Ruptura psíquica

Erandi Gutiérrez apunta que el perfil psicológico en este tipo de casos es el de un niño que no termina por entender su realidad. “No tienen la conciencia de lo que están haciendo, son personas a las que les robaron la infancia y se enfrentan a una ruptura psíquica porque en su círculo familiar siguen siendo niños, pero sus jefes en el cártel les dicen que ya son hombres y los obligan a delinquir”.

También hay un rencor acumulado. En el caso de uno de esos pacientes, el crimen organizado ya le había asesinado a su padre, a su novia y a su madre, por lo que solo piensa en vengarse una vez que regrese a las calles. El trabajo de reorientación social que se hace en el tutelar nunca es suficiente, ni siquiera para él que pasará un año encerrado. Uno de los grandes problemas a los que estos niños se enfrentan es que cuando cumplen con su sanción, no tienen garantías de protección, por lo que regresan al mismo sitio donde fueron víctimas del reclutamiento a continuar con una vida delictiva.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

El índice de reincidencia es más acentuado en niños que en adultos, afirma la especialista, lo que disminuye la posibilidad de que estos menores “rectifiquen el camino”. Por el contrario, su conducta es manipulada no solo por la gente que los rodea, sino por una serie de factores culturales como los narcocorridos que exaltan la figura de los sicarios. “Comienzan a asumirse como esos personajes, porque en la realidad tienen el poder de un arma, del consumo de drogas. Hacerles ver que tienen otras salidas, otras opciones de vida, es un trabajo muy complicado”.

Como prueba de ese daño en su conducta, hay una serie de cartas escritas por los niños del tutelar escritas en un taller de música. En una de ellas se lee: “Algún día tenía que pagar, la ley llegó, mi familia sola se quedó, ahora estoy preso, y espero poder salir, no voy a mentir; la venganza es mi misión”.

Factores para el reclutamiento

El estudio titulado Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos en México, a cargo de la Redim y el Observatorio Nacional Ciudadano, refiere que hay factores que contribuyen a que la inclusión de menores en los grupos criminales sea mayor. “El entorno familiar, la pobreza, el abandono, la falta de oportunidades, la victimización por violencia familiar, el contexto social o la cercanía a zonas con presencia de grupos delictivos, entre otros”.

Para que un infante caiga en los dominios de los cárteles de la droga hay situaciones de violencia en su entorno que ya están medidas. En la Consulta Infantil y Juvenil 2018, realizada por el Instituto Nacional Electoral (INE), se dejó en evidencia que 22 por ciento de menores de entre seis y nueve años fueron víctimas de maltrato en su casa, mientras que en 2020 más de 15 mil menores fueron atendidos en hospitales públicos por algún tipo de violencia. En ese mismo año, tres millones de niños ya no continuaron con sus estudios en el nivel básico, mientras que el INEGI ha documentado que 11 por ciento de los infantes pobres tienen que trabajar para sobrevivir.

En resumen: con marginación, violentados en sus hogares y sin la opción de la escolaridad, los niños son carne de cañón para la delincuencia organizada, que además aprovecha que no se puede condenar a los menores con cárcel.

En entrevista, la directora de la Redim, Tania Ramírez Hernández, apunta que el reclutamiento de menores de edad por el crimen organizado tiene un claro despegue a partir de 2006, cuando el gobierno del presidente Felipe Calderón encabezó la llamada guerra contra el narcotráfico. Sin embargo, con los años posteriores la situación no ha cambiado, lo que también se refleja en las cifras de desapariciones de personas, donde se incluyen a niñas, niños y adolescentes.

“En México no contamos con datos sobre el reclutamiento, en parte porque saberlo a ciencia cierta es muy complejo. Hay niños que son cooptados sin saberlo, que hacen labores para los cárteles que pasan inadvertidas. Los casos más visibles son aquellos que incluyen la expulsión de los menores de sus hogares, cuando de plano se los llevan a trabajar a otro lugar”.

Otro factor de riesgo tiene que ver con la normalización del delito en las comunidades, la cual se refleja en la participación de familias enteras en actividades relacionadas con el narcotráfico, por lo que los hijos simplemente se integran a lo que hacen sus padres.

Ramírez Hernández señala que todo niño reclutado por los cárteles es una víctima, aunque después terminen por cometer actos ilícitos.

Archivo | El Sol de Morelia

Narcocultura, “ascensos” y muerte temprana

Si bien las tendencias de la narcocultura llegan a influir en los niños y adolescentes, no representan el detonante para su ingreso a alguna asociación delictiva, sostiene la directora de Redim. La alta penetración mediática de expresiones como los corridos bélicos están ahí, pero no pesan más que las condiciones socioeconómicas en las infancias. “No es tanto la cultura a la que se quieran adherir, sino los entornos de los que quieren escapar: esos adolescentes han sido violentados en sus propias casas, al grado que hemos platicado con quienes clamaban por tener otra vida, aunque eso tuviera el riesgo de sólo vivir un día más”.

La organización Reinserta también elaboró un informe que reúne estadísticas de la última década. Según esas investigaciones, un menor va “subiendo de nivel” en las organizaciones conforme crece en edad. “Los niños más pequeños comienzan realizando tareas sencillas como informar y observar; a partir de los 12 años comienzan a cuidar casas de seguridad o a transportar droga; desde los 16 años portan armas y son los encargados de realizar secuestros y asesinatos”, detallan.

Como ocurre con los adultos, los niños suelen encontrar la muerte en ese ambiente de violencia extrema. Tan solo entre 2010 y 2014 se reportaron mil 200 asesinatos de menores, algunos en enfrentamientos con bandas rivales, pero otros por sus propios jefes, que prefirieron deshacerse de lo que ya consideraban un problema.

Foto: Cuartoscuro

El número se disparó en 2022. La organización Save The Children reportó que 595 niños murieron de forma violenta solo en el primer semestre, un aumento del 83 por ciento en comparación con 2015. La propia Redim contabilizó cuatro mil 485 homicidios infantiles entre enero de 2019 a septiembre de 2022.

En su tesis de licenciatura por la UNAM, Laura Mendoza González afirma que en Michoacán los niños comenzaron a ser reclutados desde 2013 por integrantes de La Familia Michoacana, quienes eligieron a sus víctimas entre vendedores de dulces en los semáforos para darles actividades de mensajeros y vigilantes.

Reinserta también ha documentado que los menores son inmiscuidos en otros delitos como el secuestro y la trata de personas, consideradas como actividades alternativas de los propios cárteles de la droga. En cuanto al consumo de estupefacientes entre la niñez, un testimonio recogido en los límites de Guerrero y Michoacán lo deja claro: todos terminan siendo adictos, sin excepción: “ahí mismo en el cártel te la dan o te llega como parte del pago de la semana”, aceptó un niño llamado Isaac, mientras que Jacobo fue más explícito: “A veces me metía droga, pero luego no nos dejaban. Cuando estábamos, no sé, torturando a alguien, o cuando íbamos a descuartizar a alguien, no nos dejaban. Ya cuando terminábamos de hacer todo ese trabajo y llegábamos a la casa, ya era cuando podíamos descansar bien y podíamos consumir”.

Esta generación nació en la guerra: Falko Ernst

Para entender el fenómeno de los menores de edad reclutados por el crimen organizado, no se puede perder de vista que es la primera generación nacida después del inicio de la guerra contra el narcotráfico en 2006, dice el periodista y escritor Falko Ernst. El también integrante de Crisis Group apunta en entrevista que los niños que crecen en zonas dominadas por el narco “no conocen otra cosa, viven con la presencia de adultos armados y de ciertas formas de violencia”.

Conocedor del territorio michoacano, del cual ha escrito decenas de artículos periodísticos, añade que los padres de familia en las comunidades rurales ya ni siquiera explican a sus hijos por qué hay una guerra cotidiana en su propio pueblo, “lo que facilita el ingreso de los jóvenes a las filas de grupos armados o a las economías ilegales que funcionan de forma simultánea”.

Foto: Archivo | El Sol de Morelia

En un pueblo de la Tierra Caliente, explica Ernst, un adolescente de 14 años se enfrenta a tres escenarios: seguir cosechando limones con pagos mínimos, migrar a los Estados Unidos o aceptar las invitaciones de los cárteles, donde se les promete buen pago y ascenso social inmediato, “un anzuelo que se les vende con la idea de que manejarán una camioneta repleta de armas”.

El sueño de una vida mejor es un engaño, afirma el periodista, pues en su gran mayoría esos jóvenes terminan asesinados, en la cárcel o prófugos, “y siguen siendo pobres, porque las posiciones de poder y la riqueza de los mercados ilegales se reparten entre muy pocas personas, nunca entre los sicarios”.

En ese entorno, el reclutamiento no necesariamente es por métodos violentos. Ernst ha dialogado con hombres de grupos criminales quienes relatan que “los niños llegan solos”, o como le dijo un jefe de plaza en Apatzingán: “Relleno de carne siempre habrá”. No son todos los casos, pues hay zonas donde los adolescentes sí sufren violencia física para que trabajen en el crimen, además de que muchos son inducidos al consumo de cristal con el propósito de “formar soldados para la guerra”.

Finalmente, Falko Ernst apunta que sin que sea un factor de causalidad, la narcocultura traducida en narcocorridos o corridos bélicos representa un medio aspiracionista para niños y adolescentes, pues “es la edad en la que sueñan con ser alguien”.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En México, niñas, niños y adolescentes son parte de las víctimas que cobra la delincuencia organizada, pues los incluyen como parte de su base social, con actividades que van desde la vigilancia hasta las ejecuciones. Las cifras son alarmantes y en vez de bajar, cada vez se encuentran más casos. Desde 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) detectó que miles de infantes son obligados a ingresar al narcotráfico desde los nueve años “para llevar mensajes, informar, robar, secuestrar y hasta matar”.

Entre las decenas de pacientes que atiende con regularidad, la psicóloga Erandi Gutiérrez Corona relata en entrevista que uno de los casos más complicados ha sido el de dos adolescentes internados en el Tutelar de Menores con sede en Morelia. A uno de ellos le faltan tres años para cumplir la mayoría de edad, pero ya tiene un expediente abierto por haber asesinado al menos a 15 personas. Pese a ello, en menos de 12 meses saldrá libre, pues en México solo se castiga con cárcel a partir de los 18 años.

En las sesiones de terapia, los jóvenes señalaron haber sido reclutados por el crimen organizado cuando tenían 13 años, y para convencerlos les prometían recompensas como unos tenis americanos, un primer paso para aspirar a un aparente estatus social. Comenzaron como vigilantes en poblaciones del municipio de Zamora, labor que en el argot del narcotráfico se le conoce como “halcones”. Pero rápidamente recibieron ascensos hasta participar en torturas y ejecuciones.

Barricadas de Pueblos Unidos, grupos civiles armados para la defensa de los aguacateros en Ario de Rosales / Foto: Archivo | El Sol Morelia


De acuerdo a un estudio de la Red de Derechos de la Infancia (Redim), se calcula que, en todo el país, entre 145 mil y 250 mil niños y adolescentes son susceptibles a ser parte de las células delictivas, mientras que la Unicef y la CIDH estiman que 30 mil ya participan como espías, combatientes, mensajeros y sicarios, además de que son explotados sexualmente.

Michoacán aparece entre las siete entidades con más casos, un top que encabeza el Estado de México, seguido por Jalisco, Chiapas, Puebla, Guanajuato y Veracruz.

Ruptura psíquica

Erandi Gutiérrez apunta que el perfil psicológico en este tipo de casos es el de un niño que no termina por entender su realidad. “No tienen la conciencia de lo que están haciendo, son personas a las que les robaron la infancia y se enfrentan a una ruptura psíquica porque en su círculo familiar siguen siendo niños, pero sus jefes en el cártel les dicen que ya son hombres y los obligan a delinquir”.

También hay un rencor acumulado. En el caso de uno de esos pacientes, el crimen organizado ya le había asesinado a su padre, a su novia y a su madre, por lo que solo piensa en vengarse una vez que regrese a las calles. El trabajo de reorientación social que se hace en el tutelar nunca es suficiente, ni siquiera para él que pasará un año encerrado. Uno de los grandes problemas a los que estos niños se enfrentan es que cuando cumplen con su sanción, no tienen garantías de protección, por lo que regresan al mismo sitio donde fueron víctimas del reclutamiento a continuar con una vida delictiva.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

El índice de reincidencia es más acentuado en niños que en adultos, afirma la especialista, lo que disminuye la posibilidad de que estos menores “rectifiquen el camino”. Por el contrario, su conducta es manipulada no solo por la gente que los rodea, sino por una serie de factores culturales como los narcocorridos que exaltan la figura de los sicarios. “Comienzan a asumirse como esos personajes, porque en la realidad tienen el poder de un arma, del consumo de drogas. Hacerles ver que tienen otras salidas, otras opciones de vida, es un trabajo muy complicado”.

Como prueba de ese daño en su conducta, hay una serie de cartas escritas por los niños del tutelar escritas en un taller de música. En una de ellas se lee: “Algún día tenía que pagar, la ley llegó, mi familia sola se quedó, ahora estoy preso, y espero poder salir, no voy a mentir; la venganza es mi misión”.

Factores para el reclutamiento

El estudio titulado Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos en México, a cargo de la Redim y el Observatorio Nacional Ciudadano, refiere que hay factores que contribuyen a que la inclusión de menores en los grupos criminales sea mayor. “El entorno familiar, la pobreza, el abandono, la falta de oportunidades, la victimización por violencia familiar, el contexto social o la cercanía a zonas con presencia de grupos delictivos, entre otros”.

Para que un infante caiga en los dominios de los cárteles de la droga hay situaciones de violencia en su entorno que ya están medidas. En la Consulta Infantil y Juvenil 2018, realizada por el Instituto Nacional Electoral (INE), se dejó en evidencia que 22 por ciento de menores de entre seis y nueve años fueron víctimas de maltrato en su casa, mientras que en 2020 más de 15 mil menores fueron atendidos en hospitales públicos por algún tipo de violencia. En ese mismo año, tres millones de niños ya no continuaron con sus estudios en el nivel básico, mientras que el INEGI ha documentado que 11 por ciento de los infantes pobres tienen que trabajar para sobrevivir.

En resumen: con marginación, violentados en sus hogares y sin la opción de la escolaridad, los niños son carne de cañón para la delincuencia organizada, que además aprovecha que no se puede condenar a los menores con cárcel.

En entrevista, la directora de la Redim, Tania Ramírez Hernández, apunta que el reclutamiento de menores de edad por el crimen organizado tiene un claro despegue a partir de 2006, cuando el gobierno del presidente Felipe Calderón encabezó la llamada guerra contra el narcotráfico. Sin embargo, con los años posteriores la situación no ha cambiado, lo que también se refleja en las cifras de desapariciones de personas, donde se incluyen a niñas, niños y adolescentes.

“En México no contamos con datos sobre el reclutamiento, en parte porque saberlo a ciencia cierta es muy complejo. Hay niños que son cooptados sin saberlo, que hacen labores para los cárteles que pasan inadvertidas. Los casos más visibles son aquellos que incluyen la expulsión de los menores de sus hogares, cuando de plano se los llevan a trabajar a otro lugar”.

Otro factor de riesgo tiene que ver con la normalización del delito en las comunidades, la cual se refleja en la participación de familias enteras en actividades relacionadas con el narcotráfico, por lo que los hijos simplemente se integran a lo que hacen sus padres.

Ramírez Hernández señala que todo niño reclutado por los cárteles es una víctima, aunque después terminen por cometer actos ilícitos.

Archivo | El Sol de Morelia

Narcocultura, “ascensos” y muerte temprana

Si bien las tendencias de la narcocultura llegan a influir en los niños y adolescentes, no representan el detonante para su ingreso a alguna asociación delictiva, sostiene la directora de Redim. La alta penetración mediática de expresiones como los corridos bélicos están ahí, pero no pesan más que las condiciones socioeconómicas en las infancias. “No es tanto la cultura a la que se quieran adherir, sino los entornos de los que quieren escapar: esos adolescentes han sido violentados en sus propias casas, al grado que hemos platicado con quienes clamaban por tener otra vida, aunque eso tuviera el riesgo de sólo vivir un día más”.

La organización Reinserta también elaboró un informe que reúne estadísticas de la última década. Según esas investigaciones, un menor va “subiendo de nivel” en las organizaciones conforme crece en edad. “Los niños más pequeños comienzan realizando tareas sencillas como informar y observar; a partir de los 12 años comienzan a cuidar casas de seguridad o a transportar droga; desde los 16 años portan armas y son los encargados de realizar secuestros y asesinatos”, detallan.

Como ocurre con los adultos, los niños suelen encontrar la muerte en ese ambiente de violencia extrema. Tan solo entre 2010 y 2014 se reportaron mil 200 asesinatos de menores, algunos en enfrentamientos con bandas rivales, pero otros por sus propios jefes, que prefirieron deshacerse de lo que ya consideraban un problema.

Foto: Cuartoscuro

El número se disparó en 2022. La organización Save The Children reportó que 595 niños murieron de forma violenta solo en el primer semestre, un aumento del 83 por ciento en comparación con 2015. La propia Redim contabilizó cuatro mil 485 homicidios infantiles entre enero de 2019 a septiembre de 2022.

En su tesis de licenciatura por la UNAM, Laura Mendoza González afirma que en Michoacán los niños comenzaron a ser reclutados desde 2013 por integrantes de La Familia Michoacana, quienes eligieron a sus víctimas entre vendedores de dulces en los semáforos para darles actividades de mensajeros y vigilantes.

Reinserta también ha documentado que los menores son inmiscuidos en otros delitos como el secuestro y la trata de personas, consideradas como actividades alternativas de los propios cárteles de la droga. En cuanto al consumo de estupefacientes entre la niñez, un testimonio recogido en los límites de Guerrero y Michoacán lo deja claro: todos terminan siendo adictos, sin excepción: “ahí mismo en el cártel te la dan o te llega como parte del pago de la semana”, aceptó un niño llamado Isaac, mientras que Jacobo fue más explícito: “A veces me metía droga, pero luego no nos dejaban. Cuando estábamos, no sé, torturando a alguien, o cuando íbamos a descuartizar a alguien, no nos dejaban. Ya cuando terminábamos de hacer todo ese trabajo y llegábamos a la casa, ya era cuando podíamos descansar bien y podíamos consumir”.

Esta generación nació en la guerra: Falko Ernst

Para entender el fenómeno de los menores de edad reclutados por el crimen organizado, no se puede perder de vista que es la primera generación nacida después del inicio de la guerra contra el narcotráfico en 2006, dice el periodista y escritor Falko Ernst. El también integrante de Crisis Group apunta en entrevista que los niños que crecen en zonas dominadas por el narco “no conocen otra cosa, viven con la presencia de adultos armados y de ciertas formas de violencia”.

Conocedor del territorio michoacano, del cual ha escrito decenas de artículos periodísticos, añade que los padres de familia en las comunidades rurales ya ni siquiera explican a sus hijos por qué hay una guerra cotidiana en su propio pueblo, “lo que facilita el ingreso de los jóvenes a las filas de grupos armados o a las economías ilegales que funcionan de forma simultánea”.

Foto: Archivo | El Sol de Morelia

En un pueblo de la Tierra Caliente, explica Ernst, un adolescente de 14 años se enfrenta a tres escenarios: seguir cosechando limones con pagos mínimos, migrar a los Estados Unidos o aceptar las invitaciones de los cárteles, donde se les promete buen pago y ascenso social inmediato, “un anzuelo que se les vende con la idea de que manejarán una camioneta repleta de armas”.

El sueño de una vida mejor es un engaño, afirma el periodista, pues en su gran mayoría esos jóvenes terminan asesinados, en la cárcel o prófugos, “y siguen siendo pobres, porque las posiciones de poder y la riqueza de los mercados ilegales se reparten entre muy pocas personas, nunca entre los sicarios”.

En ese entorno, el reclutamiento no necesariamente es por métodos violentos. Ernst ha dialogado con hombres de grupos criminales quienes relatan que “los niños llegan solos”, o como le dijo un jefe de plaza en Apatzingán: “Relleno de carne siempre habrá”. No son todos los casos, pues hay zonas donde los adolescentes sí sufren violencia física para que trabajen en el crimen, además de que muchos son inducidos al consumo de cristal con el propósito de “formar soldados para la guerra”.

Finalmente, Falko Ernst apunta que sin que sea un factor de causalidad, la narcocultura traducida en narcocorridos o corridos bélicos representa un medio aspiracionista para niños y adolescentes, pues “es la edad en la que sueñan con ser alguien”.

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