MORELIA, Mich. (OEM-Infomex).- ¡Viva México!, ¡viva!; miles de morelianos y visitantes gritaban al unísono las consignas nacionales que celebran la Independencia de México. Desde el Palacio de Gobierno, el entonces gobernador, Leonel Godoy, ondeaba la bandera nacional; los asistentes a la celebración del Grito de Independencia vitoreaban y aplaudían.
Sin embargo, nadie se imaginó que al pasar de unos pocos segundos, lo que era un festejo de ambiente familiar se convertiría en una masacre, que es catalogada como el primer atentado terrorista en Michoacán y México. Según datos oficiales, ocho personas perdieron la vida y 130 resultaron heridas por el impacto de dos granadas de fragmentación.
A 11 años del atentado del 15 de septiembre de 2008, las víctimas que sobrevivieron al ataque en la ciudad de Morelia viven con el recuerdo penetrado en la piel. El suceso que marcó la vida de los michoacanos hace 11 años dejó una marca en su ser que nunca se irá.
“Mi esposo y yo, pasamos por mi suegra, mi cuñada y mis sobrinos; nos fuimos al Centro a ver el Grito, nosotros no acostumbramos ir, pero ese día se nos invitó. Decidimos ir en la noche a estar un rato de fiesta, salir de la rutina, no sabíamos nosotros que iba a pasar tal tragedia”, relata Aurora Bravo, víctima del atentado.
La señora Bravo y su familia se encontraban en una de las jardineras de la Plaza Melchor Ocampo, habían llegado al festejo patrio a pasar un rato en familia, no obstante la celebración se convirtió en una desgracia para los García Bravo, cuando todos los miembros de su familia, incluida ella misma, resultaron heridos por las esquirlas que lanzó una granada de fragmentación en el corazón de la ciudad.
El 15 de septiembre de 2008, al culminar el Grito de Independencia en la capital michoacana, explotaron dos granadas de fragmentación, una de ellas sobre la explanada de la Plaza Melchor Ocampo y otra, a unas cuantas cuadras, sobre la calle Allende.
Las esquirlas dejaron tres muertos de manera inmediata y decenas de heridos que yacían sobre el concreto. Los asistentes al evento corrían en todas direcciones, nadie sabía lo que estaba pasando, pero tenían la certeza de que debían salir de ahí.
“Hay veces que uno ve cómo en las películas, en cámara lenta, nunca se percató uno de lo estaba viendo; sin embargo, nos tumbó ese estallido, poco a poco nos estuvimos levantando, pero por ejemplo, mi suegra no se pudo levantar, yo fui la única que quedó de pie; se veía el río de sangre y mis familiares en el suelo”, comenta Aurora, mientras su voz comienza a temblar, su mirada cambia, observa sus manos y continúa el relato.
Ella es una de los más de los 130 afectados por el alcance de las esquirlas que soltó la granada el día de el Grito; hasta la fecha Aurora aún conserva trozos del aparato explosivo en las plantas de sus pies. Aun cuando no fue herida de gravedad, algunos de sus familiares no corrieron con la misma suerte.
Su suegra, la señora Elisa García Guerrero murió a las pocas horas del ataque, en el transito a una unidad médica; mientras que su sobrino de tan sólo 12 años falleció días después, esto luego de ser intervenido en diversas ocasiones en aras de preservar su vida. Uriel García murió el 20 de septiembre de 2008 en el Hospital General Doctor Miguel Silva.
Su esposo José García fue herido de gravedad por las esquirlas en su pierna izquierda, después de varias operaciones, camina de pie con dificultades, apoyado de un bastón. Mientras que su sobrina de siete años, fue alcanzada por la granada en una pierna, gluteo y brazo, la menor continúa en chequeos constantes en la Ciudad de México.
Al estallar la primera granada su suegra, su sobrino y su esposo fueron heridos de gravedad por las esquirlas. La señora Elisa recibió varios impactos que terminaron con su vida pocas horas después, a su sobrino, las esquirlas le perforaron sus piernas y su caja torácica; mientras que a su esposo José, los explosivos le quebraron la pierna izquierda, dejándolo inmóvil sobre la banqueta.
Mi esposo se queda tirado, no se podía mover y yo tenía a mi sobrina en brazos, una ambulancia se llevó a mi suegra, ella estaba muy grave; a mí ya me dolían los pies, no me podía mover, (...) de repente ya no veo a mi familia, pasan horas y no sé nada de ellos, yo fui de las últimas que se llevaron, se sentía como si hubiesen pasado horas
Así como la señora Bravo, decenas de morelianos y turistas fueron llevados a las principales unidades médicas de la ciudad, hospitales públicos y privados atendían con urgencia a las víctimas de los atentados. Las habitaciones de las clínicas estaban al tope, había heridos tirados en los pasillos en la espera de atención médica.
Algunas de las víctimas que no fueron heridas de gravedad recibieron curaciones y atención psicológica en primera instancia, mientras que aquellos con lesiones graves fueron operados de urgencia y canalizados por días en la espera de su mejora.
En el caso de la familia García Bravo, su sobrina fue atendida en el Hospital Infantil, la señora Aurora en la Cruz Roja y su esposo en la Clínica 80 del Instituto Mexicano del Seguro Social, quien a decir de la agraviada, fue dejado en un pasillo de la institución y alegaban que él ya se había retirado del recinto.
La empresa para la que el señor José laboraba fue la encargada de tomar cartas en el asunto, ya que al enterarse de la situación del hombre, lo trasladaron inmediatamente a una clínica privada el oriente de la ciudad, fue ahí donde tras numerosas cirugías, pudo recuperar su pierna. Hoy en día, camina con dificultad apoyado de un bastón y con el auxilio en ocasiones de una silla de ruedas proporcionada por el gobierno del estado.
Tras el estallido, algunas de las víctimas fueron auxiliadas con equipo médico, compensaciones económicas y atención psicológica por un periodo de acompañamiento de dos meses, cuando las autoridades decidieron que era tiempo de superar lo ocurrido y continuar con sus vidas.
Aurora Bravo asegura que no fue hasta que comenzó la administración del actual gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, cuando llegaron los apoyos en especie y económicos, el gobierno de Godoy no se hizo cargo de los afectados por la tragedia del 15 de septiembre.
“Hasta que él entró, de tantos años que no se nos había dado nada, empezaron a dar apoyos, se nos da económicamente una pensión, pero no son vitalicias, son temporales; Silvano ha estado más al pendiente de nosotros, yo al principio no lo creía, ya después de tantos años”, subraya Aurora, quien ahora cuenta con un negocio de postres a domicilio; la actual administración la auxilió para abrir su negocio propio.
Actualmente ella y su esposo reciben una pensión temporal equivalente a los quince salarios mínimos cada quincena, ha sido a través de dicho recurso que la familia García Bravo encontró la manera de salir adelante tras la tragedia.
No obstante, ésta no es la situación de todos los afectados, hay quienes nunca han sido indemnizados, quienes no reciben pensión por ningún monto, no hay becas, ni regalos costosos, sólo las marcas y los recuerdos de un fatídico día que cambió sus vidas.
Para otros, en su mayoría los más afectados, el Gobierno de Michoacán ha buscado alternativas como pensiones vitalicias por montos estrafalarios de dinero, así como compensaciones con aparatos electrónicos y becas a menores; un refrigerador por aquí, una computadora por allá.
Aún cuando, autoridades han buscado la manera de resarcir el problema, la huella en la vida de cientos de afectados no será borrada; la incertidumbre de desconocer lo ocurrido y el porqué de su “mala suerte”, continúa en sus mentes.
Y es que a 11 años de la catástrofe, autoridades estatales y federales no han podido esclarecer lo que pasó aquella noche de septiembre, los detenidos se encuentran en libertad desde el 2015 y el caso continúa impune.
Dicen que nadie sabía nada, pero es mentira, había amenazas, eso salió hasta en la televisión; culparon a unas gentes y ahora según sé, ya están libres, (...) nosotros no teníamos la culpa de lo que pasó, pero ahora somos nosotros quienes pagamos las consecuencias
Ahora, la señora Aurora y su familia viven con el recuerdo en viva piel de lo que pasó, su vida ha cambiado para siempre, las personas que eran en ese momento, han quedado atrás; el dolor y la pena han marcado su vida para siempre.
Aurora cuenta que a la fecha le es imposible acudir a lugares concurridos, el escuchar el ruido de un cohete la estremece hasta los huesos. Entre sollozos asegura que hay días en los que le falta voluntad para continuar, días en los que la tristeza y el dolor no permiten que se levante de su cama.
“Cada año, estas fechas son días tristes, días que no quisiera uno ni levantarse porque es una tristeza y un dolor que no se le desea a nadie, no quisiéramos que nadie pasara por lo que nosotros vivimos”.
A decir de la señora Bravo, su vida nunca volverá a ser la misma, su esposo dejó de ser la persona alegre que solía ser; su sobrina vive con las secuelas en su cuerpo y un trauma que no desaparece.
“Nos cambió para mal, porque mi esposo de que era más alegre, nos tenía más paciencia, pero entiende uno que no es fácil, nosotros no tuvimos la culpa, ya no hay vuelta atrás y aunque uno quiera, (...), una cosa de esa magnitud no se sana de la noche a la mañana”.
Hundida en un semblante de angustia, Aurora tiene un sólo deseo: que una historia como la suya no se vuelva a repetir. Que las autoridades garanticen un ambiente de confianza y seguridad para los michoacanos y acciones de este tipo no vuelvan a ocurrir.
Da gracias a Dios, por continuar de pie, porque si bien su vida no es lo que podría haber sido, sonríe entre lágrimas al enfatizar que continúa de pie, viva y luchando por salir adelante, “es lo único que podemos hacer, vivir con lo que nos tocó vivir y seguir adelante, como sea, pero no rendirnos”.
Dicen que nadie sabía nada, pero es mentira, había amenazas, eso salió hasta en la televisión; culparon a unas gentes y ahora según sé, ya están libres, (...) nosotros no teníamos la culpa de lo que pasó, pero ahora somos nosotros quienes pagamos las consecuencias
Aurora Bravo, sobreviviente.