Jiquilpan, Michoacán.- La tarde cae con frío en la ciudad de Jiquilpan, en el acceso sur de la mancha urbana un grupo de hombres y mujeres se concentran frente a una pequeña capilla en honor a la Virgen de Guadalupe, entre los brazos de los asistentes descansan ramos de rosas y sus miradas se fijan en el tramo carretero que conecta a la comunidad de Totolán, más al sur en la salida a la Ciudad de México.
Los asistentes permanecen atentos a sus teléfonos en espera de un mensaje o una llamada; desde el martes pasado por la mañana salió el contingente de mujeres que viajaron a la Basílica de Guadalupe para la bendición de la rosa de oro que trasladan corriendo en relevos hasta Jiquilpan. El sonido de la sirena que acompaña a las corredoras llega traído por el viento, sus familiares agudizan la mirada, a lo lejos se ve a una mujer a trote regular, detrás de ella, otras mujeres que le animan, gritos de alegría de los familiares, ojos llenos de lágrimas, abrazos, un breve descanso y a recorrer las calles del pueblo para anunciar su llegada.
“Fue más difícil este año porque el clima no nos ayudó mucho, tuvimos bastante lluvia y frío durante todo el recorrido pero lo logramos que es lo importante” señaló Ana Laura Silva Vargas, coordinadora de la organización de la carrera quien es sobreviviente de cáncer.
La noche ha caído, las mujeres de la ciudad se concentran en el estadio municipal para formar las tres hileras con faroles de carrizo y papel de China con los colores de la Enseña Nacional, las corredoras encabezan la procesión entre padres nuestros y Ave María, entre vivas a la Virgen de Guadalupe y gritos de ¡Viva Jiquilpan Guadalupano!
A los lados de las calles hombres y mujeres esperan el paso de la peregrinación, las bocinas de los camiones de apoyo inundan el ambiente de la ciudad en la que vuelve a bajar la temperatura mientras una larga fila de luces se encamina al santuario Guadalupano.