Morelia, Michoacán.-(OEM-Infomex).- En medio de la crisis que enfrenta la religión católica en Michoacán, México y el mundo por la disminución de jóvenes que deciden ingresar a las filas de la carrera sacerdotal, existen casos que demuestran que la vocación e intención de servir a Dios pocos la visualizan y mantienen hasta el término de una vida comprometida con la Iglesia y la fe.
Christianfarid Rodolfo Valdés Valladares es un claro ejemplo de reconocer que cuando no existe la vocación pese a la entrega, se deben tomar decisiones de vida, aunque las costumbres y recuerdos de largos años se lleven consigo hacia una nueva forma de vivir y apreciar el exterior.
Su salida de los “Legionarios de Cristo”, organización compuesta por 961 sacerdotes y 617 seminaristas en todo el mundo, no se debió a una cuestión de abusos o hartazgos en su paso como novicio, más bien a lo largo de ocho años Valdés Valladares descubrió que no podía verse como sacerdote, dedicado a los demás y con la bondad de ofrecer siempre ayuda.
“No veía que fuera mi vocación, me veía contento en el lugar porque tenía actividades de estudiante, pero no me veía viviendo como un sacerdote, sobre todo por el trato de las personas (…) no tengo el carácter entonces prefiero salirme ahorita que estoy a tiempo”, expresó.
Fue a los 22 años de edad cuando Christianfarid dio marcha atrás a su camino al sacerdocio. Hoy no se arrepiente, pero identifica que valores como la responsabilidad y la disciplina aún los lleva muy presentes, al igual que la puntualidad, el orden, la dedicación y empeño, ahora incorporados a sus actividades diarias: dar clases de fotografía a universitarios y atender su propio estudio fotográfico.
Toda vez que, incluso al decidir abandonar su congregación, ésta otorgó una beca estudiantil del cien por ciento para que continuara sus estudios en otra área: Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Esto, después de los dos años de noviciado y uno más de Filosofía, invertidos a la religión.
ABUSOS E INMADUREZ, MOTIVO DE DESERCIÓN
En los últimos cinco años, la matrícula de jóvenes que deciden iniciar una carrera sacerdotal se redujo en más del 30 por ciento en seminarios locales, pues de los cerca de 320 alumnos que iniciaban el ciclo escolar ahora son 200, situación que el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Morelia, Herculano Medina Garfias, atribuyó a la diferencia entre la edad biológica y la madurez emocional.
Justifica que el desinterés hacia la formación sacerdotal, en el caso de Morelia, ha sido significativo, ya que en la actualidad las aulas de clases rondan los más de cien alumnos, en comparación a los casi 350 jóvenes ingresados en sus filas en las últimas dos décadas.
Aunado a que esta crisis de vocación también ha sido reconocida por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera López, pero responsabilizándola a otras cuestiones como los abusos de menores por parte de sacerdotes y el hartazgo de la sociedad, es decir la pérdida de la fe en la religión católica.
SACERDOTES NO SON SANTOS, NI DEMONIOS
“En ningún lugar vas a encontrar lo blanco o lo negro, al final de cuentas los sacerdotes siguen siendo humanos, no son ángeles”, describió Christianfarid de manera introspectiva sobre la percepción que se puede tener sobre los clérigos, quienes muy dentro de sus creencias representan una guía o autoridad para muchos y pocos.
Su testimonio refiere que se topó con presbíteros alegres y abiertos a escuchar o discutir temas de toda índole, pero también a otros menos comprensibles y amigables con quienes representarían las nuevas generaciones de hombres entregados en cuerpo y alma a la obra del Señor, tal como incluso lo refieren las Sagradas Escrituras.
Valdés Valladares también recuerda a algunos compañeros, quienes además de no verse en un papel de entrega la Iglesia eran víctimas de la imposición de sus padres a acatar una vida sacerdotal, reconociendo ahí la labor de eclesiásticos “centrados”, quienes dialogaban con los mismos jóvenes y sus padres con el fin de encaminarlos a lo que ellos mismos querían.
RELATO DE UN DÍA NORMAL EN EL SEMINARIO
“Teníamos actividades diferentes, pero un día normal iniciaba alrededor de las 6:00 de la mañana, teníamos oraciones matutinas, una hora de meditación y posteriormente la misa. Terminábamos a las ocho de la mañana. Después venía el desayuno y comenzaba una mañana normal de clases, éstas variaban dependiendo de la etapa en la que estabas.
Nuestra mañana de clases terminaba alrededor de las 2:00 de la tarde, teníamos después 40 minutos de tiempo libre, luego la comida e inmediatamente teníamos oportunidad de cumplir responsabilidades propias de la Iglesia: cocinar, limpiar o algunas otras actividades.
Algunas veces por la tarde practicábamos algún deporte como el fútbol, basquetbol o el volibol. A las seis o siete de la tarde rezábamos el rosario, después la cena y de ahí las oraciones nocturnas, nos veníamos durmiendo a eso de las 11 de la noche (…) como un día normal pero con actividades muy estructuradas”, relató Christianfarid.
Quien al opinar sobre el efecto “inmadurez” que orilla a los jóvenes a no tomar decisiones determinantes sobre su estilo vida, menciona se debe también a la falta de sacrificio en los mismos sobre tener un ideal y salir de la zona de confort. “Si ahora les presentas una vocación como la sacerdotal que requiere más esfuerzos y sacrificios, sí concuerdo con lo que dice el obispo”.
El número de sacerdotes ha disminuido de 414 mil 969 a 414 mil 582, en todo el mundo, según los últimos datos del Anuario Estadístico de la Santa Sede 2019, la disminución de seminaristas se concentra principalmente en Europa y América, mientras que en África y Asia el número de seminaristas es satisfactorio.