/ lunes 13 de junio de 2022

La presa de Cointzio es un riesgo latente para Morelia, ¿por qué?

Desde el 2008 se detectaron agroquímicos, aguas negras de origen urbano y algunos productos industriales

De no detenerse la deforestación y cambio de uso de suelo alrededor de la presa de Cointzio, en el mediano plazo este cuerpo de agua podría ocasionar daños severos para la población de Morelia, llegando a provocar enfermedades renales para los consumidores. Así lo visualizan investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes coinciden en que las actividades económicas en la zona no tienen un carácter sustentable y por lo tanto representan focos de contaminación.

Perteneciente a la cuenca de Cuitzeo, la región cercana a la subcuenca de Cointzio presenta un proceso de deforestación significativa desde 1946, según se documenta en la Revista Latinoamericana el Ambiente y las Ciencias, lo que ha conllevado campañas de plantación de árboles para contrarrestar la erosión edáfica que ha generado cárcavas. La presa surte de agua potable a más de 302 mil habitantes, pero desde 2008 ya se detectaban sedimentos, producto de la erosión del suelo, agroquímicos, aguas negras de origen urbano y algunos productos industriales.

Entrevistado por este semanario, el profesor e investigador nicolaita Rubén Hernández Morales, adscrito a la facultad de Biología, advierte que el embalse ha ido acumulando una fuerte cantidad de fósforo de manera paulatina, y en el presente tiene florecimientos por bacterias que generan toxinas, denominadas “genobacterias”, las cuales son microsistinas que pueden llegar a provocar la muerte de las especies nativas o injertadas en la presa, como ocurrió recientemente con cientos de peces blancos.

Pero más allá de los peligros para la fauna, el investigador añade que ese proceso causa padecimientos renales en el ser humano, los cuales se pueden presentar si se tiene contacto con el agua para fines recreativos, o bien, para el abastecimiento de agua potable. En ese escenario, es una exposición a toxinas que provoca desde irritaciones en la piel hasta el desarrollo de hepatitis tipo A.

“El florecimiento de la presa sí alcanza la cantidad de toxinas para afectar a la comunidad de peces, pero derivado del monitoreo que hacemos constantemente concluimos que lo más grave es el daño a la salud humana, pues en el corto tiempo estaremos revisando estadísticas de enfermedades hepáticas en la población de Morelia”, dice el especialista.

Este cuerpo de agua se alimenta del Río Grande / Fernando Maldonado

El cambio de uso de suelo en la zona, donde se han detectado parcelas de aguacate y fresa, ocasiona que algunos nutrientes se arrastren y lleguen al embalse. De forma paralela, la temperatura ha ido en aumento y podría alcanzar cifras históricas, una radiación que en parte se explica por la tala en los alrededores. Por si fuera poco, el Río Grande acarrea muchos contaminantes “que desconocemos”, afirma Hernández, pues ya no solo se trata de deshechos provenientes de los hogares, sino que se suman contaminantes que llegan desde los cultivos de berries y otros cultivos que incluyen pesticidas y herbicidas que son relativamente nuevos en el mercado.

Divorcio entre academia y gobierno

Rubén Hernández acepta que no hay una comunicación entre los académicos que han estudiado a esta presa y las autoridades encargadas de su preservación, como el ayuntamiento de Morelia, el Organismo Operador de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Morelia (OOAPAS) o la delegación de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

“No tenemos una retroalimentación sistemática sobre las investigaciones que hacemos o las alertas que se generan, pero lo que aprovechamos son las diferentes reuniones de trabajo con nuestros pares para exponer los avances en el tema”.

Te puede interesar: Se lleva a cabo el plan emergente para la protección del Lago de Cuitzeo

Finalmente, recomienda detener las actividades recreativas en la presa en tanto haya florecimiento de genobacterias, porque el agua podría irritar la piel por sus toxinas, además de que urge a revertir todos los procesos externos que dañan al embalse.

Martina Medina Nava, titular del Laboratorio de Biología Acuática en la Universidad Michoacana, no duda en decir que hay problemas con la calidad del agua en Cointzio, como el cambio en las concentraciones de algunos nutrientes, específicamente nitrógeno y fósforo.



Subraya que la presa se alimenta del Río Grande que recoge aguas negras de las poblaciones, y al igual que su colega, remarca el cambio de uso de suelo para sembrar aguacates y berries, propiciando escurrimiento de agroquímicos que rechazan las plantas, los cuales llegan hasta el subsuelo o los diferentes ríos.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia

El color del agua en este cuerpo era anaranjado, pero ha cambiado a un tono verde, lo que se explica por la cantidad de sólidos suspendidos y el acarreo de aguas negras y productos químicos, lo que incluye fertilizantes.

“No quiero ser fatalista, pero el OOAPAS y la Conagua deberían tomar cartas en el asunto, lo mismo que la Secretaría de Salud, porque la presencia de microalgas genera toxinas que afectan a la salud humana. Ya murieron peces y eso es un foco rojo; tenemos que hacer algo que vaya más allá de estudiar a los peces, determinar si esa agua es o no apta para que la sigamos tomando”.

De no detenerse la deforestación y cambio de uso de suelo alrededor de la presa de Cointzio, en el mediano plazo este cuerpo de agua podría ocasionar daños severos para la población de Morelia, llegando a provocar enfermedades renales para los consumidores. Así lo visualizan investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes coinciden en que las actividades económicas en la zona no tienen un carácter sustentable y por lo tanto representan focos de contaminación.

Perteneciente a la cuenca de Cuitzeo, la región cercana a la subcuenca de Cointzio presenta un proceso de deforestación significativa desde 1946, según se documenta en la Revista Latinoamericana el Ambiente y las Ciencias, lo que ha conllevado campañas de plantación de árboles para contrarrestar la erosión edáfica que ha generado cárcavas. La presa surte de agua potable a más de 302 mil habitantes, pero desde 2008 ya se detectaban sedimentos, producto de la erosión del suelo, agroquímicos, aguas negras de origen urbano y algunos productos industriales.

Entrevistado por este semanario, el profesor e investigador nicolaita Rubén Hernández Morales, adscrito a la facultad de Biología, advierte que el embalse ha ido acumulando una fuerte cantidad de fósforo de manera paulatina, y en el presente tiene florecimientos por bacterias que generan toxinas, denominadas “genobacterias”, las cuales son microsistinas que pueden llegar a provocar la muerte de las especies nativas o injertadas en la presa, como ocurrió recientemente con cientos de peces blancos.

Pero más allá de los peligros para la fauna, el investigador añade que ese proceso causa padecimientos renales en el ser humano, los cuales se pueden presentar si se tiene contacto con el agua para fines recreativos, o bien, para el abastecimiento de agua potable. En ese escenario, es una exposición a toxinas que provoca desde irritaciones en la piel hasta el desarrollo de hepatitis tipo A.

“El florecimiento de la presa sí alcanza la cantidad de toxinas para afectar a la comunidad de peces, pero derivado del monitoreo que hacemos constantemente concluimos que lo más grave es el daño a la salud humana, pues en el corto tiempo estaremos revisando estadísticas de enfermedades hepáticas en la población de Morelia”, dice el especialista.

Este cuerpo de agua se alimenta del Río Grande / Fernando Maldonado

El cambio de uso de suelo en la zona, donde se han detectado parcelas de aguacate y fresa, ocasiona que algunos nutrientes se arrastren y lleguen al embalse. De forma paralela, la temperatura ha ido en aumento y podría alcanzar cifras históricas, una radiación que en parte se explica por la tala en los alrededores. Por si fuera poco, el Río Grande acarrea muchos contaminantes “que desconocemos”, afirma Hernández, pues ya no solo se trata de deshechos provenientes de los hogares, sino que se suman contaminantes que llegan desde los cultivos de berries y otros cultivos que incluyen pesticidas y herbicidas que son relativamente nuevos en el mercado.

Divorcio entre academia y gobierno

Rubén Hernández acepta que no hay una comunicación entre los académicos que han estudiado a esta presa y las autoridades encargadas de su preservación, como el ayuntamiento de Morelia, el Organismo Operador de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Morelia (OOAPAS) o la delegación de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

“No tenemos una retroalimentación sistemática sobre las investigaciones que hacemos o las alertas que se generan, pero lo que aprovechamos son las diferentes reuniones de trabajo con nuestros pares para exponer los avances en el tema”.

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Finalmente, recomienda detener las actividades recreativas en la presa en tanto haya florecimiento de genobacterias, porque el agua podría irritar la piel por sus toxinas, además de que urge a revertir todos los procesos externos que dañan al embalse.

Martina Medina Nava, titular del Laboratorio de Biología Acuática en la Universidad Michoacana, no duda en decir que hay problemas con la calidad del agua en Cointzio, como el cambio en las concentraciones de algunos nutrientes, específicamente nitrógeno y fósforo.



Subraya que la presa se alimenta del Río Grande que recoge aguas negras de las poblaciones, y al igual que su colega, remarca el cambio de uso de suelo para sembrar aguacates y berries, propiciando escurrimiento de agroquímicos que rechazan las plantas, los cuales llegan hasta el subsuelo o los diferentes ríos.

Foto: Fernando Maldonado | El Sol Morelia

El color del agua en este cuerpo era anaranjado, pero ha cambiado a un tono verde, lo que se explica por la cantidad de sólidos suspendidos y el acarreo de aguas negras y productos químicos, lo que incluye fertilizantes.

“No quiero ser fatalista, pero el OOAPAS y la Conagua deberían tomar cartas en el asunto, lo mismo que la Secretaría de Salud, porque la presencia de microalgas genera toxinas que afectan a la salud humana. Ya murieron peces y eso es un foco rojo; tenemos que hacer algo que vaya más allá de estudiar a los peces, determinar si esa agua es o no apta para que la sigamos tomando”.

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