/ domingo 3 de abril de 2022

Elena cumple 11 años de cárcel por un aborto espontáneo

La mujer cuenta cómo semiinconsciente fue esposada estando aun en la cama del hospital cuando sufrió el aborto

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Condenada por filicidio, Elena está presa desde hace 11 años. Es una de las dos víctimas de la prohibición del aborto que fueron localizadas por colectivos feministas. Hoy cumple su condena en el Penal David Franco Rodríguez de Morelia.

De piel morena, ojos grandes y sonrisa franca, Elena refiere que el legrado que le practicaron cuando tenía 21 años fue a causa de una hemorragia que llegó de pronto y no pudo parar.

Te podría interesar: Más de la mitad de mujeres del Congreso, en contra del aborto

Con hijos de dos años y cinco meses y relaciones frustradas llenas de maltrato y desapego, Elena quedó por tercera vez embarazada.

Después de huir de su expareja en Lázaro Cárdenas, apenas de 17 años, llegó a Morelia con la promesa de un trabajo bien remunerado, pero se encontró en un bar, empleo al que tuvo que “entrarle” a falta de dinero, comida y un espacio donde dormir.

Ahí conoció al padre de su tercer hijo, una niña que se le desprendió del cuerpo cuando ya tenía siete u ocho meses de gestación, no recuerda con exactitud.

Sentada en uno de los cubículo del Centro de Observación y Clasificación (COC) del Cereso David Franco Rodríguez, Elena desgaja la historia que se asemeja en frustración a lo que viven muchas de sus compañeras reclusas.

Cuenta que dos de sus compañeras de trabajo la encontraron desangrándose, con un dolor intenso que provocó la intervención médica y la pérdida de su hija.

Semiinconsciente fue esposada cuando aun se encontraba en la cama de hospital. A partir de ahí la confusión la hizo presa de la incapacidad de entender y de disuadir las acusaciones que le hicieron, además de tener en su contra al segundo defensor de oficio que le asignaron, el que sin accionar, permitió que la condenaran cinco meses después del día fatídico.

La condena de Rosa alcanza los 22 años de prisión. Está a la mitad. Once años le llevó entender que el delito imputado no fue producto de una decisión. Once años para que se le extienda una amnistía y que su caso sea nuevamente revisado.

Ella no provocó el aborto, menciona tras romper en llanto. “Dejé dos hijos allá afuera”. A Romina y a Cristian, a los que escasamente ha visto.

Juzgada penal, social y familiarmente, Elena actualmente tiene 33 años de edad.

Recuerda con precisión su entrada al Cereso, y del silencio que tuvo que guardar para no ser agredida, al tratarse de un delito que las mujeres juzgan con frialdad.

Ana y Carla, sus compañeras de trabajo presentaron la denuncia en su contra. Mientras que el Ministerio Público la juzgó apenas integraba el expediente. Las ofensas por “puta, perra y mala madre”, le cayeron por montones.

Elena afirma que fue engañada por las autoridades. De manera inmediata, le presentaron documentación que no logró entender, pues su instrucción académica abarca hasta el nivel secundaria.

El 10 de noviembre de 2010, aun en el hospital, firmó el auto de formal prisión que contenía la declaración que la inculpaba y que había sido sugerida por el MP.

Duró cinco días en el hospital, posterior a ello, fue ingresada al Cereso bajo el número de proceso 275/2007-III, según datos del Sistema Penitenciario del que se tiene copia.

Llena de miedo, y con el estigma no solo de la sociedad, sino también de quienes están recluidas, las empezaron a señalar, relata.

Llora, se le quiebra la voz. La representante del Cereso, que a su vez presencia y graba la conversación con Elena, le acerca papel de baño. Las dolencias son muchas, se le escurren en las mejillas.

Entre las frustraciones más grandes, está no ver crecer a sus hijos, no saber qué tan altos, delgados o gordos son, si a Cristian ya le empezó a salir el bigote, o si a Romina le va mejor el pelo largo o corto. La última vez que logró abrazarlos tiene ya seis años atrás. Lorena, madre de Elena, es quien se hizo cargo de ellos. Pero escasamente la visita y solo en dos ocasiones le ha llevado a sus hijos.

“Nada se compara con la libertad”, expresa tras rememorar los días en que acudía a la playa a caminar a la orilla del mar. “Ahí nadie te pone un alto. Nadie te grita, Eustaquio no sigas, Eustaquio esa ropa no, Eustaquio avanza o para”.

El giro que dio su vida a los 21 años de edad, lo recogerá una vez que cumpla la condena. Caminando de nuevo a la orilla de la playa, donde la libertad no tenga rejas, horarios, ni se limite a una orden penitenciaria.

Para Elena no hay conmutación anticipada de la pena, pese a las graves omisiones judiciales que hubo en su contra.

Hasta el 8 de marzo, el Sistema Penitenciario en Michoacán contabilizaba 380 reclusas. Seis de éstas por filicidio, definido como el asesinato de hijos cometido por los padres.

Junto a Elena, estaba Juana S. L., otra de las víctimas de prohibición del aborto. Recluida desde el 8 de agosto 2020 bajo el delito de homicidio, sin embargo, fue liberada posterior al 8M, según las autoridades.

Del total de reclusas:

121 están por secuestro;

84 por homicidio;

26 mujeres por delitos contra la salud;

20 por robo;

18 por homicidio calificado;

13 por portación de arma de fuego exclusiva del ejército;

12 por violación;

8 por robo de vehículo;

8 por lesiones;

6 por tentativa de homicidio;

6 por filicidio;

El resto baja en menos de 5 personas, el número de condenadas por diversos delitos.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Condenada por filicidio, Elena está presa desde hace 11 años. Es una de las dos víctimas de la prohibición del aborto que fueron localizadas por colectivos feministas. Hoy cumple su condena en el Penal David Franco Rodríguez de Morelia.

De piel morena, ojos grandes y sonrisa franca, Elena refiere que el legrado que le practicaron cuando tenía 21 años fue a causa de una hemorragia que llegó de pronto y no pudo parar.

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Con hijos de dos años y cinco meses y relaciones frustradas llenas de maltrato y desapego, Elena quedó por tercera vez embarazada.

Después de huir de su expareja en Lázaro Cárdenas, apenas de 17 años, llegó a Morelia con la promesa de un trabajo bien remunerado, pero se encontró en un bar, empleo al que tuvo que “entrarle” a falta de dinero, comida y un espacio donde dormir.

Ahí conoció al padre de su tercer hijo, una niña que se le desprendió del cuerpo cuando ya tenía siete u ocho meses de gestación, no recuerda con exactitud.

Sentada en uno de los cubículo del Centro de Observación y Clasificación (COC) del Cereso David Franco Rodríguez, Elena desgaja la historia que se asemeja en frustración a lo que viven muchas de sus compañeras reclusas.

Cuenta que dos de sus compañeras de trabajo la encontraron desangrándose, con un dolor intenso que provocó la intervención médica y la pérdida de su hija.

Semiinconsciente fue esposada cuando aun se encontraba en la cama de hospital. A partir de ahí la confusión la hizo presa de la incapacidad de entender y de disuadir las acusaciones que le hicieron, además de tener en su contra al segundo defensor de oficio que le asignaron, el que sin accionar, permitió que la condenaran cinco meses después del día fatídico.

La condena de Rosa alcanza los 22 años de prisión. Está a la mitad. Once años le llevó entender que el delito imputado no fue producto de una decisión. Once años para que se le extienda una amnistía y que su caso sea nuevamente revisado.

Ella no provocó el aborto, menciona tras romper en llanto. “Dejé dos hijos allá afuera”. A Romina y a Cristian, a los que escasamente ha visto.

Juzgada penal, social y familiarmente, Elena actualmente tiene 33 años de edad.

Recuerda con precisión su entrada al Cereso, y del silencio que tuvo que guardar para no ser agredida, al tratarse de un delito que las mujeres juzgan con frialdad.

Ana y Carla, sus compañeras de trabajo presentaron la denuncia en su contra. Mientras que el Ministerio Público la juzgó apenas integraba el expediente. Las ofensas por “puta, perra y mala madre”, le cayeron por montones.

Elena afirma que fue engañada por las autoridades. De manera inmediata, le presentaron documentación que no logró entender, pues su instrucción académica abarca hasta el nivel secundaria.

El 10 de noviembre de 2010, aun en el hospital, firmó el auto de formal prisión que contenía la declaración que la inculpaba y que había sido sugerida por el MP.

Duró cinco días en el hospital, posterior a ello, fue ingresada al Cereso bajo el número de proceso 275/2007-III, según datos del Sistema Penitenciario del que se tiene copia.

Llena de miedo, y con el estigma no solo de la sociedad, sino también de quienes están recluidas, las empezaron a señalar, relata.

Llora, se le quiebra la voz. La representante del Cereso, que a su vez presencia y graba la conversación con Elena, le acerca papel de baño. Las dolencias son muchas, se le escurren en las mejillas.

Entre las frustraciones más grandes, está no ver crecer a sus hijos, no saber qué tan altos, delgados o gordos son, si a Cristian ya le empezó a salir el bigote, o si a Romina le va mejor el pelo largo o corto. La última vez que logró abrazarlos tiene ya seis años atrás. Lorena, madre de Elena, es quien se hizo cargo de ellos. Pero escasamente la visita y solo en dos ocasiones le ha llevado a sus hijos.

“Nada se compara con la libertad”, expresa tras rememorar los días en que acudía a la playa a caminar a la orilla del mar. “Ahí nadie te pone un alto. Nadie te grita, Eustaquio no sigas, Eustaquio esa ropa no, Eustaquio avanza o para”.

El giro que dio su vida a los 21 años de edad, lo recogerá una vez que cumpla la condena. Caminando de nuevo a la orilla de la playa, donde la libertad no tenga rejas, horarios, ni se limite a una orden penitenciaria.

Para Elena no hay conmutación anticipada de la pena, pese a las graves omisiones judiciales que hubo en su contra.

Hasta el 8 de marzo, el Sistema Penitenciario en Michoacán contabilizaba 380 reclusas. Seis de éstas por filicidio, definido como el asesinato de hijos cometido por los padres.

Junto a Elena, estaba Juana S. L., otra de las víctimas de prohibición del aborto. Recluida desde el 8 de agosto 2020 bajo el delito de homicidio, sin embargo, fue liberada posterior al 8M, según las autoridades.

Del total de reclusas:

121 están por secuestro;

84 por homicidio;

26 mujeres por delitos contra la salud;

20 por robo;

18 por homicidio calificado;

13 por portación de arma de fuego exclusiva del ejército;

12 por violación;

8 por robo de vehículo;

8 por lesiones;

6 por tentativa de homicidio;

6 por filicidio;

El resto baja en menos de 5 personas, el número de condenadas por diversos delitos.

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