Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Hoy día, la Plaza Valladolid tiene a paseantes alegres o apresurados, múltiples eventos y es un sitio fuerte para la atracción de turistas; pero no siempre fue así, porque en la época colonial era un espacio rondado por personas tristes o en actitud de rezo, porque se trataba de un cementerio.
Los cementerios estaban, por lo regular, junto a las iglesias y no era la excepción en el caso de este conjunto arquitectónico, pues además del panteón, estaba el templo de San Francisco, el convento y una huerta. Pero lo que hace todavía más especial al sitio, es que se trata de la construcción religiosa más antigua de Morelia, según se expone en el libro “Mi ciudad y yo”, de historiadora especialista en restauración de monumentos, Esperanza Ramírez Romero.
En dicha publicación, Ramírez Romero escribió que en el año de 1543 se hizo una capilla de adobe, la cual tuvo modificaciones con piedra, de tal forma que la estructura quedó lista en 1610. En este punto debemos recordar lo dicho por la historiadora Jaqueline Cortés Cortés, quien añadió que la torre fue finalizada en 1730.
En torno a San Francisco, Ramírez Romero escribió que se trata de una construcción que tiene el diseño típico de los templos del siglo XVI. Además, en la página 39 del mencionado libro se puede leer lo siguiente: “la decoración de la bóveda, el ábside y la cúpula señalan la importancia del recinto. La bóveda es de estilo renacentista y forma una unidad con la fachada. Unidad que tienen las buenas obras de arte”.
Cortés Cortés afirmó también que la plaza, el templo y el convento -donde ahora se encuentra el Instituto del Artesano Michoacano (IAM)- era un conjunto enorme del que ahora sólo se conserva menos del cuarenta por ciento. Entonces, la historiadora comentó que el convento abarcaba todo lo que hoy es la plaza Valladolid, la zona donde actualmente hay un estacionamiento y fragmentos de lo que ahora son las calles Bartolomé de las Casas, Vicente Santa María y María Elizaga.
Respecto al ahora ex convento, Ramírez Romero señaló que en su inició también fue una construcción pequeña hecha en adobe, la cual fue remodelada con madera y que fue levantado para que ahí vivieran los frailes franciscanos. Estos, no sobra decir, fueron los primeros en llegar a la Nueva España para realizar la evangelización.
Entre sus características, expuso Ramírez Romero en su libro, es que se trata de un edificio de dos pisos, donde la planta baja tiene una arquería con cinco arcos. Para mayor claridad, es la zona junto a la plaza donde en ocasiones se hacen bazares artesanales hoy día. Según Ramírez Romero, se le conocía como como “portal de los peregrinos” y era utilizado por los viajeros para descansar.
Además, Ramírez Romero escribió que “entre la planta baja y alta hay diferencia, debido a los usos de cada piso. La planta baja era amplia y acogedora, a ella podía entrar el pueblo, en cambio la planta alta era reservada solo para los franciscanos, como lo señalan las pequeñas ventanas de los dormitorios”.
Eso es lo que podemos apreciar hoy y otras cosas habría que recrearlas con la imaginación, pues como contó Cortés Cortés, donde hoy se paran los camiones que van a Prados Verdes o a la Avenida Pedregal, había una capilla que era “una estructura de grandes dimensiones y la visitaba gente adinerada de la ciudad, eran quienes patrocinaban las construcciones, pues los franciscanos tuvieron mecenas a lo largo de su historia”.
Y es que como se diría popularmente, esos edificios no se iban a pagar solos, entonces los franciscanos recibían donaciones, las cuales eran administradas por un tesorero ajeno al convento, “al que llamaban síndico”.
Pero los tiempos cambiaron y después de la independencia de México, vino la desamortización de bienes de la iglesia. De acuerdo con Cortés Cortés, esto último implicó que el convento fuera expropiado en 1871, mientras que el cementerio fue reemplazado con un mercado.
Fue casi un siglo después de eso, que al convento se le dio el uso que tiene actualmente, dado que en 1972 fue cuando el gobierno instauró el IAM, conocido entonces de manera oficial como Casa de las Artesanías.