Morelia, Michoacán.- Los grandes latifundios establecidos en Michoacán en el Siglo XIX y principios del XX como la hacienda en Nueva Italia de la familia Cusi se han ido transformando de neolatifundios y minifundios a espacios de tierra acaparados por las empresas transnacionales que explotan los territorios para el cultivo de berries, aguacate y cítricos.
Los historiadores e investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) Alonso Torres Aburto y Eduardo Mijangos Díaz, coincidieron en que estas transformaciones han provocado cambios en las dinámicas sociales y comerciales de los productos que ahora se explotan en esas mismas tierras.
El ex director de la Facultad de Historia de la Casa de Hidalgo, Torres Aburto, recordó que tras la huida y derrota del propio Porfirio Díaz, luego del lanzamiento del Plan de San Luis lanzado el 20 de noviembre de 1910 por Francisco Madero para la democratización del sistema político del país, las ideas sobre el reparto agrario no fue un tema tan relevante, ya que en ese momento se buscaba acabar con la dictadura y que hubiera procesos más democráticos en el país.
Sin embargo, con el golpe de estado de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero, se configuró la articulación de diferentes sectores y fuerzas sociales que buscaron defender el proceso de cambio iniciado en ese año como fue el caso especifico de Emiliano Zapata y Francisco Villa, quienes presionaron para que se comenzara a llevar a cabo el reparto agrario.
Los grandes latifundios cuestionados por los Villistas y Zapatistas comenzaron a combatirse en el periodo de Venustiano Carranza en 1915, quien comienza a cumplir el tan esperado reparto de la tierra, además de distintas modificaciones a la Constitución de 1917 con los cambios en el artículo 27, donde se establece el reparto de las tierras comunales para los indígenas, los ejidos y el respeto a la propiedad privada.
Aunque fue en el periodo de gobierno de Lázaro Cárdenas del Río cuando se lleva a cabo el mayor reparto agrario en el país a partir de 1930 con la entrega de más de 20 millones de hectáreas en beneficio de alrededor de un millón de campesinos que lo demandaron para superar la pobreza y lograr el bienestar en la población rural.
En Michoacán, se calcula la existencia de más de mil ejidos y comunidades con al menos 200 hectáreas de bosque, selva y matorrales que se encuentran en una superficie de más de un millón 387 mil hectáreas en todo el estado, según los últimos datos del Registro Agrario Nacional del 2020.
Para el investigador de la Universidad Michoacana, estas luchas armadas y sociales que se presentaron antes y después de la Revolución Mexicana en el país fueron vitales para el impulso de la producción de los pequeños y medianos agricultores, ejidatarios y productores privados ante un país que en ese momento era altamente agrícola y campesino.
Pero, el especialista en la Revolución Mexicana y ex secretario de Difusión Cultural de la UMSNH subrayó que a partir de las reformas al artículo 27 en 1991 durante el sexenio priista de Carlos Salinas de Gortari se permitió la venta de las tierras ejidales que anteriormente no se podía hacer, lo cual abrió la puerta a la entrada de las empresas transnacionales y consorcios extranjeros que comenzaron a presionar a los campesinos para vender sus territorios a fin de explotar las tierras para la entrada de cultivos más rentables que el maíz, sorgo, frijol o la lenteja.
En este sentido, es que el académico de la Casa de Hidalgo manifestó que si bien ya no están esos grandes latifundios del siglo XIX o principios del XX con dueños caciques o familias potentadas, sí existe otra modalidad de latifundios en Michoacán relacionados al ingreso y operación de grandes empresas, consorcios o industrias transnacionales que se establecieron en regiones agrícolas importantes de la entidad como el el Valle de Zamora, en la región de Zacapu, el bajío y hasta en la Tierra Caliente para el cultivo masivo de aguacate, berries o cítricos con fines de exportación.
Aseguró que aquel latifundismo de la Revolución Mexicana o de las viejas haciendas porfiristas no desaparecieron como tal, sino que sólo se ha ido transformando y modificando a través de esta nueva modalidad que ahora no sólo explota la tierra, la mano de obra que son los jornaleros o campesinos sino que también están acabando con el medio ambiente.
“La falta de políticas y legislaciones duras como las de hace más de cien años es lo que ha permitido que extranjeros dueños de estas empresas saquen dinero a través de la exportación de productos agrícolas que van directo hacia Estados Unidos, pero destruyendo la tierra de tanta contaminación y explotación sin ninguna regulación”, remarcó el catedrático.
Aunque no hay un número tan preciso, el académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH expuso que en la entidad aún prevalecen los minifundios, pero ante un estado que se diversifica en sus actividades económicas y de la industria, se abre paso a otras modalidades de acaparamiento de la tierra como lo sucedido con la llegada de grandes empresas nacionales y transnacionales que en el país orientan sus inversiones hacia la explotación de recursos agrícolas con fines de expropiación.
De acuerdo con el censo agropecuario 2022 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Michoacán cuenta con un total de 5.9 millones de hectáreas, de ese número, 2.7 millones de hectáreas son de vocación agropecuaria que representan el 3.1 por ciento de la superficie nacional.
La entidad mantiene una superficie agrícola total de un millón 309 mil 086 hectáreas, sin embargo solo hay un millón ocho mil 545 hectáreas sembradas en Michoacán, ya que 300 mil 540 no es sembrada y 165 mil 967 es superficie en descanso. El censo del INEGI, también arrojó que 134 mil 573 hectáreas, es una superficie no sembrada por mal temporal, por falta de crédito, por enfermedad, por falta de dinero o apoyos.
La hacienda de los Cusi en Nueva Italia
La región de Nueva Italia en Michoacán, a principios del siglo XIX, era un territorio inhóspito sin intentos de los gobernantes en turno por echar andar proyectos importantes para activar la economía de los habitantes, ya que eran terrenos utilizados en su mayoría para pastizales de ganadería y no para incentivar una producción agrícola comercial, refirió el catedrático de la UMSNH, Eduardo Mijangos.
Dicha región de la entidad dejó de ser un territorio desolado hasta la llegada de la familia de italianos comandada por Dante Cusi, quien introdujo proyectos de irrigación y acondicionamiento de fuerza hidráulica. Se menciona que la familia instaló una turbina de 150 caballos para mover la maquinaria del molino de arroz; además de molino y bodegas, se edificaron 500 casas habitación para los peones, casa para el doctor, consultorio y botiquín.
Mijangos Díaz destacó que la familia Cusi tuvo un gran valor y esfuerzo por haber echado andar ese proyecto en una región como la Tierra Caliente que a fines del siglo XIX era casi imposible que se sembraran grandes hectáreas de arroz y algodón. Para el estado y el país, este proyecto ha sido considerado de gran valor social y económico.
De acuerdo con la reciente investigación de Alfredo Pureco, según el catedrático nicolaita, se demostró que la llegada de los italianos a Nueva Italia no fue a través del despojo sino por la compra-venta, ya que Dante Cusi gozó de créditos y del apoyo gubernamental que en ese momento el mandatario era Aristeo Mercado, quien apoyó las inversiones económicas de la familia italiana que al final redundó en beneficio de la gran propiedad de los Cusi.
“Hay una leyenda negra de que las haciendas mantenían mano de obra acasillada, pero la investigación de Pureco demuestra que no, que la mayor parte de la hacienda se benefició de una mano de obra periódica de jornaleros que venían de otros lugares y trabajaban por temporadas para levantar las cosechas y además eran bien pagados”, expuso el investigador.
Asimismo, confirmó que tampoco existe evidencia de que el crecimiento de la hacienda de los Cusi haya obedecido a un daño premeditado hacia el sector campesino de la región de Nueva Italia.
Mijangos Díaz aclaró que el caso de éxito de la hacienda de los Cusi no fue el único que se presentó en Michoacán a principios del XX que antecedieron a la Revolución Mexicana, como por ejemplo algunas cooperativas agrícolas valiosas que se conformaron como la de Bellas Fuentes en la Ciénaga, la Huaracha en el municipio de Villamar o San Antonio de las Huertas en Nocupétaro.
“Había muchas haciendas, porque México era un país agrícola donde las haciendas sostenían la producción agrícola de cultivos básicos y no tanto los comerciales, pero ese tipo de agricultura recibió los beneficios por parte del estado en cuestiones fiscales y de inversión”, comentó.
El profesor investigador consideró que el esfuerzo que hicieron los Cusi en Michoacán es lo que le otorga notoriedad al gran desarrollo que generaron en el siglo XIX, aunque precisó que este latifundio no estuvo exento de problemas, porque desde su perspectiva desde un inicio no fue un proyecto fácil para echar andar nueva tecnología agrícola de irrigación y la organización que se tuvo que concretar.
Después, se detonaron varios problemas de índole laborales por los intereses que había también por parte de los mismos campesinos que se aglutinaron en un sindicato para demandar el derecho a la tierra que tiempo después, afectó a la hacienda para su eventual desaparición.