Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- El alcalde Irepani Hernández Gama aparece una y otra vez en las dos pantallas que se instalaron por la avenida. Habla, pero nadie lo escucha. En el video que se reproduce hasta el cansancio, se invita a los pobladores y visitantes de Tzintzuntzan a acatar todas las medidas preventivas para evitar contagios de Covid-19.
La gente recorre las calles sin prestarle mucha atención y tampoco hacen caso al sonido que se instaló específicamente para reiterar las instrucciones sanitarias. Con el cubrebocas desgastado y colocado por debajo de la nariz, la mayoría se aglutina para ingresar al panteón tras haber recibido su respectiva dosis de gel antibacterial.
Es 01 de noviembre. Noche de muertos. El espectáculo visual es igual de imponente que años anteriores. El color naranja del cempasúchil y las velas alumbran cada una de las tumbas, mientras que de fondo la música de viento acompaña en todo momento.
Se camina como se puede. A través de decoraciones exquisitas, fotografías del ser que se fue y de un montón de recuerdos, visitantes nacionales y extranjeros tratan de obtener la mejor imagen con cámaras que rondan de un lado para otro.
Acostumbrados al movimiento, los pobladores no se inquietan. Aguardan fielmente junto a sus muertos. Hay quienes aprovechan para echar un trago con ellos, otros les han colocado religiosamente los alimentos que degustaban en vida y algunos simplemente disfrutan del momento en silencio.
A poco más de 20 kilómetros de Tzintzuntzan, la celebración es un poco más discreta. En la tenencia de Arocutín, dentro del municipio de Erongarícuaro, el cementerio es prácticamente de los pobladores.
"Ahora va estar más triste esto sin turismo, pero hay que cuidarse, ni modo" opina un habitante de la comunidad, pero el comentario puede ponerse a discusión. Y es que las familias decoran sus tumbas con tranquilidad y cierta comodidad. Este año no se tuvieron intermediarios para recibir a las ánimas.
Vigilancia epidemiológica
El turismo no sabe de treguas ni pandemias. Más de 60 mil visitantes asumieron que era imperdonable perderse la festividad y por ello invadieron un Pátzcuaro que ya los esperaba con estrictos protocolos y filtros sanitarios.
Cercadas las plazas principales y hasta los pocos altares que se tenían, no hay persona que logre ingresar si no lleva puesto su cubrebocas y accede a que le sea tomada la temperatura, además de recibir cuantas veces sea necesario una porción de gel antibacterial.
Si alguien pretende ignorar o simular alguna de las medidas, es reprochado inmediatamente por el personal que se identifica por los chalecos fosforecentes que a su espaldas presentan la leyenda "Vigilancia Epidemiológica".
En los muelles la cosa transcurre de manera similar, pero llega un momento en el que las masas se vuelven insostenibles y pensar en sana distancia se convierte en una utopía. Filas para comprar un boleto de lancha, filas para los baños, filas en los locales de micheladas, filas y más filas.
"Nadie puede bajar en Janitzio, sólo es un recorrido de una hora y media aproximadamente", se advierte a los visitantes al momento de pagar sus 100 pesos. Y en efecto, la lancha gira lentamente a los alrededores de la isla mientras los turistas activan sus cámaras.
Todos se miran felices, observan la tradición a distancia y se ríen, como quien se burla de la muerte.
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Afluencia turística
En entrevista, la titular de la Dirección Municipal de Turismo de Pátzcuaro, Zitlali Obregón Alvarado, dijo que la afluencia turística de la ciudad lacustre para el 01 de noviembre alcanzó las 114 mil personas.
Contra todo pronóstico y pese al cierre de panteones, la suspensión de actividades culturales y la restricción de acceso a las islas del lago, Obregón Alvarado destacó que el total de visitantes nacionales y extranjeros del 31 de octubre al 02 de noviembre fue de 231 mil 894 personas, según información del Centro estatal de Comando, Comunicaciones, Cómputo, Control, Coordinación e Inteligencia (C5i).
Con información de Josafat Pérez