Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- El acto se da sobre un libro de Octavio Paz. Dice “El Chino” que se trata de un mero gusto político: ama sus letras, pero no las que fueran sus convicciones ideológicas. En el fondo suena el punk desenfrenado de Envidia Kotxina, pero en realidad la cosa va lenta, con paciencia. Armar un porro requiere de una técnica casi artesanal.
En un cuarto rodeado de libros y de un montón de poesía, explica el proceso. Al acto de seleccionar la hierba y colocarla cariñosamente sobre la canala, se le llama coloquialmente como “destronchar”. Pasan al menos 15 minutos para que logre forjar el porro, pero la obra sale defectuosa. Con la experiencia de los años, recurre a otras técnicas para corregir el error y ahora sí: el imponente fuego se presenta ante sus ojos.
El primer acercamiento que tuvo “El Chino” con la cannabis fue en la secundaria. Cambió sus labores de acólito en la iglesia por los amigos del callejón. Confiesa que por aquellos años lo indujo más la curiosidad y la rebeldía de saber que se trataba de algo prohibido, no era consciente pues de lo que la planta producía en él..
Pasó por la preparatoria y la universidad y en todo este camino, la percepción que tiene sobre la marihuana ha ido cambiando. La consume tras una jornada laboral, cuando ensaya con su banda de ska, como un acompañante mientras lee, para componer o relajarse, y últimamente hasta para meditar.
Pero también ha aprendido a conocerla y conocerse. Sabe que si su estado de ánimo no es el mejor o si tiene principios de depresión, el fumar lejos de ser un aliciente, terminará por derribarlo. Influye totalmente en su ámbito emocional.
Te puede interesar: Protestan en contra de nuevo dictamen de cannabis
En cada bocanada de humo, “El Chino” va y viene en la conversación. De repente bromea, luego se pone un poco más serio y admite que detrás de unos gramos de marihuana, también hay historias de sangre y violencia generadas por el narcotráfico.
Relata las malas experiencias con la policía y cómo prefiere fumar en casa o en un lugar que asume como seguro. Se cuestiona si está dispuesto a consumir cannabis toda su vida y se responde que sí, pero minutos después se retracta y afirma que en algún momento le gustaría dejarlo.
Las ideas saltan a velocidad salvaje. Regresa en los pensamientos y vuelve a reír. Con los ojos cada vez más pequeños, demuestra que no es de los consumidores violentos, sino todo lo contrario. Se acompaña con una cerveza que le regalaron en su cumpleaños y otra vez le da a la introspección: “Si no fumara siento que mi vida tendría más disciplina, pero también sería menos divertida”.
Tose, tose y tose. ¿Por qué la marihuana?, se le pregunta. “Porque me gusta fumarla, es un vicio pero también un placer, además no es adictiva, te la puedan alejar y no te pones como dicen en la Rosa de Guadalupe: todo desesperado y gritando ¡Mamá!”.
En las calles los cuerpos policiacos siguen montando operativos para detener y extorsionar a consumidores. Hay un prestigio que cuidar en la ciudad y llueven las faltas administrativas. Hasta ahora, “El Chino” ha sabido sobrellevar el asunto. No se aflige, sabe que es cuestión de tiempo, pues está 100 por ciento seguro de lo que dice aquella canción de Embajada Boliviana que entona a todo placer: “La toma el presidente, la toma el gobernador, la toma el intendente, el diputado y el senador, la toman en la tribuna, la toma el jugador, la toma el dirigente, el referí y el entrenador… montones, montones de personas se divierten como yo”.