Historias del Covid: Yiyo, siempre de la mano de Dios

Nadie comprende como murió; tenía 35 años, era alto y fuerte como un roble, tenía dos hijos hermosos y pequeños

Dalia Martínez | El Sol de Morelia

  · sábado 5 de diciembre de 2020

Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).-El muro de Facebook de Rolando todavía está activo. La última publicación de su autoría tiene registro del 15 julio de este año y después sólo hay una cadena de lamentaciones, notas de condolencia, videos de él cantando, celebrando, una cerveza en la mano, corriendo en el centro de Morelia, abrazando a su padre, a su esposa, a sus hijos.

El común denominador de todas sus imágenes es que siempre aparece sonriendo, ampliamente, francamente. Para sus amigos, Yiyo, como le decían en honor a sus orejas, la sonrisa y el buen humor que lo caracterizaba, era herencia de su madre quién ahora esta devastada y sin ganas de seguir.

Sus hermanas, Blanca y Nadia, aún no salen del estupor. Nadie comprende como murió; tenía 35 años, era alto y fuerte como un roble, tenía dos hijos hermosos y pequeños, una mujer joven que lo amaba. Se casaron pronto, pero se amaban con locura y ambos dejaron de lado los estudios para aventurarse temprano a la vida adulta.

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Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

La noticia de su muerte agarro a toda la familia por sorpresa. Yiyo murió un miércoles por la mañana, en el Hospital del IMSS de Camelinas al sur de la ciudad de Morelia, pero el sábado anterior había dado muestras de mejoría. Se le había estabilizado la respiración y las palpitaciones cardiacas. Todos pensaban que lo peor había pasado.

“Ahí la lleva…lento pero avanza y la ventaja, como le dijeron, es que está joven y que no tiene ninguna otra complicación”, decía uno de los últimos mensajes que mando una de sus hermanas a un chat de la familia, cuando le preguntaron que cómo estaba Yiyo.

Rolando era orfebre y tenía un negocio de hechura y reparación de alhajas en un céntrico y bullicioso mercado de la ciudad. Sin embargo él y su numerosa familia, años antes habían sido desplazados por la violencia de la región de la Tierra Caliente. Llegaron a Morelia sin muchas esperanzas y pensando incluso que era temporal, que en cuanto mejoraran las cosas se devolverían “al rancho”.

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Foto: Carmen Hernández | El Sol de Morelia

Amaba ese terruño y cada que podía volvía a visitar a los amigos, a sus lugares favoritos la casa donde creció y fue feliz, donde conoció a su esposa, donde pescaba con su padre y sus tíos, a orillas del río Balsas.

Ahora su mujer y sus hijos están a la deriva. Sin comprender la vida y menos la muerte. La solidaridad es otra de las características de su familia, y ese el pegamento que los mantiene a flote a todos, se sostienen unos a otros como pueden.

La casa donde vivía, pequeña, modesta, del Infonavit, conserva intactas las cosas como las dejó. Nadie se atreve a moverlas.

Foto: Mariana Luna | El Sol de Morelia

Con Rolando se va también uno de los principales sustentos económicos de la familia; sus padres, ya grandes, no podrán soportar por mucho tiempo la responsabilidad de dos nietos, una nuera y la hermana de esta, que vivía con ellos.

El Covid-19 que mató a Yiyo, se esparció a un hermano de su madre (su tío) y apenas habían enterrado a su hijo Rolando, Licha, recibía la noticia de que su hermano había muerto por las mismas causas.

El 15 de julio de este año, Rolando posteo en su muro de Facebook: “la vida es como conducir un coche en mitad de la noche. Nunca puedes ver más allá de lo que alumbran tus faros, pero el viaje lo puedes hacer completo de esa manera” , y luego lo interpretaba: “Nunca sabrás lo que el destino te depare, pero seguro estoy de que si camino firme, puedo llegar muy lejos, siempre de la mano de Dios”.