Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Es la una de la tarde y aunque ya se han presentado algunas lloviznas, todavía se sienten los últimos estragos de lo que han sido semanas intensas bajo el sol. Por las calles de Morelia sigue siendo común observar a personas caminar con vasos de agua fresca o cualquier líquido que funcione para hidratar.
Pero están otros, los que no tienen opción más que soportar las inclemencias del tiempo porque así su trabajo se los exige. Se les ve frunciendo el ceño, agitando las manos para tratar de hacer un poco de aire que consuele el rostro y controle el sudor.
La agente de tránsito
En medio de la avenida Madero, una agente de tránsito no deja de apresurar a los automovilistas con su silbato. Lleva una gorra y encima de ella una especie de rebozo que le protege del sol, así como unas gafas oscuras. El tono de la piel de su rostro ya raya en lo rojizo y, aunado a eso, debe soportar el uniforme policial que luce poco refrescante.
“Está pesado, no nos acostumbramos al calor, pero esperemos que ya pronto llueva como tiene que ser”, expresa y señala que en estas semanas la única opción ha sido cargar todos los días con su botella de agua para mantenerse hidratada durante la jornada laboral.
El cartonero
Ya supera los 60 años y aunque los rayos del sol están en su apogeo, lleva una camisa de manga larga, aunque eso sí, dentro de su indumentaria se encuentra una gorra color amarillo con blanco. Va caminando por toda la avenida con un “diablito” donde lleva decenas de cartón.
El sudor que se escurre por la frente delata que ya acumula varias horas recolectando los pedazos de cartón que, posteriormente, intercambiará por algunas monedas. Dentro de sus preocupaciones también se encuentra el tener la habilidad de esquivar los autos, cosa que hace con maestría.
“Oiga, jefe, ¿cómo siente el calor?”, se le pregunta mientras acelera el paso. “Pues ya ni lo siento”, responde con una carcajada para seguir su camino y encontrarse con otro pedazo de cartón que no duda en echar con el resto.
Arriba de los postes
El calor aprieta a ras de piso, pero no tanto en las alturas. Así lo asegura Joaquín Carrizo, técnico de una empresa de cable que se encuentra en la parte más alta de una escalera haciendo una de sus instalaciones diarias.
“Obviamente sí se siente fuerte el sol, pero también llegan ráfagas de viento estando sobre los postes. A nosotros no nos afecta mucho porque aparte ya estamos acostumbrados a llevar este tipo de uniformes de manga larga y encima el caso de seguridad”, expresa Joaquín mientras su compañero, que se encuentra en la parte baja, delata con la mirada que no está del todo convencido de la respuesta.
Recolector de basura
Ni la gorra roja le logra maquillar el bochorno. De los tres elementos que se encuentran en la unidad recolectora de basura que pertenece a la Unión Generalísimo Morelos, el más joven ha sido el sacrificado para ir en la parte trasera acomodando y separando los desechos.
Se le pregunta cómo se siente el calor desde esa parte del vehículo y solo sonríe tímidamente, como si el sol también le hubiera quitado el habla. Entre cartones, bolsas, restos de comida, papeles sanitarios y una infinidad de olores, simplemente procede a seguir con lo suyo, dando la menor importancia al sofocante clima.
¿Cuál calor?
Está en bermudas cortas y a placer. Ha escogido una sombra que alcanza a dar a las afueras del Templo de las Monjas y ahí, junto con su perro, un hombre en situación de calle se encuentra recostado con la pierna cruzada y los testículos que se asoman para recibir el aire.
No está acalorado. Al contrario, luce relajado y con un refresco de a litro y medio de Pepsi. Para su mascota también hay premio y el can que parece una cruza de algún pug, de vez en cuando se acerca a comer algunas galletas que se encuentran sobre la cantera.
Mientras la multitud camina con los ojos achicopalados por el sol, el hombre les dedica una sonrisa desenfadada pero que denota un gozo, como si por dentro se burlara de todos aquellos que sufren en las infernales calles de Morelia.