/ sábado 25 de enero de 2020

Los tatuajes rebasan las restricciones; hoy son moda

Desde abogados, doctores, contadores y otros profesionistas se realizan diseños en la piel en la actualidad, cuando antes sólo se atribuía esta costumbre a personas con un mal vivir

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- “La semana pasada puse unas extensiones en el pene de un camarada, eran unas esferas que le coloqué por dentro, me dijo que era para darle más placer a su morra”. Así, como si fuera una cosa tan simple, Mauricio nos narra su día a día en el mundo de las perforaciones y los tatuajes, oficio al que se ha dedicado desde que era un adolescente.

Su primer marca en la piel se la hizo cuando tenía 15 años; es un tribal que va desde el pie hasta la rodilla, pero subirá hasta el glúteo derecho, según sus deseos. El dueño del estudio Viernes 13 también posee unas rastas enormes, y aunque al momento de platicar con él porta un suéter, en cuanto le pedimos una sesión de fotos se quita todo y nos muestra decenas de coloridos tatuajes que apenas le permiten librar el ombligo. Y hay algo más: su lengua está partida a la mitad, se la ha intervenido hace unos días y aún no recupera del todo la dicción, lo que no es impedimento para sostener una larga plática.

Su gusto por hacer perforaciones le provocó la expulsión de la secundaria, donde ya era el favorito de sus compañeros que se querían hacer piercings en todas partes. “Era la secundaria 5, entre las públicas era la más fresa, pero yo perforaba en los baños, en el patio, hasta en el escritorio del profe cuando salíamos a recreo”, confiesa, y recuerda que cuando lo cambiaron a la Secu número 10 ya pudo terminar sin problemas, pero sin dejar de perforar.

Hasta hoy, se ha rayado más de 70 tatuajes, “algunos son feos, pero no me arrepiento de ninguno, porque hay amigos que me los han hecho y prefiero eso a que un tatuador mamón me lo haga”. Cuando Mauricio iba en esas escuelas secundarias no cualquiera andaba tatuado, como hoy en día. Recuerda que una de las primeras figuras en lucir sus dibujos coloridos era el basquetbolista Dennis Rodman, figura que se uniría a los galácticos Toros de Chicago. De ahí en fuera, los tattoos eran vistos de mala manera por la sociedad mexicana, “era algo para los ex presidiarios, para los vagos, pero afortunadamente ya cambió todo, hoy los artistas más fresas se hacen tatuajes, los futbolistas están rayados, casi casi que si no traen tatuajes, los dejan en la banca, y qué bueno, a nosotros nos conviene que sean aceptados”.

Si tendría que decidirse entre sus dos amores, este hombre se quedaría con las perforaciones. Sus orejas ya están intervenidas, la lengua, como apuntábamos, se ha partido en dos, pero además es fan de las suspensiones, una práctica extrema en la que las personas flotan en el aire mientras sujetan sus cuerpos a unos ganchos. “La sensación es indescriptible, es pura paz, tener la mente en blanco”, relata este joven ilustrado que hace desde el tatuaje más sencillo hasta cuernos en la frente, modificaciones al cuerpo que requieren precisión quirúrgica y mucha resistencia por parte del cliente. Sobre ello, precisa: “Lo que más piden es implante genital, tal vez porque les da placer, y porque la gente no se da cuenta, aún se resisten a implantarse cuernos o hacerse la lengua bífida, como la traigo ahorita”.



El primero

Si a alguien le podemos llamar precursor de la cultura del tatuaje en Morelia y el país es a Giovanni Plancarte, dueño del estudio Dark Side, ubicado en el poniente de la avenida Madero. Por ese estudio han pasado miles de personas ya sea para hacerse un inocente piercing o para rayarse toda la espalda con alguna figura azteca, una serpiente, un sol o simplemente lo que dé la imaginación. Era la década de los 90 y este hombre ya figuraba como un tatuador respetado en la Ciudad de México, incluso era contratado por algunos artistas famosos y le dedicaron reportajes en revistas de espectáculos. Nos recibe en su lugar de trabajo, decorado con máscaras misteriosas, algunos reconocimientos y por supuesto todo lo adecuado para ponerse a trabajar. Recuerda sus primeros años en Tepito, en El Chopo, donde se conectó con las tribus urbanas que se tatuaban sin pena alguna.

Su primer tatuaje se lo hizo antes de ser mayor de edad, un amigo se lo plasmó y a partir de entonces no pudo parar, se le hizo una adicción, como si se tratara de una droga que te hace volar la cabeza. Hoy solo le queda libre la espalda, la cara y el cuello, todo lo demás está tapizado de diseños variados, “Debo de traer unos 200 tatuajes, o quizá más, pero si me pongo ropa que me los cubra ni quién se dé cuenta… hoy traerlos ya no es nada extraordinario, te vas a las tiendas más fresonas y todos andan rayados; vas a los hoteles chingones y lo mismo; la gente que te atiende está tatuada, mis mejores clientes son profesionistas, son abogados, doctores, contadores, y pagan lo que sea por un buen tatuaje”.

Mientras suena música electrónica, Giovanni recuerda que su estudio lo ha mantenido durante 20 años en la misma dirección, tiempo en el que también ha organizado el Expo Tatuaje y la Convención de Tatuajes, eventos en los que se reúnen artistas de todo el mundo para mostrar los avances en este oficio cada vez más presente, al punto que afirma que ahora “hay tantos estudios como barberías” y calcula que quizá sean unos 200 lugares en la ciudad, con dos o cuatro tatuadores listos para perforar y dibujar.


Rompen géneros

Para Paulina Galván, los tatuajes que la gente elige tienen que ver con un proceso de curación, es “transmutar nuestro ser hacia esa verdadera esencia por la que decidiste renacer en este plano”. Dueña se su propio estudio, Geometría Sagrada, estudió psicología y ha cubierto casi todo su cuerpo por tatuajes que le otorgan algo más que simples dibujos bien trazados. Afirma que la sanación a través del dolor permite abrirnos al Universo para convertirnos en catalizadores de historias, tanto nuestras como de los ancestros. “Para mí es un reencuentro sagrado; nos volvimos a elegir, nos volvimos a ver y a decidir caminar juntos”.

Su primer tatuaje fue una rosa en su brazo y entonces descubrió su propia misión. “Después de estudiar psicología estaba por entrar a un posgrado en la UNAM, pero ocurrió un evento que marcó mi camino y tuve que cambiar de pasos; en ese lapso me invitaron como asistente de un estudio y la vida me dijo que permaneciera en esta dirección”. Para ella, lo importante no es la cantidad de tatuajes que alguien pueda hacerse, sino “la evolución de tu ser”. Aunque afirma que no ha sido discriminada por el estilo estético que lleva en el cuerpo, nota que México es un país de miradas, “existe inconscientemente un catálogo de imágenes impuestas, interiorizadas y aceptadas socialmente, un rezago cultural”, subraya.

Por su parte, Tania Solache, (O Tania Fresky Sol, para quien la quiera contactar en las redes sociales) de apenas 22 años, ya es una tatuadora que se abre paso en un oficio que hasta hace no mucho tiempo era dominado por los varones.

Su primer tatuaje se lo hizo en la espinilla porque le dijeron que es la zona del cuerpo donde más duele, así que no lo dudó ni por un segundo, “quería saber lo más intenso del dolor para que después no me espantara con nada”, nos dice, mientras raya una flor de loto en la pierna a una chica que apenas ronda los 18.

Sus orejas ya están expandidas y aunque aun no tiene tantos diseños en su piel, irá poco a poco eligiendo qué más experimentar. Con su familia ha tenido cierta resistencia, su madre es católica y no le gusta mucho la idea, pero ya se irá acostumbrando a esta hija rebelde que continuamente sube su trabajo en la red de Facebook.


Regulación

Los estudios de tatuajes en Morelia deben estar bajo la supervisión de varias instancias públicas: la Secretaría de Salud de Michoacán (SSM), su Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coepris) e incluso la Procuraduría Federal para la Protección Ambiental (Profepa), encargada de supervisar que los materiales utilizados no vayan a la basura en general, sino sean eliminados por empresas certificadas. Hace un par de años la Coepris incluso ofreció un curso de bioseguridad en modificaciones corporales, donde asistieron cerca de 200 profesionales en el ramo, y en el que además de la capacitación, los tatuadores tramitaron su tarjeta de control sanitario, documento necesario para garantizar que se trata de un establecimiento libre de riesgos sanitarios.

Lo cierto es que los tatuadores se han expandido por toda la ciudad y ya nadie hace escándalo por ello; incluso, la Comisión Estatal de los Derechos Humanos no ha recibido quejas por discriminación contra quienes rayan su cuerpo.


Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- “La semana pasada puse unas extensiones en el pene de un camarada, eran unas esferas que le coloqué por dentro, me dijo que era para darle más placer a su morra”. Así, como si fuera una cosa tan simple, Mauricio nos narra su día a día en el mundo de las perforaciones y los tatuajes, oficio al que se ha dedicado desde que era un adolescente.

Su primer marca en la piel se la hizo cuando tenía 15 años; es un tribal que va desde el pie hasta la rodilla, pero subirá hasta el glúteo derecho, según sus deseos. El dueño del estudio Viernes 13 también posee unas rastas enormes, y aunque al momento de platicar con él porta un suéter, en cuanto le pedimos una sesión de fotos se quita todo y nos muestra decenas de coloridos tatuajes que apenas le permiten librar el ombligo. Y hay algo más: su lengua está partida a la mitad, se la ha intervenido hace unos días y aún no recupera del todo la dicción, lo que no es impedimento para sostener una larga plática.

Su gusto por hacer perforaciones le provocó la expulsión de la secundaria, donde ya era el favorito de sus compañeros que se querían hacer piercings en todas partes. “Era la secundaria 5, entre las públicas era la más fresa, pero yo perforaba en los baños, en el patio, hasta en el escritorio del profe cuando salíamos a recreo”, confiesa, y recuerda que cuando lo cambiaron a la Secu número 10 ya pudo terminar sin problemas, pero sin dejar de perforar.

Hasta hoy, se ha rayado más de 70 tatuajes, “algunos son feos, pero no me arrepiento de ninguno, porque hay amigos que me los han hecho y prefiero eso a que un tatuador mamón me lo haga”. Cuando Mauricio iba en esas escuelas secundarias no cualquiera andaba tatuado, como hoy en día. Recuerda que una de las primeras figuras en lucir sus dibujos coloridos era el basquetbolista Dennis Rodman, figura que se uniría a los galácticos Toros de Chicago. De ahí en fuera, los tattoos eran vistos de mala manera por la sociedad mexicana, “era algo para los ex presidiarios, para los vagos, pero afortunadamente ya cambió todo, hoy los artistas más fresas se hacen tatuajes, los futbolistas están rayados, casi casi que si no traen tatuajes, los dejan en la banca, y qué bueno, a nosotros nos conviene que sean aceptados”.

Si tendría que decidirse entre sus dos amores, este hombre se quedaría con las perforaciones. Sus orejas ya están intervenidas, la lengua, como apuntábamos, se ha partido en dos, pero además es fan de las suspensiones, una práctica extrema en la que las personas flotan en el aire mientras sujetan sus cuerpos a unos ganchos. “La sensación es indescriptible, es pura paz, tener la mente en blanco”, relata este joven ilustrado que hace desde el tatuaje más sencillo hasta cuernos en la frente, modificaciones al cuerpo que requieren precisión quirúrgica y mucha resistencia por parte del cliente. Sobre ello, precisa: “Lo que más piden es implante genital, tal vez porque les da placer, y porque la gente no se da cuenta, aún se resisten a implantarse cuernos o hacerse la lengua bífida, como la traigo ahorita”.



El primero

Si a alguien le podemos llamar precursor de la cultura del tatuaje en Morelia y el país es a Giovanni Plancarte, dueño del estudio Dark Side, ubicado en el poniente de la avenida Madero. Por ese estudio han pasado miles de personas ya sea para hacerse un inocente piercing o para rayarse toda la espalda con alguna figura azteca, una serpiente, un sol o simplemente lo que dé la imaginación. Era la década de los 90 y este hombre ya figuraba como un tatuador respetado en la Ciudad de México, incluso era contratado por algunos artistas famosos y le dedicaron reportajes en revistas de espectáculos. Nos recibe en su lugar de trabajo, decorado con máscaras misteriosas, algunos reconocimientos y por supuesto todo lo adecuado para ponerse a trabajar. Recuerda sus primeros años en Tepito, en El Chopo, donde se conectó con las tribus urbanas que se tatuaban sin pena alguna.

Su primer tatuaje se lo hizo antes de ser mayor de edad, un amigo se lo plasmó y a partir de entonces no pudo parar, se le hizo una adicción, como si se tratara de una droga que te hace volar la cabeza. Hoy solo le queda libre la espalda, la cara y el cuello, todo lo demás está tapizado de diseños variados, “Debo de traer unos 200 tatuajes, o quizá más, pero si me pongo ropa que me los cubra ni quién se dé cuenta… hoy traerlos ya no es nada extraordinario, te vas a las tiendas más fresonas y todos andan rayados; vas a los hoteles chingones y lo mismo; la gente que te atiende está tatuada, mis mejores clientes son profesionistas, son abogados, doctores, contadores, y pagan lo que sea por un buen tatuaje”.

Mientras suena música electrónica, Giovanni recuerda que su estudio lo ha mantenido durante 20 años en la misma dirección, tiempo en el que también ha organizado el Expo Tatuaje y la Convención de Tatuajes, eventos en los que se reúnen artistas de todo el mundo para mostrar los avances en este oficio cada vez más presente, al punto que afirma que ahora “hay tantos estudios como barberías” y calcula que quizá sean unos 200 lugares en la ciudad, con dos o cuatro tatuadores listos para perforar y dibujar.


Rompen géneros

Para Paulina Galván, los tatuajes que la gente elige tienen que ver con un proceso de curación, es “transmutar nuestro ser hacia esa verdadera esencia por la que decidiste renacer en este plano”. Dueña se su propio estudio, Geometría Sagrada, estudió psicología y ha cubierto casi todo su cuerpo por tatuajes que le otorgan algo más que simples dibujos bien trazados. Afirma que la sanación a través del dolor permite abrirnos al Universo para convertirnos en catalizadores de historias, tanto nuestras como de los ancestros. “Para mí es un reencuentro sagrado; nos volvimos a elegir, nos volvimos a ver y a decidir caminar juntos”.

Su primer tatuaje fue una rosa en su brazo y entonces descubrió su propia misión. “Después de estudiar psicología estaba por entrar a un posgrado en la UNAM, pero ocurrió un evento que marcó mi camino y tuve que cambiar de pasos; en ese lapso me invitaron como asistente de un estudio y la vida me dijo que permaneciera en esta dirección”. Para ella, lo importante no es la cantidad de tatuajes que alguien pueda hacerse, sino “la evolución de tu ser”. Aunque afirma que no ha sido discriminada por el estilo estético que lleva en el cuerpo, nota que México es un país de miradas, “existe inconscientemente un catálogo de imágenes impuestas, interiorizadas y aceptadas socialmente, un rezago cultural”, subraya.

Por su parte, Tania Solache, (O Tania Fresky Sol, para quien la quiera contactar en las redes sociales) de apenas 22 años, ya es una tatuadora que se abre paso en un oficio que hasta hace no mucho tiempo era dominado por los varones.

Su primer tatuaje se lo hizo en la espinilla porque le dijeron que es la zona del cuerpo donde más duele, así que no lo dudó ni por un segundo, “quería saber lo más intenso del dolor para que después no me espantara con nada”, nos dice, mientras raya una flor de loto en la pierna a una chica que apenas ronda los 18.

Sus orejas ya están expandidas y aunque aun no tiene tantos diseños en su piel, irá poco a poco eligiendo qué más experimentar. Con su familia ha tenido cierta resistencia, su madre es católica y no le gusta mucho la idea, pero ya se irá acostumbrando a esta hija rebelde que continuamente sube su trabajo en la red de Facebook.


Regulación

Los estudios de tatuajes en Morelia deben estar bajo la supervisión de varias instancias públicas: la Secretaría de Salud de Michoacán (SSM), su Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coepris) e incluso la Procuraduría Federal para la Protección Ambiental (Profepa), encargada de supervisar que los materiales utilizados no vayan a la basura en general, sino sean eliminados por empresas certificadas. Hace un par de años la Coepris incluso ofreció un curso de bioseguridad en modificaciones corporales, donde asistieron cerca de 200 profesionales en el ramo, y en el que además de la capacitación, los tatuadores tramitaron su tarjeta de control sanitario, documento necesario para garantizar que se trata de un establecimiento libre de riesgos sanitarios.

Lo cierto es que los tatuadores se han expandido por toda la ciudad y ya nadie hace escándalo por ello; incluso, la Comisión Estatal de los Derechos Humanos no ha recibido quejas por discriminación contra quienes rayan su cuerpo.


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