José Antonio Meade -ayer rebautizado, aclamado, vitoreado, aplaudido, sacudido, estrechado, fotografiado- Pepe ofreció a miles de priistas “escuchar y dialogar; a profundizar y fortalecer las profundas reformas -esperadas por décadas- a las que se atrevió el presidente Enrique Peña Nieto, lo mismo que a modificar realidades que mucho lastiman. Cargó contra cualquier manifestación de corrupción. Decidió colocarse al lado de las víctimas y ser cruzado por el bienestar y la justicia. “Ésta -sentenció- no puede estar ligada a lo que se posee, a lo que se es o al sitio donde se nace”.
“Quiero ser el candidato de las mujeres”, proclamó. “Para las mujeres será el 50% de las candidaturas en la próxima campaña”, ofreció. Iluminó las esperanzas de los jóvenes. Miró con interés a los pueblos indígenas y anticipó comunicarse con los mexicanos de todo el territorio.
“De mi niñez tengo fresco el ejemplo de mis padres. Éramos familia dedicada al trabajo constante. Crecí con la idea de que es preciso atreverse y comprometerse tras una idea: Servir para mejorar”.
Frente a su orgulloso -y entusiasta y educado- padre, don Dionisio Meade, ante Juana, su esposa y sus tres azorados hijos, el aspirante a la Presidencia de la República agradeció a exdirigentes del PRI -desde Mariano Palacios Alcocer y Beatriz Paredes a Manlio Fabio Beltrones y José Antonio González Fernández y Pedro Joaquín Coldwell- su generoso “consejo y rica amistad”. A quienes fueron sus compañeros de gabinete hasta hace una semana les señaló: “Ya trabajamos ayer. Hoy ya estamos trabajando. Y lo haremos mañana. Yo junto con ustedes. Y con Senadores y Diputados”. Y elogió a Emilio Gamboa Patrón. Dedicó reconocimiento al dirigente Enrique Ochoa Reza y a la política Claudia Ruiz Massieu.
“Este que se presenta ante ustedes trabaja desde hace 20 años en el servicio a este país. Ese trabajo explica lo que soy. Y lo que tengo. Trabajaré por eliminar la diferencia entre el México que somos y el México que queremos ser. Continuaré la transformación de México. Seguiré el ejemplo de mis padres. Cumpliré el compromiso de mi generación. Y la promesa que he hecho a mis hijos”.
“Únicamente el PRI es capaz de realizar un acto como este”- observó el doctor José Narro. “No debe maravillarse nadie. La organización es fenomenal. El PRI existe. El PRI es”.
Ismael Hernández Deras echa cuentas. “Meade nos ayudó mucho en Durango. Pusimos una planta para sacar aceite de orégano. Pepe Meade -que es muy amigo de Augusto Gómez Villanueva- le entró a la fundación de la Financiera Rural. En el ejido Cabañas entregó créditos. A ejidatarios. Y a comuneros.
Carpas y más carpas. Y tribunas. Graderíos. Y espacios con sillas. Y pantallas gigantes para seguir el esperado acto. Todas las estructuras estrenaban “Pepe Tlaxcala Contigo... Pepe Jalisco Contigo... Pepe Yucatán Contigo...”
Ahí estaban los petroleros. Carlos Romero Deschamps, el senador charlaba larga, animadamente con el ingeniero Carlos Alberto Treviño Medina. Sí. Flamante director de Petróleos Mexicanos, visto de cerca el ingeniero Treviño Medina luce muy joven. Y decidido. Atuendo sencillo. cómodo. Y una ancha sonrisa. “Somos muy amigos”, dijeron.
Ayer el PRI sacó sus chamarras rojas. Y sus mejores trombonistas y tamborileros. El discurso de Pepe Meade tuvo como fondo el rítmico -grave, sordo- rumor de los tambores. Pero nada se compara con su formidable coro. Párrafos del discurso -muy macizo, muy concreto, muy directo- eran aplaudidos.
“Que no haya lugar en el mundo donde se halle un mexicano, que no tenga la certeza de que tiene la protección de su país”.
“Mesa con comida, prosperidad nacional que se refleje en el bolsillo. Educación para la oportunidad y el desarrollo. Salud amplia. Crecimiento de empleo. Que las reformas estructurales calen más hondo. Nada de improvisación ni ocurrencia. Planes adecuados. Bien pensados.
Gerardo Ruiz Esparza y Rosario Robles Berlanga. Y el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín. Y Mendicutti exdiputado que representa en la Ciudad de México a Yucatán. Y el doctor Eruviel Ávila. “Este es un día de fiesta”, decía una animadora. Y los priistas felices. En la euforia.
Y Mariano González Zarur. Y Juan José Martínez Elizondo. Elodia Villegas Jacinto y Daniel Becerril, que llegaron de Jiquipilco. “También conocido como Jiquipulque. Hasta feria nacional del blanco o curado hay”. Y el licenciado Francisco Bordón aseguró que “sí que allá hay buenos magueyes y exceente pulque”. Para avisarle a Rogelio Cerda Pérez. El Procurador Federal del Consumidor. De Nuevo León vieron muchos. En primera fila Ildefonso Guajardo.
José Antonio Meade camina por corredores que los estrategas del PRI definieron. A su lado va Juana, su esposa. Enrique de la Madrid recuerda los días de 1981-82 cuando su padre era el candidato. Alfredo del Mazo alarga su cuello para seguir los movimientos del muy sonriente Pepe Meade. Del Mazo Maza madrugó. Alejandro Murat llegó muy retrasado. Muy deliberado pareció el retraso de Miguel Ángel Osorio Chong. Sus ayudantes lo llevaron en un tris a su lugar en la primera fila. Esa que ocupaban líderes de sectores. Familiares del doctor Pepe Meade. Y oficiosos que se decían cuidadores, protectores de los educados, discretos hijos del exsecretario de Hacienda. En virtud de que sus padres repartían -y recibían- saludos y palmadas, su amoroso abuelo -Dionisio Meade- los acarició y besó delicadamente.
Más tarde el patriarca Dionisio Meade elevaría vigorosos puñerazos al espacio para proclamar con otros miles:
“¡Vamos a ganar... Vamos a ganar... Vamos a ganar...
Meade está sonriente. Eleva sus cejas en saludo: “Quihúbole, ¿Cómo estás? Y se lleva la mano al pecho. La pone junto al corazón. Y la hace volar. Ayer hizo ese ademán miles de veces. Y rozó la mejilla de miles de mujeres. Y se dejó fotografiar por miles de dueños de celulares.
“Esto sí que está a todo trapo”-soltó el líder de Diputados del PRI en San Lázaro, César Camacho.
César Augusto Santiago, Oscar Levin Coppel, Héctor Lie Verduzco, vino Guillermo Cosío Vidaurri.
Lo trajeron en silla de ruedas. El exdelegado en Coyoacán, Juan José Martínez Elizondo se acomidió y acudió solícito a abrir paso a la silla de ruedas de Cosío Vidaurri. Toda la vida en el PRI. Amigo cercanísimo del inolvidable maestro Luis Spota. La madrugada del 21 de enero llegó hasta el féretro del novelista e hincado se puso a rezar.
Felices, sudados, empujados los miles y miles de priistas dejaron atrás edificios y explanada y patios del PRI.
“Tacos... 7 por diez pesos” -tentaba el vendedor.
Y se abarrotaban los restaurantes de Buenavista. Y los de Ponciano Arriaga.
Como un eco... Pepe Presidente... Pepe Presidente... Pepe Presidente...
Gran coro de los priistas.
Muchos “fuereños” se fueron a conocer en el Monumento a la Revolución. A ver que ahí están las tumbas de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza. Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas.