MORELIA, Mich.- (OEM-Infomex).-¿Para qué mentir? Cuando Julio César Gómez Zavala debutó en el mundo del boxeo bajo el seudónimo del Negro, la experiencia resultó de lo más desagradable. Admite que no hubo acto heroico y apenas en el segundo sparring lo noquearon. Sin más, lo dejaron mirando estrellitas.
De su rival no recuerda ni su nombre, “solo que era más grande”. Pero el golpe certero sobre el rostro a la larga derivó en motivación y hambre deportiva. Dos años después de aquel episodio vino la revancha, y ahí sí el Negro se enorgullece de relatar que “le puso una chinga”.
Con 57 peleas a nivel amateur, de las cuales 51 han sido victorias y siete nocauts, Julio aspira en algún momento a vivir del boxeo, a ganar dinero por mostrar arriba del ring su velocidad, distancia y contragolpe. Está a tiempo, tiene apenas 16 años de edad y cuatro de experiencia con los guantes puestos.
Siguiendo la visión romántica del boxeador que vino del barrio para convertirse en campeón mundial, el Negro sabe que esa es la meta. “Ya después de que haga una buena carrera amateur, por ahí de los 21 o 22 años me gustaría abocarme a lo profesional para vivir de esto”.
Entre ejercicios diarios con la cuerda, el saco y las fijaciones, el pugilista de la colonia Ricardo Flores Magón es consciente de que la cosa no está fácil. “Ya hay un chingo de corrupción en el boxeo”, reconoce y ejemplifica su más reciente derrota con un boxeador del estado de Jalisco.
Pero asegura que eso no le da para atrás. Mientras se desprende de las vendas de sus manos, argumenta que a los grandes campeones del mundo les han robado peleas y lo toman como una motivación. Dice que “se debe entrenar más duro” para llegar a ser como Julio César Chávez o Terence Crawford.
II. Formación
El Zurdo, como se le conoce a Adolfo Santibáñez Chávez, recorre el gimnasio de un lado a otro. Entre los sacos y ventrales da indicaciones, corrige y organiza los ejercicios de los 40 boxeadores que tiene a su cargo.
Con más de 100 peleas a nivel amateur, relata que como profesional siempre soñó con representar a México; sin embargo, una hernia umbilical lo alejó prematuramente del ring y se vio orillado a tomar el camino de formador. Cuatro años han transcurrido desde aquella decisión, pero aclara que no se arrepiente.
Es un terreno nuevo en el que prácticamente voy empezando, me falta agarrar experiencia en la cuestión de trabajo que se tiene que realizar con los chavos, pues aunque empíricamente adquirí muchos conocimientos, tengo que seguir capacitándome más para sacar mejores resultados y tener a varios campeones de Michoacán
Celebra el crecimiento y el interés que ha despertado este deporte en el estado durante los últimos tiempos, por lo que prevé que en un plazo no mayor a los dos años la entidad pueda convertirse en una potencia.
A sus 32 años de edad el Zurdo se da el lujo de ser honesto y señalar los aspectos negativos que rodean al boxeo profesional. “En estos últimos años ha sido más notoria la manera en que han manejado el deporte, hay muchos peleadores muy buenos que no les dan oportunidad porque no tienen la fama y el apoyo… es un negocio”.
Pero de eso se trata la formación. Advierte que en la escena amateur del boxeo michoacano y fuera de los circuitos comerciales habituales no se permite la corrupción. “Aquí sólo va a pelear el que es bueno”.
III. Equilibrio
El Tíbet llegó al boxeo porque era inquieto y le sobraba energía. Carlos Ruiz Montalbán, su nombre de pila, tenía 15 años de edad cuando decidió inscribirse en el gimnasio que recién se instalaba en la Eduardo Ruiz, el barrio de toda su vida.
Lo que vino después se tradujo en cambios sustanciales. Pasó de ser el tipo conflictivo que desquiciaba a sus hermanos mayores, a convertirse en alguien más equilibrado. “Todo arriba del ring”, es su máxima desde que ganó su primera pelea en el Auditorio Municipal de la ciudad.
Con siete años de experiencia, Carlos la tiene clara: el boxeo le ha ayudado a evadir los problemas. Lejos de cualquier prejuicio que acusa a este deporte de violento, asegura que con los guantes aprendió a controlar sus emociones y a entender que lo mejor siempre será no lastimar a nadie.
“No se gana nada peleando en la calle, en el ring es donde sí se debe demostrar lo que has aprendido y las ganas que tienes”, explica con un tono de voz que confirma que de alteraciones y actitudes iracundas ya no sabe nada.
Admirador de Ricardo el Finito López, el Tíbet también se ve rompiendo récords, siendo campeón mundial en su peso y enorgulleciendo a su familia, sus amigos y su barrio. “La vida del boxeador es cansada, pero es para mí”, presume.
A sus 22 años de edad ya lleva consigo una marca admirable: 70 peleas, 68 ganadas, un empate y una sola derrota. Paradójicamente, en la cotidianidad su realidad es otra, pues desde que el Tíbet se puso los guantes no ha dejado de pelear.