Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Claudia Sandoval García ya es una más en la comunidad de Jeráhuaro, Michoacán. Hace un año que la profesora en Educación Especial llegó a esta localidad, perteneciente al municipio de Zinapécuaro, para trabajar con 22 niños y jóvenes con capacidades diferentes en el Centro de Atención Múltiple.
A diferencia de sus colegas que vienen y van de Morelia a la comunidad, ella decidió instalarse en Jeráhuaro. El gesto no sólo ha hecho que conozca a fondo las necesidades, cualidades y tradiciones que guarda el pueblo, sino que también ha sido aceptada e integrada de buena manera por sus habitantes.
En la última temporada de posadas decembrinas, Claudia se integró en la organización de las fiestas, convivió con los padres de familia y sus alumnos.
Se divirtió como una más. Aunque no se asume como una figura dentro de la comunidad, admite que se siente arropada y protegida.
"En la ciudad se tienen todos los servicios, las cosas son muy accesibles, no es tanto problema ir a la escuela porque hay transporte público y forma de comunicarse. Cuando llego a la comunidad, lo primero que me doy cuenta es que es un lugar muy pequeño, donde la mayoría de los habitantes son familia que se dedica a la cosecha de fruta. No hay mucho transporte, las escuelas están a los alrededores de la plaza y sirven como un punto de encuentro"
Cuando estudiaba la preparatoria, Claudia se dio cuenta que tenía habilidades para atender a niños con discapacidad. A partir de esa etapa, le nació la motivación para estudiar la licenciatura en Educación Especial. Su paso como docente, también la ha llevado a trabajar en la comunidad de Antúnez, cerca de Nueva Italia, y en el municipio de Ciudad Hidalgo.
Aunque reconoce que trabajar con niños que tienen alguna discapacidad es complicado, asegura que al mismo tiempo resulta satisfactorio.
En condiciones comunes, para un profesor es un logro cuando el alumno logra escribir una palabra, pero nosotros sentimos esa misma emoción cuando vemos que un chico consiguió mover una mano
Dentro de sus alumnos, se encuentran personas con discapacidades intelectuales, autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral infantil, entre otras. La docente de 28 años relata que otra ventaja de vivir en la comunidad está el poder aportar más allá de las aulas, ya sea a través de proyectos de arte o deportivos.
“El año pasado me llevé a dos chicos a competir a la Paralimpiada Nacional en la disciplina de Boccia, hay otros chicos que bailan, le entran al arte. Yo creo que en estos detalles radica la satisfacción, en el reconocimiento de los alumnos y papás, el escuchar un buenos días, que te lleven una cajita de frutas, que vayan a tu casa y te pregunten si te falta algo”.
Pero también están las limitaciones. Los 22 alumnos que atiende Claudia están concentrados en una casa que suple la infraestructura de una escuela. Los cuartos no tienen las características para ser aulas y eso se ha convertido en un problema serio.
Detalla que cuenta con dos alumnos con parálisis cerebral que están en silla de ruedas y que se les complica atravesar las puertas, lo que ha generado accidentes en varias ocasiones. Pero hay un problema mayúsculo: el dueño del inmueble ha amagado con vender la propiedad, lo que dejaría sin escuela a los niños.
Es en este punto donde Claudia Sandoval García se aferra. Dice que no piensa dejar la comunidad hasta conseguir que sus alumnos tengan una escuela digna. “Se lo merecen”, advierte.
Considera que las personas con discapacidad siguen sin ser visibilizadas dentro de la sociedad, sin ser escuchadas y entendidas. La construcción de un inmueble escolar en Jeráhuaro también sería un acto simbólico para comenzar a derribar barreras sociales.