/ domingo 28 de abril de 2019

José Magaña Huerta, el pintor enamorado

El artista moreliano, experto en la técnica de la acuarela, muestra a El Sol de Morelia su quehacer de más de 50 años

MORELIA, Mich.- (OEM-Infomex).- “Desde niño comencé a dibujar en las paredes y recuerdo que una persona de la ciudad de Uruapan me regaló unas pinturas y esto fue lo que me animó. Desde entonces agarraba lo que fuera para pintar, desde el carbón del fogón de mi casa; ya con el tiempo fui experimentando”, relató José Magaña Huerta, acuarelista moreliano y fundador del primer Taller de Artes Plásticas de Ciudad Hidalgo.

El autor de la exposición “Mi espejo", recibió a El Sol de Morelia en su casa-taller y relató su quehacer artístico de más de 50 años, desde 1964 cuando incursionó en la acuarela, de la cual “me enamoré y me casé con ésta”, hasta la actualidad.


En la infancia no hacía caso del estudio, y un maestro vio que me llamaba mucho la pintura; él fue quien le sugirió a mi padre que me metieran a estudiar Pintura y entré a la edad de 14 años a la entonces Casa de la Juventud de Michoacán, inaugurada por Agustín Arriaga Rivera, fue una institución que a nivel nacional fue hecha por Adolfo López Mateos. En un principio, en dos años también conocí las técnicas de la crayola, pastel y acrílico


Posteriormente ingresó al Instituto Michoacano de Arte, donde estuvo dos años en la carrera de Pintura, “una vez que entré ahí conocí a Nicolás de la Torre, mi maestro michoacano, quien era muy tradicional”.

Sin embargo, el acuarelista moreliano confesó que lo más importante para él fue conocer a Miguel Agüero Rojas, “con este maestro me convencí de que la acuarela era lo mío; con Miguel tomé más experiencia”.

Una vez que se desenvolvió en la técnica de la acuarela fue abriéndose paso en el ámbito artístico, y conoció a Joaquín Martínez Navarrete, “fue en la época donde se estaba construyendo el metro, pero agradezco haberlo conocido, ya que es considerado uno de los mejores acuarelistas de México; fue quien pintó la Catedral Metropolitana. También formé amistad con Luis Palomares; salíamos a pintar el campo”.

En 1994 se abrió su panorama y con la instrucción del maestro Agüero, la acuarela se convirtió en su gran pasión, “desde un principio me gustó, se me facilitó, se me dio; sentí que era parte de mí, que la acuarela era lo mío”.


Una vez me preguntaron cuánto tiempo le dedicó a cada pintura, a lo que yo contesté -este cuadro me llevó 50 años-, y se asombraron, pero es porque yo nunca he dejado de aprender a pintar, el tiempo en este trabajo es muy relativo, hay que estar consciente de que el tiempo pasa y no cuenta para nada, lo importante es el desarrollo del proceso

José Magaña Huerta



El pintor aseguró que le gusta incursionar e investigar en la pintura, y aunque se especializa en la acuarela, siempre le gusta arriesgarse, “porque echando a perder se aprende, hay que ir a la aventura”.


Hay que cuidar que no falte la humedad, y el papel es especial porque es 100% algodón; antes hacíamos el papel y las pinturas, ahora ya todo lo venden hecho. Éste se fija en una superficie libre de ácidos para no dañar el papel y después hacemos el trazado del paisaje o la estructura que queremos acuarelear. Mojamos el papel, una vez que se llena de color comienzo a hacer los detalles, aquí es cuando comienza el proceso más largo y detallado


El también fundador del primer taller de artes plásticas de Ciudad Hidalgo comentó que esta acción fue gracias a un sacerdote que llegó a esta localidad, quien vio que la Casa de la Cultura estaba abandonada, donde “dejaron los puros cimientos y nadie se preocupó por terminarla, pero la gente se enteró que este padre pintaba y la población quiso que les enseñara, pero él por su trabajo religioso no pudo y me ofreció hacerlo; junto con él y Mariano Magaña formamos un taller de restauración de imágenes sacras”.

Seis años duró su quehacer en Ciudad Hidalgo, de donde salieron grandes pintores como Elvia Navarrete. “Eramos alrededor de 20 personas que logramos hacer dos exposiciones con bastante aceptación, una en la casa parroquial del templo de San José y otro en Morelia en un reconocido café”.

Su obra ha sido reconocida en varios estados del país como Zacatecas, Aguascalientes, Tamaulipas y en la Ciudad de México, donde realizó una muestra en el Metro por invitación de una delegación. “Estuve en la Casa de Michoacán A. C., la cual estuvo alguna vez en calle Lucerna, del Centro de la Delegación Cuauhtémoc, ahí estuvo mi exposición más de dos años, gracias a esta organización que ya desapareció”.

Otra de las exposiciones que José Magaña consideró importante es la de “Homenaje a Morelia”, en abril de 1991, en la anteriormente conocida Galería de Turismo que se ubicaba junto a la ahora Biblioteca Pública, en la cual ya figuraba en el ámbito artístico de Morelia y el estado, ya que se reconoció su labor como fundador del Jardín de Arte de las Rosas, el cual es un proyecto que aún continúa.

El acuarelista relató cómo es que fue uno de los fundadores del Jardín de Arte de las Rosas: “En 1964 hubo un intento con Nicolás de la Torre, auspiciado por el gobierno a través de la Casa de la Juventud, quien nos ofreció lo necesario para el proyecto. Ya después nadie se hizo cargo, pero hubo varios grupos con los que colaboré, siendo el más importante éste de 1982, cuando junto con David Aguilar Ramírez, Eugenio Altamirano, Juan Vázquez y yo, logramos el espacio permanente.


Gracias al apoyo otorgado por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a través de Salvador Mora Villalpando, se consolidó este proyecto que aún se encuentra hasta nuestros días

MORELIA, Mich.- (OEM-Infomex).- “Desde niño comencé a dibujar en las paredes y recuerdo que una persona de la ciudad de Uruapan me regaló unas pinturas y esto fue lo que me animó. Desde entonces agarraba lo que fuera para pintar, desde el carbón del fogón de mi casa; ya con el tiempo fui experimentando”, relató José Magaña Huerta, acuarelista moreliano y fundador del primer Taller de Artes Plásticas de Ciudad Hidalgo.

El autor de la exposición “Mi espejo", recibió a El Sol de Morelia en su casa-taller y relató su quehacer artístico de más de 50 años, desde 1964 cuando incursionó en la acuarela, de la cual “me enamoré y me casé con ésta”, hasta la actualidad.


En la infancia no hacía caso del estudio, y un maestro vio que me llamaba mucho la pintura; él fue quien le sugirió a mi padre que me metieran a estudiar Pintura y entré a la edad de 14 años a la entonces Casa de la Juventud de Michoacán, inaugurada por Agustín Arriaga Rivera, fue una institución que a nivel nacional fue hecha por Adolfo López Mateos. En un principio, en dos años también conocí las técnicas de la crayola, pastel y acrílico


Posteriormente ingresó al Instituto Michoacano de Arte, donde estuvo dos años en la carrera de Pintura, “una vez que entré ahí conocí a Nicolás de la Torre, mi maestro michoacano, quien era muy tradicional”.

Sin embargo, el acuarelista moreliano confesó que lo más importante para él fue conocer a Miguel Agüero Rojas, “con este maestro me convencí de que la acuarela era lo mío; con Miguel tomé más experiencia”.

Una vez que se desenvolvió en la técnica de la acuarela fue abriéndose paso en el ámbito artístico, y conoció a Joaquín Martínez Navarrete, “fue en la época donde se estaba construyendo el metro, pero agradezco haberlo conocido, ya que es considerado uno de los mejores acuarelistas de México; fue quien pintó la Catedral Metropolitana. También formé amistad con Luis Palomares; salíamos a pintar el campo”.

En 1994 se abrió su panorama y con la instrucción del maestro Agüero, la acuarela se convirtió en su gran pasión, “desde un principio me gustó, se me facilitó, se me dio; sentí que era parte de mí, que la acuarela era lo mío”.


Una vez me preguntaron cuánto tiempo le dedicó a cada pintura, a lo que yo contesté -este cuadro me llevó 50 años-, y se asombraron, pero es porque yo nunca he dejado de aprender a pintar, el tiempo en este trabajo es muy relativo, hay que estar consciente de que el tiempo pasa y no cuenta para nada, lo importante es el desarrollo del proceso

José Magaña Huerta



El pintor aseguró que le gusta incursionar e investigar en la pintura, y aunque se especializa en la acuarela, siempre le gusta arriesgarse, “porque echando a perder se aprende, hay que ir a la aventura”.


Hay que cuidar que no falte la humedad, y el papel es especial porque es 100% algodón; antes hacíamos el papel y las pinturas, ahora ya todo lo venden hecho. Éste se fija en una superficie libre de ácidos para no dañar el papel y después hacemos el trazado del paisaje o la estructura que queremos acuarelear. Mojamos el papel, una vez que se llena de color comienzo a hacer los detalles, aquí es cuando comienza el proceso más largo y detallado


El también fundador del primer taller de artes plásticas de Ciudad Hidalgo comentó que esta acción fue gracias a un sacerdote que llegó a esta localidad, quien vio que la Casa de la Cultura estaba abandonada, donde “dejaron los puros cimientos y nadie se preocupó por terminarla, pero la gente se enteró que este padre pintaba y la población quiso que les enseñara, pero él por su trabajo religioso no pudo y me ofreció hacerlo; junto con él y Mariano Magaña formamos un taller de restauración de imágenes sacras”.

Seis años duró su quehacer en Ciudad Hidalgo, de donde salieron grandes pintores como Elvia Navarrete. “Eramos alrededor de 20 personas que logramos hacer dos exposiciones con bastante aceptación, una en la casa parroquial del templo de San José y otro en Morelia en un reconocido café”.

Su obra ha sido reconocida en varios estados del país como Zacatecas, Aguascalientes, Tamaulipas y en la Ciudad de México, donde realizó una muestra en el Metro por invitación de una delegación. “Estuve en la Casa de Michoacán A. C., la cual estuvo alguna vez en calle Lucerna, del Centro de la Delegación Cuauhtémoc, ahí estuvo mi exposición más de dos años, gracias a esta organización que ya desapareció”.

Otra de las exposiciones que José Magaña consideró importante es la de “Homenaje a Morelia”, en abril de 1991, en la anteriormente conocida Galería de Turismo que se ubicaba junto a la ahora Biblioteca Pública, en la cual ya figuraba en el ámbito artístico de Morelia y el estado, ya que se reconoció su labor como fundador del Jardín de Arte de las Rosas, el cual es un proyecto que aún continúa.

El acuarelista relató cómo es que fue uno de los fundadores del Jardín de Arte de las Rosas: “En 1964 hubo un intento con Nicolás de la Torre, auspiciado por el gobierno a través de la Casa de la Juventud, quien nos ofreció lo necesario para el proyecto. Ya después nadie se hizo cargo, pero hubo varios grupos con los que colaboré, siendo el más importante éste de 1982, cuando junto con David Aguilar Ramírez, Eugenio Altamirano, Juan Vázquez y yo, logramos el espacio permanente.


Gracias al apoyo otorgado por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a través de Salvador Mora Villalpando, se consolidó este proyecto que aún se encuentra hasta nuestros días

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