Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).- El frío de la lluvia vespertina permanece en el ambiente; mientras la lancha avanza a través del lirio sobre el Lago de Pátzcuaro, la isla de Janitzio se observa al fondo y poco a poco se vuelve más grande el monumental Morelos.
Aunque las calles se encuentran solas y nubladas, en el aire ya recorre un susurro, una frase que durante todo octubre se repite entre los pobladores: "Tsipesïngani erontani animechani", o en español: “Esperamos con felicidad a las ánimas”.
María Ángela Tovar, mujer de 75 años originaria de la isla y hablante de la lengua purépecha, sabe que viene la fecha más importante para ella y su familia, mientras recuerda los días de su infancia en los que esta tradición del Día de Ánimas era totalmente distinta.
Sentada frente a la mesa comunal de la que ha sido su casa toda su vida, platica cómo su madre le advertía que ya los difuntos se acercaban, por lo que debían preparar todo lo necesario para recibirlos el 1 de noviembre.
La preparación para la llegada de los difuntos iba más allá de las cosas materiales, pues como relata, la espera está colmada de alegría y esperanza por hablar una vez más con los que ya se fueron, por lo que se repite: Tsipesïngani erontani animechani.
"Unas semanas antes, mi mamá nos llevaba por calabazas, comprar vela, copal, íbamos por la harina para el pan de ánimas, buscábamos el pato que se comía tradicionalmente, nos emocionábamos, queríamos que ya llegaran nuestros difuntos, los esperábamos con ansiedad”, explica.
Al llegar la fecha, los pobladores acudían al panteón, donde sobre un petate y bajo las estrellas, aguardaban por la llegada de los fallecidos, junto con sus comidas favoritas y el calor de una fogata. Debido a la pandemia, esta tradición se trasladó a los hogares, pues este es el segundo año que el panteón permanecerá cerrado.
Ángela también rememora las palabras de su madre, quien aseguraba que las ánimas podían enojarse por no ser recibidas ese día, pues asegura, deben ser tratadas de la mejor manera a su arribo.
“Llegan siempre con hambre, por eso la comida, pero también les da frío, así que les prendemos la fogata. Cuando ya es el día, les preparamos su lugar, les decimos que pasen, que se sienten, que lo que preparamos es para ellos. Si uno no lo hace, le reclaman, le tocan la puerta o hasta pueden tirar cosas”, explica.
A pesar de esta emoción, acepta que la falta de turistas y visitantes a la isla hace que la tradición cambie de manera dramática, pues creen firmemente que al recibir a personas en sus hogares, les dan la entrada también a las ánimas que esperan ansiosamente.
"Nosotros les damos de comer, los invitamos a pasar porque vemos en ellos a nuestros difuntos, ellos entran con los visitantes y nosotros sentimos que están con nosotros, por eso nos pesa un poco que no se deje entrar a los visitantes, además del golpe económico”, externa.
Ángela espera que después de fallecer, sus hijos y familia la reciban como ella lo hizo con sus difuntos, aceptando que en el caso de que no sucediera, sentiría una gran tristeza.
“Yo sí espero que cuando muera, mis hijos me reciban. Toda mi vida lo he hecho con mis difuntos y de verdad quisiera ser tratada igual. Si no lo hicieran, me daría tristeza, porque una espera recibir lo que da”, concluye.
Siempre lo recuerdo, siempre está conmigo
Con un rostro serio pero amistoso, la señora Yolanda Bartolo López entrelaza sus manos mientras habla del Día de Ánimas. A sus espaldas está un altar permanente, donde en el centro se puede observar a su difunto esposo Gil con el bastón de mando purépecha, así como una cerveza, calabazas, mazorcas de maíz pinto y veladoras.
“Este es el altar que tenemos siempre aquí, todas las semanas le traigo sus flores, pero ahora para el mero día acomodamos una mesa larga donde ya acomodamos todo lo que tiene que ir para recibirlo como se merece. Tiene su arco que le adornamos año con año, se lo dejamos bien bonito.”, explica.
El esfuerzo que realiza Yolanda es mínimo comparado con el fervor con el que espera a su esposo, a quien asegura, en muchas ocasiones logra ver o sentir su presencia a pesar de no ser Día de Ánimas.
“Uno siente que ya están llegando, a veces escuchamos ruido, en alguna parte o por allá arriba. O hasta una mariposita entra y decimos que ya llegaron los difuntos. Por eso con ese gusto ya los estamos esperando”, comenta.
La alegría de saber que Don Gil vendrá la ayuda a continuar con el día a día, sin embargo, acepta que después del 1 de noviembre, la tristeza y melancolía la envuelve, pues sabe que “ya se fueron, ya no están aquí”.
Mientras sonríe tímidamente, afirma que le da gusto saber que Janitzio es un referente del Día de Ánimas, pues no existe lugar donde se realice esta festividad de manera tan tradicional.
“Queremos estar siempre recordándolos, porque van a pensar que ya nos olvidamos, ya no lo recordamos. Diario le prendo la veladora a mi esposo, para que vea que me acuerdo de él, es siempre, diario. A veces lo sueño y le digo ¿por qué no me platica?, pero sé que está aquí, que no me deja y aquí tampoco los dejamos”.