ROMA, Italia. Un misterio que dura 35 años que podría develarse tras el descubrimiento, no sólo macabro, sino portador de numerosos interrogativos, de un esqueleto muy probablemente de mujer y otros fragmentos de huesos, en la nunciatura de la Santa Sede en Italia, durante trabajos de restructuración.
Ahora se está procediendo a una serie de exámenes en cráneo y dientes y a través del ADN, para verificar si son compatibles con Emanuela Orlandi, la hija de 15 años de un dependiente del Vaticano, desaparecida misteriosamente el 22 de junio de 1985, involucrando al mismo Estado pontificio.
Los restos podrían también pertenecer a Mirella Gregori, otra joven romana de 15 años, desaparecida igualmente en circunstancias misteriosas pocas semanas antes, el 7 de mayo, y de la cual desde entonces tampoco se han tenido noticias.
El hallazgo fue dado a conocer por el mismo Vaticano en altas horas de la noche del martes pasado y de inmediato se iniciaron las investigaciones, en colaboración con las autoridades italianas debidamente informadas, las cuales ha puesto en marcha un procedimiento de investigación “por homicidio”.
La desaparición de Emanuela Orlandi se convirtió poco a poco en un caso con entornos internacionales. Incluso el terrorista procedente de Turquía, Mehmet Ali Agca, que el 13 de mayo de 1981 disparo en la plaza de San Pedro a Juan Pablo II, llego a declarar espontáneamente que la joven “estaba viva”. Sin embargo, después cambio versión.
Las investigaciones continuaron sin resultados. En 2005, la amante del “capo” mafioso Renatino de Pedis, afirmó que el secuestro había sido organizado por la criminalidad romana y en particular por la llamada “banda de la Magliana”, a pedido del cardenal estadounidense Paul Marcinkus (sin precisar el motivo), que en aquel entonces era presidente del “Banco Vaticano”.
En 2011, un miembro disidente de la misma “banda” dijo en cambio que Emanuela Orlandi fue secuestrada para chantajear a Marcinkus, culpable de haber “quemado” grandes cantidades del dinero de la banda depositado en el Banco Ambrosiano, que sucesivamente quebró a causa de operaciones fraudulentas del cardenal y por lo cual el Vaticano tuvo que desembolsar una cantidad considerable para resarcir el daño.
También los servicios secretos búlgaro fueron indicados como posibles autores del secuestro de Emanuela.
A lo largo de estos 35 años, la familia de Emanuela Orlandi, sobre todo su hermano Pietro, han acusado a las autoridades eclesiásticas de no haber proporcionado toda la información en su poder sobre este caso que ha dado lugar a múltiples y oscuras teorías.
El Vaticano rechaza con fuerza esta hipótesis y afirma que siempre ha colaborado con la justicia para esclarecer el misterio. En este contexto, también se ha reiterado la sospecha de que algún prelado del Vaticano, estaría involucrado directa o indirectamente en la desaparición.
Por lo tanto, en espera de los resultados del análisis de los huesos no son pocos los que se hacen la siguiente pregunta: Prescindiendo de saber a quién pertenecen, ¿por qué ese esqueleto y esos huesos se encontraban debajo de un pavimento de la sede de la embajada del Vaticano? ¿Quién y por qué los escondió ahí?