Morelia, Mich. (OEM Infomex). – En una línea recta de 80 kilómetros de largo, cada dos mil metros o menos conviven como un matrimonio mal avenido los Cárteles Unidos, la Guardia Nacional, el Ejército Mexicano y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Esos 80 kilómetros son la única y angosta carretera que conecta el municipio de Apatzingán (centro económico, social y político y la puerta de entrada a Tierra Caliente) con Aguililla y cada organización (civil , militar y delictiva) cuidan su territorio con recelo, mirando a propios y extraños con desconfianza.
Llena de baches, con tramos cortados, con piedras en medio, la principal vía para llegar a uno de los más alejados municipios del estado y de la Tierra Caliente de Michoacán, está férreamente vigilada tanto por los cárteles como por las fuerzas de seguridad; sin embargo, es el tramo más desolado y uno de los más riesgosos del estado.
Es verano y los cerros y montes de la Sierra Madre Oriental que atraviesa esta zona están rebosando de verdor en un año que los lugareños califican que ha sido muy bueno para la cosecha de limón, toronja, pepino y jitomate, que es lo que se da por acá. “No ha llovido ni mucho ni poco”, dicen, lo suficiente para que surta efecto la siembra y los fertilizantes hagan su trabajo.
Contrario a lo que se pudiera pensar, esta no es una tierra pobre o desértica. Aquí se cosechan al año casi 700 mil toneladas solo de limón, que coloca al estado en los primeros lugares de producción nacional. Es común ver en las calles toronjas tiradas y podridas, vendedores callejeros de quesos, ganado robusto y comercio informal.
Del otro lado de la moneda, está la cara de la locura de este polígono de enfrentamientos conformado por Apatzingán, Buenavista, Tepalcatepec y Aguililla, de sangre fría, ejecuciones masivas y cuerpos apilados; de embolsados, descuartizados y secuestros y amenazas que hacen huir a sus habitantes.
La temperatura ambiente en esta zona no rebasa los 40 grados y han pasado 15 días desde el último enfrentamiento sangriento en Aguililla que dejó ocho muertos y semiparalizó la actividad económica y social de la zona.
En los puestos de control que han montado civiles armados ya no hay revisión de gente ni de coches, pero una tranquilidad apretada se respira con sopor. De Apatzingán a Aguililla el primer punto de revisión se encuentra en Pizándaro, donde alguien ha atravesado un camión blanco para impedir el paso mientras a una distancia prudente unos hombres vigilan con un rifle en el pecho.
La cabecera municipal de Buenavista está ahora dominada por el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y han colocado varias mantas en plena entrada del pueblo, sin nombre, sin firma, pero todo mundo sabe que son ellos. Ahora el pueblo les pertenece, incluyendo todo lo que hay en él.
Este pueblo pronto cambiará de administración en el gobierno, como todo el estado y el nuevo alcalde conoce muy bien la zona y su problemática, viene de ser diputado local y de acariciar más de una vez el puesto al que ahora llega.
Sergio Baez Torres será el nuevo alcalde de Buenavista y llega por el partido de Morena. Él conoce a la perfección su terruño, lo ha vivido, lo ha sufrido, lo ha caminado palmo a palmo y ahora lo va a gobernar con todos los riesgos que implica y que dice tener presente.
Recientemente y casi al final de la campaña del pasado proceso electoral, lo secuestró un grupo criminal y lo amenazó de muerte. No es la primera vez. Optimista, asegura que no será como el alcalde saliente Giordano Zepeda Sánchez, quien viajaba en un convoy de camionetas blindadas.
Rumbo a Aguililla todo mundo sabe que no se viaja al atardecer y que es mejor guardarse en su casa. No hay toque de queda ni mucho menos. Lo que sí hay son puestos de guardias militares y mucha Guardia Nacional, basificada principalmente en Apatzingán y Buenavista.
La gente común se pregunta entonces por qué no hay una intervención más contundente cuando los grupos criminales deciden salir a las calles a perseguirse y matarse o a cazar chivos expiatorios, que aseguran los utilizan para demostrar poderío.
Los elementos de las fuerzas armadas se resguardan en sus cuarteles improvisados y no intervienen a menos que en algún patrullaje se encuentren de frente con el demonio.
Por estos lares tampoco se debe de transitar en autos demasiado lujosos, no se puede tampoco tomar fotografías, hablar de más con la gente y en síntesis no se puede confiar en los extraños.
Los cárteles se disputan ferozmente el control de la vía más importante hacia Aguililla, pero también se disputan a la gente que habita en la comarca, se disputan el ayuntamiento, la producción del limón, la toronja y tomate y el cobro de piso.
Hay gasolineras en las que sólo pueden cargar gasolina “la gente de Los Viagra”. En otra estación, el litro del combustible se cobra a casi 24 pesos que no se ven reflejado en el ticket. El sobreprecio se paga en efectivo y es parte del permiso para poder funcionar.
Quien ha intentado desafiar esta realidad ha sufrido las consecuencias. Los dueños de un hotel instalado en el corazón del municipio de Aguililla lo saben. Su negocio se vio reducido a cenizas en el 2019 cuando intentaron resistirse a pagar piso.
Y en medio de todo, mujeres, hombres y niños viven una vida limitada para viajar, para moverse, para trabajar, pero que han aprendido a normalizar las limitaciones que imponen tanto los grupos criminales como los gendarmes, así como han normalizado los secuestros, la muerte, el cobro de piso y también la escasez.
Y cómo no hacerlo, si ellos saben que el hijo del compadre, el vecino, el tío del carnicero, el esposo de la sobrina y un sin fin de gente conocida trabaja para uno u otro cártel. Lo extraño es que a veces se ponen una camiseta y luego se ponen la otra, según convenga.
“Lo malo es que uno nunca sabe cómo y con quién habla. Al hijo de un amigo lo mataron por lo que publicó el otro día en redes” , narra una mujer que ofrece para almorzar papas guisadas y frijoles con queso.
También Elia Chávez cuenta con naturalidad cómo en una refriega de narcos le mataron a su vaca, la única que tenía para sobrevivir y con la misma preocupación narra cómo hace cuatro años le levantaron y secuestraron a su hijo menor de edad, Marco Antonio.
Por estas tierras tan prolijas, la migración ahora es una necesidad apremiante. Se ha ido a Estados Unidos uno de cada tres pobladores de Aguililla, ante la extorsión y la violencia.
Así lo corrobora el secretario del ayuntamiento de Aguililla, Alejandro Mendoza, quien atiende a los reporteros ante el desgano del alcalde de este pueblo, Osvaldo Maldonado Zepeda,quien en las elecciones pasadas intentó reelegirse y perdió las elecciones estrepitosamente.
“Esta es una tierra de migrantes, pero se van no tanto por otra cosa, sino porque quiere mejorar y meterle dinero a sus tierras y su ganado”, minimiza, aunque acepta que “ahora se han puesto difíciles las cosas por la gente que viene de afuera”.
En Aguililla hay un cuartel improvisado que alberga en su interior a unos 50 militares. Ellos son acusados por los lugareños de agredirlos, dispararles y aliarse con miembros del cártel Pueblos Unidos. Entonces, la gente decidió castigarlos y los mantiene en un tácito secuestro y están amenazados de que sí salen “se atengan a las consecuencias”.
Sin embargo, algunas personas aseguran que los líderes sociales están manipulados, comprados e influenciados por el Cártel Jalisco Nueva Generación, que intenta apoderarse del pueblo y quedarse con la ruta y lo que hay en ella.
Lo cierto es que los pobladores aseguran por un lado que la brigada de uniformados de la 43 zona militar salen a enfrentarse al pueblo y no a combatir a los cárteles, pero por el otro tienen prohibido al pueblo mezclarse con ellos y hay orden expresa de no ofrecerles ni agua, so pena de ser “tableados”, es decir, ajusticiados públicamente.
Recientemente han comenzado a funcionar los acercamientos entre el gobierno federal y estatal en la zona de Aguililla. El primero ha ofrecido apoyos de todo para este pueblo y sus habitantes a cambio de frenar el clima de terror que siembran los cárteles delictivos.
Sin embargo esto ha sido rechazado por los pobladores, porque varios de ellos enuncian una verdad casi irrefutable: “No necesitamos sus limosnas. No nos estamos muriendo de hambre, lo que queremos es trabajar y transitar con libertad, a ello tenemos derecho”.
Es por eso que a los ojos de los especialistas en temas de seguridad como la fundadora de la A.C. Comunidad Segura, Lorena Cortés Villaseñor, los problemas de la zona de conflicto de esta parte de la tierra caliente del estado “son una especie de burbuja mediática, construida en parte y hasta cierto punto, pactada con el gobierno”.
Según explica, el uso de las redes sociales para mostrar poderío de parte de uno u otro cártel es una táctica del crimen organizado para sembrar miedo, cuando paradójicamente municipios como Uruapan, Zamora y la propia capital del estado aparecen en el top ten de la lista de municipios más violentos del país.