/ sábado 8 de junio de 2019

"El loco", el instinto por sobrevivir

En 1937 se alojaron 457 niños exiliados en el Internado España-México

Mi abuelo venía en ese barco. Lleno de miedo y una esperanza sin luz. Pedro Dobla Vázquez, malagueño acompañado de su único hermano, José Dobla Vázquez.

Además de ellos, 457 niños, niñas y adolescentes llegaron a “La Ciudad de las Canteras Rosas”, donde ya los esperaba lo que sería su nuevo hogar: el Internado España-México.

Sin más brújula que el instinto por sobrevivir y el apoyo de algunas buenas personas, fueron desenvolviéndose en el azar que la vida les había deparado.

Tal como lo refleja con impactante sinceridad el libro de uno de ellos, es decir, de Emeterio Payá Valera, quien muestra descarnado muchas de las circunstancias padecidas en “Los niños españoles de Morelia”.

Pedro Dobla Vázquez siempre soñó con regresar a su lugar de origen. Durante su estancia en el internado, tal como lo cuenta Payá Valera en el texto referido, mostró signos de una personalidad especial que le valieron el apodo de el Loco.

En una ocasión tomó unas sábanas de su dormitorio y dirigiéndose a la azotea, pretendió arrojarse al vacío y emprender vuelo rumbo a España, sin más brújula que su corazón.

Nunca encontró sosiego en ninguna parte; siempre cambió de sitio. Trabajó como herrero, piloto aviador y carpintero, entre otras cosas.

En Pátzcuaro, laborando para una empresa refresquera, conoció a mi abuela, Carlota Sánchez, originaria de Apatzingán y con quien finalmente tendría dos hijas: Alma Rosa y Blanca, mi madre.

Posteriormente se mudaron a la región de la llamada Tierra Caliente, donde vivieron juntos algún tiempo hasta que lo asesinaron cuando tenía 37 años, al parecer por cuestiones de juego y apuestas; sus hijas tenían entonces siete y 10 años.

Ellas mismas, de la vida de su padre no supieron mucho. Al quedar huérfanas, se determinó llevarlas a un sitio en donde pudieran recibir cuidados, ya que su madre trabajaba.

Es así que pisaron el suelo del Internado España-México en cuyos espacios terminaron de vivir su infancia.

Décadas después y merced a un esfuerzo sin descanso, José Dobla Vázquez logró encontrar a su madre, Ana María Vázquez y traerla con él. El reencuentro fue memorable.

Lo que vino más adelante fue uno de esos tantos episodios que retratan la complejidad del ser humano y los caprichos del azar.

Pasada la emoción, ambos se supieron extraños. Ella por su lado jamás pudo adaptarse a la vida fuera de su terruño. Siempre quiso volver. Nunca pudo hacerlo. Encontró su tumba en la ciudad de las canteras rosas.

ENTRE LA TERNURA Y EL DOLOR, LOS NIÑOS DE MORELIA

Sin más brújula que su infancia cruzaron el mar un total de 457 niños llegaron a México el 7 de junio de 1937. Procedían de todas partes de España, golpeada por la Guerra Civil que duró de 1936 a 1939.

Por lo menos, así se pensó hacerlo por parte de sus padres, que se quedaron a sortear los horrores de la guerra.

Esto aconteció luego del bombardeo de Guernica y Durango por parte de fuerzas alemanas e italianas en apoyo a Francisco Franco.

Gracias al gesto del entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río encontraron en México un albergue, una segunda patria, un punto final a la pesadilla bélica.

Recibieron educación, cobijo, techo y alimentos, que sin embargo no pudieron minar jamás las huellas de aquella herida, de aquella abrupta separación de sus familias y de su tierra.

Algunos tuvieron la fortuna de poder regresar algunos años más tarde, a España, otros no. Se quedaron aquí pero en ningún lugar al mismo tiempo.

El niño de Morelia, Emeterio Payá Valera, quien muestra descarnado muchas de las circunstancias padecidas en “Los niños españoles de Morelia”, dejó escrito que Ojalá que mi modesto trabajo sirviera alguna vez para evitar que los niños desprotegidos del mundo sean objeto de estafas; pretexto para lucros de bribones o usados como instrumento político. ¡Ojalá!

Con la brújula de la historia invisible de los afectos, México y España recuerdan su hermanamiento solidario. Y la ternura y el horror, como dos manecillas que marcaron un mismo tiempo en la vida de las dos naciones. Y en las biografías de carne y hueso.

Mi abuelo venía en ese barco. Lleno de miedo y una esperanza sin luz. Pedro Dobla Vázquez, malagueño acompañado de su único hermano, José Dobla Vázquez.

Además de ellos, 457 niños, niñas y adolescentes llegaron a “La Ciudad de las Canteras Rosas”, donde ya los esperaba lo que sería su nuevo hogar: el Internado España-México.

Sin más brújula que el instinto por sobrevivir y el apoyo de algunas buenas personas, fueron desenvolviéndose en el azar que la vida les había deparado.

Tal como lo refleja con impactante sinceridad el libro de uno de ellos, es decir, de Emeterio Payá Valera, quien muestra descarnado muchas de las circunstancias padecidas en “Los niños españoles de Morelia”.

Pedro Dobla Vázquez siempre soñó con regresar a su lugar de origen. Durante su estancia en el internado, tal como lo cuenta Payá Valera en el texto referido, mostró signos de una personalidad especial que le valieron el apodo de el Loco.

En una ocasión tomó unas sábanas de su dormitorio y dirigiéndose a la azotea, pretendió arrojarse al vacío y emprender vuelo rumbo a España, sin más brújula que su corazón.

Nunca encontró sosiego en ninguna parte; siempre cambió de sitio. Trabajó como herrero, piloto aviador y carpintero, entre otras cosas.

En Pátzcuaro, laborando para una empresa refresquera, conoció a mi abuela, Carlota Sánchez, originaria de Apatzingán y con quien finalmente tendría dos hijas: Alma Rosa y Blanca, mi madre.

Posteriormente se mudaron a la región de la llamada Tierra Caliente, donde vivieron juntos algún tiempo hasta que lo asesinaron cuando tenía 37 años, al parecer por cuestiones de juego y apuestas; sus hijas tenían entonces siete y 10 años.

Ellas mismas, de la vida de su padre no supieron mucho. Al quedar huérfanas, se determinó llevarlas a un sitio en donde pudieran recibir cuidados, ya que su madre trabajaba.

Es así que pisaron el suelo del Internado España-México en cuyos espacios terminaron de vivir su infancia.

Décadas después y merced a un esfuerzo sin descanso, José Dobla Vázquez logró encontrar a su madre, Ana María Vázquez y traerla con él. El reencuentro fue memorable.

Lo que vino más adelante fue uno de esos tantos episodios que retratan la complejidad del ser humano y los caprichos del azar.

Pasada la emoción, ambos se supieron extraños. Ella por su lado jamás pudo adaptarse a la vida fuera de su terruño. Siempre quiso volver. Nunca pudo hacerlo. Encontró su tumba en la ciudad de las canteras rosas.

ENTRE LA TERNURA Y EL DOLOR, LOS NIÑOS DE MORELIA

Sin más brújula que su infancia cruzaron el mar un total de 457 niños llegaron a México el 7 de junio de 1937. Procedían de todas partes de España, golpeada por la Guerra Civil que duró de 1936 a 1939.

Por lo menos, así se pensó hacerlo por parte de sus padres, que se quedaron a sortear los horrores de la guerra.

Esto aconteció luego del bombardeo de Guernica y Durango por parte de fuerzas alemanas e italianas en apoyo a Francisco Franco.

Gracias al gesto del entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río encontraron en México un albergue, una segunda patria, un punto final a la pesadilla bélica.

Recibieron educación, cobijo, techo y alimentos, que sin embargo no pudieron minar jamás las huellas de aquella herida, de aquella abrupta separación de sus familias y de su tierra.

Algunos tuvieron la fortuna de poder regresar algunos años más tarde, a España, otros no. Se quedaron aquí pero en ningún lugar al mismo tiempo.

El niño de Morelia, Emeterio Payá Valera, quien muestra descarnado muchas de las circunstancias padecidas en “Los niños españoles de Morelia”, dejó escrito que Ojalá que mi modesto trabajo sirviera alguna vez para evitar que los niños desprotegidos del mundo sean objeto de estafas; pretexto para lucros de bribones o usados como instrumento político. ¡Ojalá!

Con la brújula de la historia invisible de los afectos, México y España recuerdan su hermanamiento solidario. Y la ternura y el horror, como dos manecillas que marcaron un mismo tiempo en la vida de las dos naciones. Y en las biografías de carne y hueso.

Deportes

No te quedes fuera, prepárate para el Tercer Medio Maratón de Sahuayo

Organizadores tienen un monto acumulado de 210 mil pesos en premios; sólo podrán participar los primeros mil 200 competidores que se registren

Local

Construcción de paso peatonal ocasiona bajas ventas en avenida 5 de Mayo

Comerciantes aseguran que el flujo de peatones se redujo drásticamente y con ello se agravó su situación financiera

Doble Vía

Camote de cerro, una opción contra las enfermedades

Además de los chongos, hay otro alimento que también se consume en Zamora y se está comenzando a popularizar; se trata del “camote de cerro”, un tubérculo que podría mejorar tu salud

Policiaca

Pareja es atacada con disparos en el fraccionamiento Los Encinos

Circulaban a bordo de una camioneta cuando fueron agredidos por sujetos armados

Local

Jesús Mora  anuncia “operación cicatriz” en Morena, tras salir victorioso en el Consejo Estatal 

El proceso interno de Morena estuvo plagado de acusaciones de “compra” de consejeros  y entrega de espacios públicos en dependencias estatales 

Local

Ofrecen cemento a bajo costo en La Piedad

No te quedes fuera del programa, aprovecha esta oportunidad para mejorar tu vivienda, ya que las autoridades buscan beneficiar a las familias de las clases trabajadoras de ese municipio