Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Manos temblorosas. Los parpados se inclinan y da la impresión de que es cosa de tiempo para que caigan, pero nada. El cuerpo está en modo automático y resiste a pie firme alrededor de lo que queda de fogata. Hace frío y el sol de a poco se comienza a asomar para despedir de forma definitiva a la Noche Buena.
Hay tiempo para otra “cubita” más y que la bocina no deje de sonar. Es Navidad y la tradición familiar indica que “aquí nadie se duerme”, que no falten las risotadas y los brindis a todo lo que da. Ya vendrá el re-calentado y todos se sentirán aliviados. Unas micheladas para levantar el ánimo y olvidarse de que este año ha sido el peor de todos.
Por las calles del poniente de la ciudad, no son pocos los guerreros de primera línea que se someten al ritual de los amanecidos y que están dispuestos a retar a la resaca. Algunos mantienen la llama viva como si la fiesta estuviera en su mejor punto, pero también están los que agonizan y se dejan ver más obligados que por voluntad.
A esta altura, lo que predominan son las pegadoras de José Alfredo Jiménez, Vicente Fernández y por supuesto, las canciones más emblemáticas de José José. Cantar a coro y sin soltar el Bacardí o el tequila, es el paisaje urbano más común en la mañana del 25 de diciembre.
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La Navidad en México inició como un proceso de evangelización a los indígenas. Cuando los conquistadores españoles llegaron con sus barcas a tierras aztecas, también lo hicieron con el nacimiento de Jesucristo. Fueron los frailes quienes se encargarían de adoctrinar gradualmente a los nativos.
Aunque en un inicio hubo un rechazo natural por parte de las etnias, con el tiempo terminarían por aceptarlo y tomándole el gusto a la fecha. Sin embargo, la cultura mexicana ha ido moldeando la tradición a su modo con el paso de las generaciones e inclusive le ha dado un toque propio, como son las posadas previas, ritual que nació con los frailes agustinos en San Agustín Acolman, en el Estado de México.
Aunque el eje principal sigue siendo de carácter religioso, la Navidad en nuestro país también se ha convertido en la oportunidad idónea para celebrar con la familia y olvidarse por el reloj aunque sea por dos días. El tiempo vuelve a la nada. Los que no están tan acostumbrados a la bebida, este día hacen una excepción; los que son borrachos empedernidos, el 25 de diciembre alcanzan el paraíso.
Ya habrá tiempo para vivir la resaca. El dolor de cabeza. El incesante deseo de vomitar. Los reproches individuales. Los aciertos, los errores. Sueño. Peleas. Risas. “Ya levántate, tienes que ir a trabajar”. Quién dijo que el 26 de diciembre no forma parte de la tradición.